“¡Lucha por tus derecho a la fiesta!”

The Beastie Boys.

El 17 de noviembre del año pasado, se registró el primer caso registrado de covid-19: un hombre de 55 años de la ciudad de Hubei, en China.

Desde entonces, la reproducción de contagios se convirtió en la pandemia que encerró a todo el mundo en sus casas, frenó la producción industrial, generó desempleos y, sobre todo, devino en la nueva normalidad: las medidas de seguridad para prevenir la expansión del virus: Lavarse las manos por 20 segundos, sanitizar los objetos, usar cubrebocas, la “sana distancia”.

Lo que está pasando bien podría convertirse en un capítulo de la Biblia, semejante a la destrucción de Sodoma y Gomorra, o el Diluvio Universal, donde Dios advierte: “Pórtense bien, o se los va a llevar la fregada”, y la población responde con fiestas multitudinarias, y saliendo en bola sin cubrebocas. Es una actitud que va del suicidio al homicidio, pues ya no se trata del derecho a enfermarse (así como quienes son adictos a una droga, se rebelan contra los “delitos contra la salud”), sino que se llevan entre las patas a quienes sí se cuidan.

Nos encontramos ante la mutación de una especie que atenta contra sí misma, ante los ojos asombrados de perritos, venados, papagallos y otros animalitos, que no entienden por qué una parte de los humanos quiere acabar con sus semejantes (ya de por sí eran absurdas las guerras, y ahora esto).

Si los humanos se extinguieran por el coronavirus, sería como un papel higiénico que se va por el escusado: el baño va a permanecer en su sitio, independientemente de su ausencia.

Lo que más me llama la atención del fenómeno, es que, a diferencia de plagas y pestes y pandemias que en otras épocas han azotado a la humanidad, ahora prevalece su manipulación política.

No solo en México, en varias partes del planeta, la oposición de los gobiernos actuales, ha pretendido culpar a sus autoridades de las muertes provocadas por esta enfermedad.

De por sí, la lucha de las instituciones de salud ha sido ardua y difícil, para que personas con intereses políticos falseen la información, destaquen morbosamente el número de muertes y, en ocasiones, de manera irresponsable, inviten a la población a desobedecer las medidas sanitarias, montándose en la supuesta represión a la libertad de asociación y derecho al desmadre (todo con tal de responsabilizar después al gobierno de las consecuencias).

Lilly Tellez, la “Virreina de la mamada” (perdón por lo de Virreina), representa la irresponsabilidad de un grupo hegemónico, interesado en regodearse y difundir la tragedia en nuestro país. Desinforma, miente, confunde, siembra mala vibra, incita al nihilismo, siente orgasmos con cada nueva muerte (lo mismo que muchos informadores “chayoteros”). Por gentecita así, una parte de la sociedad descarga su odio contra el personal de salud, porque en su mente, los culpables de cada muerte son los médicos del sector salud y el Dr. Hugo López-Gatell (pues para ellos, Gatell no es médico, es el “Peje”, que los obligó a pagar impuestos y dejar de patrocinar fraudes electorales).

Dicen que el encargado de la pandemia encubre cifras, que maneja todo mal, que mandó gente enferma a sus casas, que su ineficacia genera más muertes de las que Dios destinó a nuestros compatriotas (datos obtenidos con su bola de cristal), lo cual, no ayuda para nada a la solidaridad y la prevención de contagios.

Con tal de recuperar el poder (que perdieron por corruptos), apelan al morbo de las masas, enfocándose en cada nueva muerte, para echársela en cara al gobierno. ¿Cuántos van, un millón de millones? ¿Un trillón de trillones? ¿Qué cifra les gusta más para bajonear a la banda?

¿Por qué no enfocan su atención también a los nuevos nacimientos? ¿Desconocen que, así como mueren personas, también padecemos una explosión demográfica? Ah, pero eso no va con el amarillismo de moda. O cuantos nuevos automóviles se produjeron este año, cuántas deforestaciones hubo, cuántas especies se extinguieron. Su enfoque de los problemas sociales es selectivo, porque tiene pretensiones políticas.

Biológicamente, cada enfoque negativo pasa de la idea al metabolismo, y se hereda genéticamente. La rapiña política del covid-19 avanza hacia la aniquilación futura del Ser humano.

Ojalá algún día se celebre el último caso de coronavirus, así como se celebró el fin de la II Guerra Mundial. Pero dudo que eso ocurra, pues los “chayoteros” van a inventar un nuevo caso, y le echarán al Dr. Gatell, con tal de recuperar el cetro del crimen, la corrupción y la impunidad.