El hecho de que Andrés Manuel López Obrador se haya contagiado de Covid-19, motivó reacciones encontradas, de derecha a izquierda, tanto deseando su muerte, como deseándole una pronta recuperación.

Las palabras positivas de algunos personajes contrarios al “Peje”, no me asombran. El ex presidente Enrique Peña Nieto, cual buen dinosauro, es político de la vieja guardia y, por un elemental instinto maquiavélico, estaría muy tarado si expresara algo distinto a una pronta recuperación (particularmente, cuando está en la mira de ser juzgado, tras las detenciones de muchos de sus hombres de confianza durante su sexenio). Las palabras de aliento (alcohólico) del ex presidente Felipe Calderón, no pueden tomarse más que como ironía.

AMLO (como algunos políticos de México y otras partes del mundo), están pagando su osadía de no tomar en serio al Coronavirus (al menos, al comenzar la pandemia) y no usar cubrebocas. 

Todos ellos se han vuelto ejemplo de “se los dijimos”; como muchos terrícolas, ahora están en peligro de muerte. Por supuesto, yo no le deseo al presidente que fallezca; sin embargo, me gustaría jugar con la fantasía de que el “Peje” se pusiera su pijama de triplay y se fuera a ver crecer los rábanos desde abajo, nomás por especular qué pasaría.

Tanto las personas de izquierda, como de derecha, le han creado un culto a la personalidad que no les permite ver la realidad.

Yo soy de izquierda, voté por el “Peje”, apoyo a la 4T, pero no estoy de acuerdo con aquellas personas que pregonan una reelección de López Obrador, principalmente porque están depositando el futuro del país en la vida de un mortal, y para que nunca fracasara el proyecto de nación, deberían mantenerlo vivo, criogenizándolo o volviéndolo un zombie (o previendo la creación de una Secretaría de Mediums, para que gobernara desde ultratumba).

La derecha, un poco menos ingenua (quizás porque toda su motivación para vivir está concentrada en el dinero, y el dinero es un tema realista), han atacado a otros miembros de la 4T, pensando que quizás sean presidenciables. Aun así, cometen un error, al creer que la continuidad del gobierno actual, depende del candidato que suceda al “Peje”.

Veamos la equivocada percepción de ambas ideologías, con un ejemplo: Siddhartha Gautama, después de una iluminación (que, a grandes rasgos, consistió en la abolición del ego para alcanzar la felicidad) se convirtió en Buda. 

Bueno, cuando este líder espiritual murió, no murió el budismo, porque legó monasterios donde se estudió y practicó su nueva filosofía de la vida. Así, AMLO legó un partido político, llamado Morena.

La 4T no es, estrictamente, AMLO. Morena encuentra su razón de ser en sus estatutos, no en una persona de carne y hueso.

Si los empresarios, políticos y “chayoteros” derechistas se pusieran las pilas, ya estarían viendo la manera de destruir a Morena desde adentro (así como corrompieron al Partido de la Revolución Democrática, que originalmente fuera de izquierda), si es que aún no lo han hecho; y los militantes y dirigentes del Partido de Regeneración Nacional, ya deberían estar vigilando que no se les cuelen infiltrados (como sucedió en Baja California, con Jaime Bonilla Valdez, quien, durante la pandemia, diera señales de un evidente “chaquetazo”); si es que aún no lo han hecho.

Los budistas más profundos, recomiendan: “cuando encuentres al Buda, mátalo” (con la idea de confíes en tu Ser, más allá de los caminos que te llevaron a descubrirlo).