El único partido de oposición que puede representar una posibilidad de ganar de cara a la elección del próximo año es el PAN, para así cambiar la tendencia de retroceso hasta antes de 1996, año en el que se concretó la reforma político electoral que permitió una verdadera competencia democrática y que la oposición realmente pudiera competir a través del voto libre y secreto.

A partir de esa fecha, las elecciones representaron una gran oportunidad para todas las corrientes políticas. En 1997, al estrenarse la “normalidad democrática” el PRD con Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en la segunda fuerza política del país, ganó la CDMX y logró ser la primera mayoría en la Cámara de Diputados.

Para las elecciones del 2000, sucedió lo que parecía casi imposible, el PRI perdió por primera ocasión la presidencia de la República, que ganó el PAN con Vicente Fox.

En 2006, una elección cerrada entre el PAN y el PRD terminó con un cuestionado triunfo de Felipe Calderón y se mantuvo un Congreso plural como desde 1997.

 

El PAN la tuvo y la dejó ir

En las elecciones del 2012, el PRI, después de 12 años recuperó la presidencia, pero no la mayoría absoluta en el Congreso.

El resultado de las elecciones de 2018 marcó el regreso del fenómeno del partido predominante, en este caso Morena, es decir, a la estructura priista previa a la reforma de 1996.

Morena se construyó con las bases del PRD y del PRI, la alianza con partidos “satélites” del PRI como el PVEM, PT y PES y la suma de oportunistas y traidores panistas para alcanzar una mayoría absoluta del Congreso. En otras palabras, el PRI caduco, envuelto en la desconfianza y la corrupción, cedió ante Morena, junto con sus agrupaciones y la mayoría de sus gobernadores, algunos francamente morenistas como el de Oaxaca o Campeche, quien por cierto hoy es el dirigente nacional del PRI.

El PAN también puso de su parte en la nueva configuración política del país. La corriente de jóvenes comandada por Ricardo Anaya se enfrentó a la corriente tradicional del PAN encabezada por Felipe Calderón y Margarita Zavala y muchos otros de la vieja guardia, que los llevó a perder el rumbo y fracturarse haciendo que el PAN llegara debilitado y sin sus principales cuadros a la elección del 2018.

El daño que el PAN tuvo en esta confrontación interna de 2018 fue peor a la de 1976, cuando no lograron postular candidato a la presidencia de la República y permitieron que José López Portillo se convirtiera en candidato único.

A pesar de todo, en 1976, el PAN no perdió su fisonomía ni sus principios ideológicos y programáticos, incluso lograron crecer y encontrar la unidad. Sin embargo, en 2018 el conflicto entre Anaya y Calderón trascendió entre los legisladores y gobernadores y no pudieron establecer una línea opositora que les permitiera aspirar al poder y recuperar la presidencia y presencia en el Congreso.

 

Las tres líneas

Actualmente el PAN deja ver tres fuerzas políticas completamente confrontadas entre sí, están los gobernadores, los legisladores y el partido y ninguno parece tener intención de sumar una sola corriente.

El PAN gobierna en diez entidades: Aguascalientes, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo (Que fue en alianza con el PRD), Tamaulipas y Yucatán.

Es importante señalar que diversas encuestas ponen a los gobernadores del PAN con las mejores calificaciones, de hecho, los dos mejores gobernadores del país son el de Baja California Sur con 65 puntos y el de Yucatán con 68.

Los gobernadores están en una inmejorable posición de fuerza política y administrativa por encima de la calificación que obtiene AMLO quien, a pesar de la tribuna diaria, mantiene una calificación de 50 puntos.

La mayoría de estos diez gobernadores pertenece a lo que se llama “La Alianza Federalista de Gobernadores de México”. Están los gobernadores de Aguascalientes, Baja California Sur, Durango, Guanajuato, Querétaro y Tamaulipas.

Hay temas en que los otros gobernadores se han sumado a esta corriente, para exigir un nuevo Pacto Fiscal, desarrollo energético sustentable, acciones para el combate a la pandemia, entre otros.

Sin embargo, todas estas iniciativas de los gobernadores panistas no encuentran eco ni en las bancadas del PAN en el Congreso de la Unión y mucho menos en el partido que comanda el “hijo prodigo” de Ricardo Anaya, Marko Cortés.

El PAN tiene solamente 79 diputados federales de 500 y 25 senadores de 128. Los diputados poco o nada apoyan las iniciativas de los gobernadores, mientras que, entre los senadores, hay voces, pero muy solitarias y poco respaldadas por sus colegas y correligionarios.

Por lo que toca al partido con su escasa participación y respaldo se mantiene, como dicen, haciéndole el “caldo gordo” a las esferas del poder, entrando en debates que no llevan a ningún lugar, o sólo abonan al circo mediático fundamental para el actual gobierno.

En ningún tema, en ningún proyecto se ha visto que el PAN, los legisladores y los gobernadores vayan unidos.

Hasta ahora no se sabe cuál es la posición del PAN como partido frente a la propuesta de los gobernadores de un nuevo pacto fiscal ni qué posición guardan frente al combate al crimen organizado y la militarización de la seguridad pública y así en cada una de las batallas que enfrentan a diario los gobernadores.

Ante partidos como el PRI, que ya son prácticamente un chiste y comparsa del actual poder, ante los partidos satélites que están como rémoras del poder, la única opción y oposición en México puede ser el PAN, aunque no signifique alternativa.

Lamentablemente se mantiene su división. Solo baste ver a gobernadores como el de Nayarit que parece de Morena, es como el “lord molécula” de los gobernadores o el de Chihuahua, quien parece perro sin correa. Mientras que el presidente del PAN solamente habla para enrarecer al partido, generar mayor división entre legisladores y gobernadores y hacerle el “caldo gordo” a Morena.

Así, sin una agenda que nos sume a los ciudadanos no afines en una agenda común,de no dejar la polarización, los conflictos internos y las agendas locales, el PAN asegurará intereses particulares, pero dejará que México siga en manos de las ocurrencias de la 4T.