La cruda realidad. Ruido excesivo. Se habla de un presidente confundido, empecinado y a punto de perder el margen de maniobra indispensable. La emergencia afuera es clara; ¿estamos entendiendo todos, pienso en los críticos de AMLO, la emergencia adentro? No es que no se deba cuestionar a Andrés Manuel, desde luego hay que hacerlo. Y exigirle que cambie lo que deba cambiar, pero ¿es necesario el exceso verbal que fácilmente podría transformarse en algo todavía más dañino?

Ahora que se haga evidente el peso de la realidad: el crecimiento exponencial del contagio, la muerte del 10% de los infectados contabilizados, el desbordamiento de hospitales y funerarias, el llanto y el dolor en todos lados, nuestros mayores cayendo, nuestra pobreza lacerante. 

Ahora que nos enfrentemos al desempleo y al cierre masivo de empresas, al hambre y al miedo por no tener comida ni medicinas en casa. Ahora que la cruda realidad se haga presente en toda su magnitud, ¿qué sigue?, ¿qué harán los que mandan?, ¿qué podemos hacer nosotros, los demás, los que contamos como estadística?

Pronto, muy pronto sentiremos a nuestro alrededor el olor a muerte, el drama de la desgracia. Ahora que se instale la tragedia no quedará otra que organizarnos para ayudar. Veremos en nuestra cara lo que sospechábamos e incrédulamente ya lo esperábamos: en términos muy claros y sencillos, estamos solos y desamparados. No existe fuerza suficiente para salvarnos a todos y sacarnos del atolladero. 

¿Servirá de algo burlarse con memes en redes y cadenas de chats que descalifican toda acción de gobierno? Encontrar culpables, ¿nos resolverá el problema? Nuestra ira y furia en contra de AMLO, ¿bastará para mitigar el dolor? Seguramente no.

Si acaso, no haber implementado medidas de confinamiento severas y obligatorias será lo que explique en buena medida el nivel de contagio y sus consecuencias. López Obrador deberá rendir cuentas en su momento con datos precisos en la mano. Qué sí y qué no se hizo. Y sobre ello juzgaremos.

Habremos concluido que se actuó con negligencia: tarde y mal. Será una conclusión universal (todos los gobiernos fallaron), desde luego. Pero ¿y qué ganaremos con ello? Poco, ni para el consuelo nos sirve.

Las respuestas de confinamiento a costa de paralizar y destrozar una economía que ya no respondía a la satisfacción de vida digna de la mayoría de los ciudadanos, ¿habrá sido suficiente? No, a todas luces será insuficiente pues el riesgo de contagio sigue latente y mientras no existan test suficientes, tratamientos confiables y, finalmente, una vacuna, el espacio público y el contacto social, laboral, ocasional, serán riesgosos. La economía global, nacional, de la ciudad, del barrio, del hogar, sufrirán en sus cimientos una sacudida nunca antes vista

La emisión indiscriminada de dinero para escalonar la caída y salvar primero a los de arriba y a la gran burocracia mundial (únicos que hoy tienen seguro su cheque mensual), para luego dar paliativos de corto plazo a la mayoría moribunda, no pasará el más elemental análisis ético

¿Se habrá, al menos, organizado el mundo y sus múltiples y costosas organizaciones internacionales, para invertir lo necesario en el desarrollo de pruebas (test) al alcance de todo el mundo?, ¿contaremos con tratamientos que ayuden a curar el contagio, su producción y distribución a precios accesibles?, ¿habremos organizado el descubrimiento y desarrollo de una vacuna salvadora así como la su producción y distribución mundial?

No existe ningún indicio de que se estén organizando los recursos (humanos, técnicos, financieros) para acometer estos problemas de manera orquestada y decidida. Una irresponsabilidad y miopía absolutas. Los ciudadanos tendremos claro que nuestros gobernantes, por activa o por pasiva, han dejado de representar el interés público. Cuando pase la emergencia, cuando llegue el momento de hacer el recuento de los daños, será muy difícil no sancionar las conductas inmorales, negligentes, cobardes y hasta criminales de tanto gobernante y funcionarios públicos. De igual manera, habremos de reconocer el enorme trabajo, heroico sin duda, de personal médico, policías y soldados, empleados de farmacias, de tiendas que venden alimentos, maestros a distancia, de recolectores de basura, de trabajadores que nos proveen de electricidad, internet, televisión, lecturas y tantos más que hicieron del confinamiento una lección de vida y un reconocimiento de gratitud.

Todos los planteamientos que leemos y escuchamos son de instituciones o iniciativas privadas. Pero ¿es que ni en esta ocasión se van a poner de acuerdo para actuar colectivamente? Parece que no.

Del lado de la economía, no se están dando los pasos para organizar la actividad comercial para los nuevos tiempos. Parecería que la visión de nuestros gobernantes va encaminada a tres cosas: salvar el pellejo (echarle la culpa a quien se deje, engañar y tratar de conservar el poder), segunda: atender la urgencia (formando equipos de expertos que hablen y distraigan, anuncien cantidades enormes de dinero para resolver todos los problemas) y última, ocultar la incapacidad e ignorancia de todo el aparato del Estado ante una circunstancia mal prevista y mal atendida (para ello, se ha montado un discurso de solidaridad, inventando héroes, tomando medidas de emergencia tardía, convocando a ruedas de prensa infinitas tratando de minimizar la gravedad). 

Las prioridades económicas son salud, alimentación, educación, infraestructura (telecomunicaciones, logística en ciudades y pueblos) y cultura. No hay plan de acción para organizar nuestra economía hacia allá. Todo lo que oímos son discusiones sobre a qué y a quién dedicar los paliativos. No conocemos de un plan sensato y congruente que convoque a la sociedad a salir adelante con ánimos e ilusión. 

¿Qué pasa? Creo que, por desgracia, tenemos al frente a un presidente que le está costando mucho trabajo comprender (entender y sentir) lo que se necesita y el malestar que de manera creciente se está instalando en la conversación nacional. Algunas consideraciones:

1. AMLO debe reorganizar a su equipo y poner en manos de Ebrard la tarea de construcción de pactos con los actores sociales y la implementación de las acciones debidas y urgentes desde el gobierno.

2. Se deben crear los mecanismos necesarios para que desde el sector salud y el sector económico exista un plan único de acción construido y consensuado entre el gobierno federal, los gobiernos estatales, los presidentes municipales, los responsables del sector salud nacionales y locales y los representantes de los agentes económicos.

3. La construcción de un discurso congruente y consistente sobre la unidad y propósitos nacionales de cara a la comunidad internacional.

4. Aprovechar el carisma del presidente para que ante las clases más desprotegidas, se garantice la atención por parte de su gobierno, de las necesidades más apremiantes de la población vulnerable. 

5. Reorganizar, ante la nueva realidad, los proyectos del sexenio reprogramándolos e invitando al capital privado para su consecución. Rectificar el caso de la cervecería cancelada. 

Pero por sobre todas las ideas y acciones: demostrarle a TODO México que tenemos un presidente que sabe poner por encima de todo, el interés nacional. Que por amor a la patria es capaz de cambiar, reconsiderar, corregir e inspirar a todo un pueblo. Que nadie discute la prioridad de atender a los pobres, ni de la asignación de recursos de abajo hacia arriba, mucho menos de combatir a la corrupción y de tener un gobierno austero. Ahora se hace imperativo que él comprenda que también requerimos ajustes al discurso y al concurso en favor de todos los demás, que también son mexicanos.

Las consecuencias de no hacerlo ya las podemos imaginar: empresarios que no invierten, medios de información que atacan, desánimo en las clases medias, violencia rampante, gobernadores disidentes, elites en pugna con su régimen, desorden en su gabinete, partido sin proyecto, comunidad internacional cada vez más escéptica. El fin de su proyecto a un costo altísimo para México, incluyendo a los pobres que tanto defiende. Debe evitarse, aún hay tiempo.