Así como en Brasil brotan futbolistas, en Italia surgen artistas, principalmente en los ámbitos del cine y la música (combinación que podría tener su antecedente en la Ópera, que floreciera con gran éxito en su tierra, cuna del Bel Canto).

En Italia, dos directores de cine, en colaboración con dos músicos especialistas en bandas sonoras, se hicieron míticos: Federico Fellini con Nino Rota, y Sergio Leone con Ennio Morricone, quien recientemente falleciera durante la madrugada del 6 de julio, en el Policlínico del Campus Biomédico de la Universidad de Roma, a los 92 años de edad.

Realizó más de quinientas composiciones para cine y televisión, destacando: “Días de Gloria” (Terrence Malik, 1978), “La Misión” (Roland Hoffé, 1986), “Los Intocables” (Brian De Palma, 1987) “Cinema Paradiso” (Giussepe Tornatore, 1988), pero su principal legado lo dejó en el lejano oeste, hasta su última pieza premiada con un Oscar: “Los ocho más odiados” (Quentin Tarantino, 2015).

 

El “espagueti western”.

El western (mejor conocido como “cine de vaqueros”) tuvo un cambio radical en los 60, con la propuesta de Sergio Leone (de muy breve filmografía, cuyas películas fueron casi en su totalidad westerns, salvo “Érase una vez en América”, de 1984, que es de gangsters. Todas musicalizadas por Ennio Morricone).

A los vaqueros les quitó las chaparreras, las camisas de cuadritos y el paliacate amarrado en el cuello, y los convirtió en antihéroes misántropos y polvorientos, de baja moral, ataviados con abrigos largos y sarapes, enfrentados en tragedias humanas, ubicadas en un mundo hostil, a veces tan árido y seco como el rostro de Clint Eastwood (el actor que, junto con Leone y Morricone, completara la “Trilogía del Dollar”, mítica saga cinematográfica, que incluye “Por un puñado de dólares más”, de 1965, y “el Bueno, el malo y el feo”, 1968).

Todo comenzó cuando Sergio Leone invitó a su amigo de la infancia Ennio Morricone a musicalizar su primer Espagueti Western: “Por un puñado de dólares” (1964), que olímpicamente se había pirateado de Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961), cambiando a los samuráis por vaqueros. Esto le costó una demanda que le obligó a pagar el 15% de derechos de autor a los guionistas: el propio Kurosawa y Ryuzo Kikushima; trama que volvería a ser llevada a la pantalla en 1996, como “El último hombre”, dirigida por Walter Hill y protagonizada por Bruce Willis, que sería un fracaso de taquilla.

Filmada en el Hoyo de Manzanares, Madrid y el Parque natural del Cabo de Gata-Nijar, Almería, España, pues ofrecía a Italia los parajes más cercanos al inhóspito oeste norteamericano.

Realizador y compositor se entendieron de inmediato respecto al nuevo modelo de western y Morricone pudo traducir en notas la melancolía, la aridez, la dureza y la inmensidad de la extensa llanura donde acontecía la nueva épica.

Aquí se funde el genio con la ciencia, pues solo un auténtico músico puede convertir los sentimientos, matemáticamente, en partituras, donde el tempo, la armonía y las tonalidades, encuentran su traducción. Así contribuyó en el género, dándole voz a la ambientación, que sería modelo para muchas imitaciones, dentro y fuera de Italia (incluso en México, donde se creó el “chili western”, cuya máxima obra es “El tunco Maclovio”, dirigida por Ignacio Mariscal en 1970, con Julio Alemán como protagonista).

 

“El bueno, el malo y el feo”

Así como Henri Mancini tuvo la bendita inspiración para crear el “Tema de la Pantera Rosa” y Nino Rota el “Tema de El Padrino”, Ennio Morricone compuso el legendario tema de “El bueno, el malo y el feo”.

Como Tchaikovsky cuando metió cañonazos en su “Obertura 1812”, Morricone introdujo balazos, además de silbidos y yodel, una forma de canto de origen austro-bávaro, que consiste en una gesticulación vocal, muy usada en cantos tiroleses y otras formas folclóricas, con voces que no dicen nada, al estilo del scat jazzístico; en este caso, con cambios bruscos en el tono del registro vocal.

Como Richard Wagner en su tetralogía operística “El anillo del nibelungo” (donde uso instrumentos y tonos para caracterizar a los personajes), Morricone usó la flauta para identificar al “bueno” (Clint Eastwood), la ocarina (silbato de barro) para el “malo” (Lee Van Cleef), y coro humano para el “feo” (Eli Wallach).

El legendario tema ha sido homenajeado múltiples veces, incluyendo remixes de DJ’s.

 

Compositores relacionados

Luis Bacalov, oriundo de Buenos Aires, quien además de componer para muchos espagueti westerns (destacando “Django”, Sergio Corbucci, 1966), compuso la banda sonora de cintas memorables de otros géneros, como “El Evangelio según San Mateo” (Pier Paolo Pasolini, 1964) y “El cartero” (Michael Radford, 1996), además de componer rock progresivo para el grupo New Trolls.

Francesco de Masi, compositor italiano de un montón de churros deliciosos, entre películas de romanos, terror y espagueti westerns; basta con algunos títulos para enamorarse del género, en su aspecto más popular: “Siete pistolas para una masacre” (Mario Caiano, 1967), “El momento para matar” (Guiliano Carnimeo, 1968), “Concierto para pistola solista” (Michele Luppo, 1970).

Angelo Badalamenti. Músico neoyorkino de origen italiano. En su aspecto más sentimental (si no es que sentimentalista, sin intención peyorativa), este compositor escurre miel y tristeza, como los pasajes más dramáticos de Ennio Morricone, sobre todo en colaboración con la cantante Julee Cruise, para la saga de “Twin Peaks”, que iniciara formalmente David Lynch en 1990.