Tal como estuve anticipando en mis escritos sobre las elecciones en EUA desde el arranque de las primarias, Donald Trump ya es el presidente 45 de los EUA. Pero también le di siempre a Donald muy buenas posibilidades de ser un buen presidente de los EUA ateniéndome a su pragmatismo, su notable astucia y a la vapuleada fenomenal que le estaba dando a las élites y a la clase política de los EUA. Y tampoco me equivoqué en esto si me atengo a los hechos que se han ido consumando hasta el momento, y pese a la persistencia del fallido programa de sabotaje del grupo Clinton-Obama-Soros. En efecto, lo que vemos hasta el momento en el desempeño de Donald Trump es a un presidente que está empezando a sacar a EUA del estado moribundo en que lo tenía Obama, y que lo está poniendo de pie y activando poco a poco al menos en la economía y las expectativas de las personas. Y hay bastantes correlatos objetivos para esto que digo.

Desde el momento en que Donald Trump ganó las elecciones en EUA la bolsa de valores empezó a mostrar subidas notables que persisten. Durante los días siguientes al triunfo de Donald, al entrar noviembre, el Dow Jones Industrial empezó a crecer de manera inusual y a romper marcas históricas. El Dow ha aumentado más de 13 % desde el triunfo de Donald el 8 de noviembre. En los más de 70 días de actividad bursátil desde entonces el Dow ha alcanzado en 28 días los picos más altos al cierre en la historia, en tanto que en 20 días ha alcanzado los segundos y terceros lugares históricos en picos más altos. Esto es algo que no se veía desde el año 1987, bajo la presidencia de Ronald Reagan. El resultado de esto es lo que ya ocurrió hace días: el Dow Jones ya rompió la marca histórica de los 20,000, y todo apunta a que va por más. Según Fox Insider, las notables ganancias del Dow Jones en el primer mes de gobierno de Donald Trump no habían sido tan altas desde el primer mes de gobierno del presidente Taft, en 1909.

La Filadelfia Fed anunció hace días que, después de la elección de Trump, su índice de manufactura alcanzó los más altos niveles en los últimos 33 años, algo que no ocurría desde la era de Reagan. Esa agencia atribuye esta alza histórica a la mejora en las expectativas de negocios con el triunfo de Donald y parece que da los primeros barruntos sobre el retorno del coloso EUA a sus viejas glorias industrialistas. Desde el triunfo de Trump las expectativas de los norteamericanos ordinarios de encontrar un buen trabajo - bien pagado y de calidad - han crecido a niveles que no se registraban en los últimos 16 años. Todo esto es bastante consecuente con esa febril actividad por hacer nuevas y grandes apuestas en la mesa de los negocios que vemos en EUA desde que Trump ganó las elecciones, y donde destaca la intensa interacción de negocios y política entre el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y Donald Trump.

Aun los más enconosos rivales de Trump han tenido que ir aceptando que EUA se ve mejor con Trump que con Obama. Hace unos días, por ejemplo, el FMI corrigió su apuesta inicial contra EUA y declaró que todo indica que Donald Trump sí es un cambio positivo para los EUA al menos en el corto plazo. Por supuesto que el FMI le sigue apostando al fracaso de Trump en el largo plazo en vista de poder rescatar su modelo fallido de neoliberaismo que se encuentra bajo amenaza en EUA. Sin embargo, apuesto a que el FMI se volverá a equivocar con Trump porque no han parado mientes en que se trata de un pragmatista que sabe adaptarse a las exigencias de las circunstancias, no de un rígido dogmático neoliberal.

Los hechos consumados dejan claro que Donald sí tiene la fórmula correcta para reactivar a los EUA. Y creo que son tres los elementos fundamentales de esa fórmula: sentido de responsabilidad, espíritu democrático y revalorización de los individuos frente al Estado y el corporativismo. Como ya nos consta, Donald está aplicado a cumplir todas sus promesas de campaña a muy alta velocidad. Como pocas veces en la historia de ese país estamos viendo a un presidente entrante apurado de verdad por echar a andar su proyecto de nación. Este celo por la consecuencia, por darle correlato objetivo a sus promesas, está poniendo en claro que Donald sí tiene un alto sentido de responsabilidad. Es claro ya que él sabe que si quiere ser un líder con legitimidad moral y veraz, está exigido a cumplir. Y lo está intentando con fe. Ese empeño de Donald por cumplir el programa político por el cual lo eligieron los norteamericanos está restableciendo en automático a la democracia y socavando al sistema amañado en favor de las élites que prevalecía en ese país hasta el régimen de Obama. Finalmente, la revalorización de los individuos frente al Estado la vemos en esos capítulos importantes del programa político de Donald apuntados a la atenuación y racionalización del Estado.

Muestras sobre la atenuación y racionalización del Estado con Trump ya las tenemos al arranque en buena copia entre programas y acciones concretas. Se lanzó un programa de reducción neta de regulaciones del Estado y hasta las últimas consecuencias. El régimen está enfocado en la necesidad irrevocable de retirarse y atenuarse lo más posible para estorbar lo menos posible la iniciativa de los individuos. Está en marcha un programa de reorganización del Estado para la reducción del gasto al mínimo posible. Se anuncia un programa de reducción de impuestos. El quebrantado Obamacare está en ruta de ser anulado. Donald ha renunciado a la política de guerra de Obama en Medio Oriente en atención sobre todo a su derroche económico, y emplazó a la OTAN a un dilema: o grava los costos del organismo de manera justa entre los países del club o EUA se retira de la alianza. En un mes de gobierno ya le bajó 12 billones de dólares a la colosal deuda de los EUA. En una hora de negociaciones con Boeing logró descontarle 1 billón de dólares al costo de la flota Air Force One sobre el precio que había acordado Obama.

Todos estos cambios positivos que ha traído Donald Trump son ya señales alentadoras para los ciudadanos, y parece que se están convirtiendo en detonantes de la posible recuperación de los EUA. Y nada más natural que esto esté ocurriendo. Si los ciudadanos perciben un retorno de la democracia y la consecuente disolución del sistema amañado de Obama, un nuevo programa político que no es más de lo mismo, es decir mitología política o programa que no se ha de cumplir, sino un programa que sí tiene posibilidad de concretarse, y sobre todo un Estado que estorba y grava menos sobre ellos, es natural que vengan las buenas expectativas, la voluntad resuelta para confrontar el conato de recuperación, y que con ello llegue el gran dinero a la mesa de apuestas en los negocios que a la postre detona el círculo virtuoso de la economía.

Pero también todas estas mejoras que llegan con Donald Trump nos ponen en clara evidencia las muchas y muy graves deficiencias de Barack Obama como presidente de los EUA. En efecto, porque cada una de esas mejoras que ha logrado Donald en tan solo un mes de gobierno eran posibilidades también antes, en tiempos del anterior régimen, mas eran posibilidades que Obama no llevó a la realidad ya bien porque no quiso o ya bien porque simplemente no pudo. Y no es sino por esas deficiencias que el balance de Obama como presidente de los EUA ha sido simplemente ruinoso. Entrega un país aplanado económicamente, que había renunciado a toda posibilidad de real recuperación una vez que la Fed dejó la tasa cero. Desde entonces EUA era un país prácticamente resignado a existir aplanado, estancado o con crecimientos mediocres, endeudado, con pobres creciendo como bacterias. Obama llevó la deuda de los EUA a un crecimiento simplemente espeluznante, desde los casi 11 trillones a los casi 20 trillones de dólares. A saber, solo dos presidentes en toda la historia norteamericana superan a Obama en mal desempeño en materia de deuda y su relación con el PIB. Causas importantes de ese endeudamiento fueron su política de guerra y eso de compensar a los especuladores de Wall Street por sus supuestas "quiebras" derivadas de su burbuja de los subprime, y gracias a la cual se enriquecieron al saquear a decenas de millones de trabajadores ahorradores en los EUA. Por su mismo fracaso económico Obama se convirtió en el rey indisputable de los bonos de comida gratis para los pobres. Su programa Obamacare está en franca ruta de quiebra. Con su política de guerra deja al menos dos sociedades en Medio Oriente en ruinas, Libia y Siria, y detona a la postre una oleada de inmigración masiva hacia los países más desarrollados que se traduce en más cargas para los contribuyentes y costos en materia de seguridad y calidad de vida.

En materia de seguridad, el EUA de Obama fue escenario de muy frecuentes atentados terroristas de baja intensidad y de disturbios por conflictos raciales. Uno de los más importantes bastiones demócratas, Chicago, que presumía de un excelente control de armas, se le convirtió a Obama en la ciudad con mayores índices de criminalidad. Llama la atención el hecho de que los agentes del ICE estén capturando en estos tiempos a cientos de ilegales que, en una buena cantidad de casos, cuentan con "impecables" hojas de servicios en materia de criminalidad. Esto es absurdo porque nos dice que EUA necesitó que llegara a la presidencia Donald Trump para que por fin las autoridades pusieran fuera de circulación a esas personas porque Obama jamás hizo algo al respecto. Es claro, pues, que para Obama la seguridad, la ley y el orden, no eran relevantes.

Pero lo más grave para Obama es lo siguiente: deja a una sociedad norteamericana fracturada - un vestigio de la burbuja especulativa y crisis del 2008 - y un sistema amañado. El mismo Obama reconoció en su discurso de apertura en el congreso en el 2016 su fracaso en estos puntos. Ahí reconoció que la sociedad se le había fracturado, que la precepción del yanqui ordinario era la de un EUA como un sistema amañado, diseñado para favorecer a las élites a costa de los ciudadanos ordinarios, y que él no podía solo con los retos de la unidad y la recuperación norteamericanas. Y ya sabemos que esta incapacidad culpable de Obama le preparó al cierre de su régimen una verdadera tragedia: una candidata demócrata a la presidencia envuelta en el escándalo político más grande de toda la historia norteamericana, un proceso electoral muy amañado en favor de la Clinton, y su consecuente derrota ante Donald Trump. Más tragedia para Obama no se puede. 

Desde días atrás se ha estado publicando en algunos medios independientes de los EUA alguna información referente a que Obama está ocupado de tiempo completo en la organización de un gobierno sombra en Washington, estructurado sobre una base de algunos miles de activistas adoctrinados al estilo Alinsky. Lo de Alinsky a mí me parece un pedante eufemismo intelectualista para ocultar la doctrina real en este asunto: los intereses del especulador George Soros. Y no suena descabellado esto si nos atenemos a las revelaciones de Assange durante la campaña donde se puso en claro documentalmente que Soros tiene mucho poder de influencia en ese grupo formado por los Clinton y Obama. Pero si todo esto es cierto, como parece ser, sería bastante lamentable porque entonces lo que veremos en los tiempos por venir es a un Obama que, de ser un muy mal presidente de los EUA, pasó a ocuparse como activista contra su propia nación. Digo esto porque la democracia yanqui ya decidió que el programa político para la gestión del Estado norteamericano es el de Donald Trump. Si Obama se sigue resistiendo a aceptar esto y busca la confrontación en las calles, entonces está demostrando que no es un buen yanqui porque no entiende uno de los más importantes valores de los EUA: la democracia.

La ironía en esto es que Donald, el eficaz, no está cobrando un sueldo por servir como presidente de los EUA. El renunció al sueldo de presidente, aunque le obligaron a cobrar 1 dólar por norma. En cambio Obama, el ineficaz, sí que cobró su salario y reportó muchos costos crecidos por diversiones, especialmente con sus muy frecuentes escapadas al golf. Y tal vez algunos dirán: "Bueno, no vale porque Trump es magnate y puede sacrificar el sueldo". Nada de eso, al contrario. El hecho de que Trump sea un magnate le imputa a su tiempo un valor mucho más alto que el valor del tiempo para Obama. Y ya con solo eso Trump está sacrificando mucho más que Obama al ocuparse como presidente. En estricto sentido, Trump tendría más razones creíbles que Obama para cobrar el sueldo de presidente de los EUA, pero ya sabemos que renunció a su sueldo. 

Donald está en un campo muy parecido al que vivió Andrew Jackson en su momento. El proyecto era restablecer la democracia para derrumbar un sistema amañado en favor de las élites del momento. Se trataba, pues, de un campo cuajado de confrontaciones, habladurías y escándalos detonados por las mismas élites que se veían bajo amenaza. Pero Donald, al igual que Jackson, superará esto con facilidad porque está en lo válido y porque tiene algo muy importante que no tuvo Obama: carácter. Donald Trump me sigue pareciendo un híbrido muy interesante y prometedor de Donald y Teddy Roosevelt que está listo para la grandeza en la política.

Creo que para muchos despistados Donald Trump terminará siendo una de esas grandes ironías de la historia norteamericana, que de parecerles un incapaz al amanecer, llegó a la grandeza en el crepúsculo de la tarde. Pero yo no soy uno de los despistados. Atenido como siempre a los hechos que se van consumando, sigo infiriendo que Donald Trump será un buen presidente de los EUA.

Y eso es todo.

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