El gobierno federal inició septiembre con la presentación del Paquete Económico 2015. Se trata de las directrices con las que pretende administrar la economía y las finanzas públicas en el próximo ejercicio. La propuesta quedó en manos del poder legislativo y, sujeto al análisis y posibles modificaciones. Es la misma interacción de cada año, pero con el ingrediente extra de cada seis: las elecciones de medio sexenio. Una coyuntura siempre tentadora para hacer política electoral con el Presupuesto de Egresos.

 Corresponde a Diputados y Senadores cuidar el destino de los recursos, asegurarse de que no se manipulen en aras de las elecciones; por el ejecutivo, es la Secretaría de Hacienda quien negocia en ambas cámaras para que se respete la esencia del paquete, para que los legisladores tampoco lo modifiquen en busca de beneficiar a sus partidos. Es un jaloneo donde todos ceden un poco y aprietan otro tanto. Un vivo ejemplo sobre el arte de lo posible.

 Lo escribo por dos elementos de la propuesta económica que reflejan la prioridad de lo electoral sobre la continuidad de las políticas públicas necesarias.

Primero, el esbozo de que solo haya un gasolinazo más, uno de 3 % a inicios de año. Desde luego que su escribidor no es un devoto del combustible oneroso, se entiende que la medida será popular y que todos descansaremos por el fin de los aumentos periódicos al combustible. No obstante, recordemos que estas alzas acontecen para disminuir el subsidio implícito en las gasolinas, para que su precio se acerque a la realidad del mercado, para que el gobierno deje de suministrarnos un bien muy caro a un precio accesible.

La gasolina es un producto que México aún no puede dejar de subsidiar por las condiciones de nuestra industria energética; es parte de lo que deberá corregir la reforma, pero todavía no se vuelve realidad, así que permítame aclarar.

Por supuesto que los gasolinazos a nadie benefician, claro que el gasto familiar resulta disminuido y el imaginario colectivo lastimado, a ninguna sociedad le gusta pagar más por lo mismo. No obstante, son una de esas políticas públicas odiosas que a nadie gustan pero que son necesarias, que resultan obligadas para fortalecer un poco el erario y canalizar algo de recursos a otros subsidios que beneficien a la población más necesitada, no solo a la que posee un automóvil.

Entonces, el hecho de que no aumente la gasolina en 2015 para nada significa que la población vaya a recibir un beneficio, aunque así parezca y se perciba. Simplemente se suspenderá por doce meses una política necesaria pero impopular, a efecto de que la ciudadanía no la recuerde y esté de mejor ánimo el día de las elecciones. Pero bueno, ¿quién dice que los votantes somos racionales?

En segundo término, está el no proyectar reforma fiscal alguna para 2015. Y de nuevo le preciso, este columnista, al igual que Usted, no es adorador del pago de impuestos. Empero, ello no impide reconocer que México necesita una gran reforma hacendaria, misma que transita por drásticos cambios fiscales.

Somos una nación donde muy pocos pagan impuestos, menos del 50 % de la Población Económicamente Activa. En contraste, somos un país donde el 100 % de la población se beneficia del gasto público. Vaya, menos de 50 millones de personas cubriendo los gastos de más de 117 millones de conciudadanos.

 Una reforma necesarísima, pero aún en el cajón de los estadistas, es aquella que logre ampliar la base tributaria, la que consiga que todos aportemos al gasto en alumbrado, seguridad, salud, pavimento y muchas cosas más. Pero bueno, ¿qué gobierno en su sano juicio la impulsaría en año electoral? Ni que los electores fuéramos racionales. Así que ni hablar, deberemos esperar a 2016. Ojalá.

 

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.

 

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