¿Qué representa un decálogo? Son reglas, principios que se consideran básicos para una actividad y por su misma naturaleza, no van acompañados de acciones; a diferencia de un manifiesto, cuya característica principal es delinear su dirección estratégica.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador presentó hace días un decálogo para prevenir la violencia hacia las mujeres. Principios que retratan por un lado, el reconocimiento de la violencia que padecemos las mujeres, pero también, el castigo urgente a los violentadores. Sus detractores, ávidos de una agenda que delimite sus acciones, no entendieron su posicionamiento, mucho menos la diferencia entre decálogo y manifiesto.

Es cierto, hacen falta establecer estrategias, mecanismos y acciones integrales con cada una de las dependencias del gobierno para que las violencias a las mujeres cesen, porque lo mismo violenta quien no reconoce a sus hijos e hijas mientras el proceso de justicia sigue siendo lento y costoso para las mujeres, como quien una vez reconociéndoles, no cumple con la pensión alimenticia y la cárcel para ese tipo de violencias, también es un proceso sinuoso. Violentan los ministerios públicos al no activar los protocolos ante posibles feminicidas y no protegen la vida de las mujeres que denuncian a sus agresores. Violentan quienes en la salud, siguen vulnerando a mujeres desde procesos obstétricos. Violentan los medios de comunicación que revictimizan a mujeres y tampoco reciben castigo. Y así podríamos continuar.

Las violencias han sido normalizadas y es la generación a la que pertenezco, la que con rabia exige respeto a nuestros derechos, a nuestros espacios, a que nos nombren, a que la justicia se escriba con prontitud y dignidad hacia nosotras. Con sororidad reconocemos la lucha de las compañeras con capucha, las que con todo el derecho, gritan por todas. El feminismo es una revolución y no una moda.

Celebro que por primera vez, exista libertad en México. La libertad con la que Frida Guerrera o Denisse Dresser pueden cuestionar al presidente en un ejercicio democrático impensable. Esa libertad con la que la presidenta de la comisión de género en el congreso federal, Wendy Briseño señala a los violentos de su partido y pide sanciones; esa libertad con la que la Senadora Malú Micher marca posicionamientos importantes para beneficio de las mujeres. Acompañando al presidente si, pero también delineando posturas muy claras en torno a la agenda de las mujeres, como la negativa a la desaparición de la categoría jurídica del feminicidio.

Me siento tranquila cuando leo a jóvenes replanteando la política pública de las mujeres sin menoscabo a través de las benditas redes sociales. Lo cierto es que quieren dividirnos. La derecha pretende utilizar al feminismo para sus objetivos políticos cuando en el sexenio de Felipe Calderón los feminicidios marcaron el cuerpo de las mujeres, como lo explica Rita Segato, desde el narcotráfico. Eso es mucho cinismo, mucha insensibilidad, demasiada perversidad.

Se necesita, urge reestructurar la agenda política y pública de la prevención, sanción y erradicación de las violencias hacia mujeres en este país, pero no es culpa del presidente y tampoco lo lograremos sin un gobierno enfocado en lograrlo. El machismo no es un asunto de partidos, es estructural y anida, ha vivido por demasiado tiempo en todos lados.

Leí con atención el manifiesto que emergió de un colectivo de reconocidas feministas, valioso en todo su contenido. Sus ideas y propuestas pueden y deben llevarse urgentemente a mesas de trabajo, con seguimiento y evaluación constante. Ese podría ser un nuevo planteamiento que podría retomar la Secretaría de Gobernación. No todo es trabajo del presidente. Las instituciones encargadas, como el propio Instituto Nacional de las Mujeres están obligadas a dar resultados.

Por otro lado, el dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, un “hombre” precisamente sale a emitir un decálogo sobre violencias hacia mujeres como respuesta al ejecutivo. No entiende nada. Eso se llama “oportunismo” cargado de “protagonismo” y no una preocupación seria por las mexicanas. ¿No tendría más sentido si una mujer de su partido lo hiciera? Así su congruencia. El poder no se comparte, menos con las mujeres. Esa es la lógica imperante.

Probablemente otros partidos emitan sus decálogos aunque primero deberían sancionar a los violentadores dentro de sus propios institutos políticos, porque hay bastantes. A manera de sugerencia, en los lugares donde son gobierno, sería más contundente que predicaran con el ejemplo y concretaran acciones contundentes de su propio decálogo.

Requerimos planteamientos de todas y todos quienes quieran aportar a las soluciones. Requerimos que la cuarta transformación los haga suyos. Con nosotras todo, sin nosotras nada.