Llega el momento de hablar de la absurda forma en que hemos desaprovechado el potencial de los centros históricos de las ciudades mexicanas.

Lo mismo si hablamos de Mérida, Oaxaca, Puebla, Morelia o la misma Ciudad de México, estamos hablando de verdaderas joyas, que destacan lo mismo por su valor cultural, que por lo que tendrían que representar como detonadores de eficiencias urbanas.

Pero no, más allá de que comparten belleza, el común denominador entre estos centros históricos es la subutilización de un suelo y un patrimonio inmobiliario de auténtico primer orden.

Se trata evidentemente del suelo con mejor ubicación de cada ciudad. Un suelo que debiera tener una muy sólida y estratégica oferta de vivienda, y que debiera contar con inmuebles que permitieran multiplicar el potencial de desarrollo comercial y turístico de sus ciudades.

Y no es que nadie se haya dado cuenta de esto, el punto está en que las propuestas de reactivación han pasado por alto las razones fundamentales del deterioro en que han caído estos espacios urbanos; enormes complejidades en la acreditación de la propiedad de los terrenos o inmuebles, el hecho de que los mismos estén catalogados por el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) o el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) y en consecuencia sea muy difícil construir en esos predios, y regulaciones urbanas obsoletas que limitan a extremos absurdos la posibilidad de construir algo en ellos.

Ninguno es tema menor...

Baste ver que se trata de predios que en muchos casos han pertenecido por siglos a una misma familia y que a lo largo del tiempo han generado muy complejos problemas en cuanto a la sucesión y los trámites y pagos relacionados. Es muy difícil que alguien acredite en forma contundente la propiedad y es igual de difícil encontrar predios que no reporten enormes adeudos por concepto de impuesto predial o servicios públicos.

Tampoco es trema menor el hecho de que tratándose de centros históricos, la gran mayoría de los inmuebles están de alguna forma catalogados por el INBA o el INAH y en consecuencia son poco menos que intocables.

Y si todo esto fuera poco, los centros históricos están inmersos en obsoletas regulaciones urbanas que, marcadas por bajas densidades y usos muy limitados, condenan a sus predios e inmuebles a una inevitable subutilización.

Y conste que estamos hablando de centros históricos de enorme belleza, que se encuentran además entre los más grandes de América Latina, abarcando superficies con la mejor ubicación, que debieran ser grandes soluciones al reto habitacional y motores de desarrollo económico, sustentado en poderosos corredores comerciales de incuestionable atractivo turístico.

El lamento es constante; “estamos desaprovechando nuestros centros históricos”...

Pero la solución no llega...

Y no llega porque aun y cuando pudiera estar respaldada en políticas y estrategias de alcance nacional, termina siendo tema ligado a la actuación de los gobiernos y órganos legislativos locales, que en muchas ocasiones, no cuentan ni con recursos para armar sus planes de desarrollo urbano, ni con capacidad para lograr los acuerdos que permitan actualizar sus regulaciones y obtener los recursos necesarios para consolidar vocaciones urbanas.

Se requiere, por ejemplo, conformar un catálogo de buenas prácticas que al respecto se han dado en el ámbito internacional, pero, también, recuperar lo bueno que se ha hecho en este sentido en México, que, justo es decir, no ha sido poco.

Porque habría que decir muchas cosas buenas, por ejemplo, del gran rescate que hicieron en Zacatecas o Oaxaca... O la tropicalización de modelos como el de los llamados Pueblos Mágicos, que canalizó recursos para desarrollar una serie de destinos.

Queda, por ejemplo, el muy buen antecedente de la peatonalización de avenidas emblemáticas del Centro Histórico de la Ciudad de México, que, como en el caso de la Avenida Francisco I. Madero, cambiaron la dinámica comercial y turística de la zona.

Es evidente el potencial que implica recuperar y reactivar los centros históricos...

Y es evidente también que esto no puede ser resultado de la casualidad, sino que, por el contrario, tendría que ser resultado de un proceso integral que contemple programas de perfeccionamiento de la tenencia de predios e inmuebles, así como de la actualización de planes de desarrollo urbano, teniendo siempre como prioridad la protección de nuestro patrimonio cultural.

Se trata en esencia de que el rescate de los centros históricos sea parte fundamental de los proyectos de ciudad que debieran tener quienes las gobiernan.

Deben ser parte de un proyecto destinado a hacer de las estructuras urbanas, punto de partida para cumplir objetivos lo mismo de carácter social, que económico, urbano o ambiental.

El hecho es que estamos al borde de una crisis urbana y pareciera que la solución está al alcance de la mano... Quizá se trate solo de que rescatemos las ciudades vía el rescate de sus centros históricos.

 

Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos

Correo electrónico: hurbano@centrourbano.com

Twitter: @horacio_urbano