El affaire Sean/Kate está dando mucho de qué hablar. El experto en medios Raúl Trejo Delarbre cuestiona la ética de estas dos personas ya que con su trabajo poco profesional se están poniendo "al servicio" del Chapo Guzmán, afirma en su editorial del día de hoy. Presume incluso de posibles responsabilidades judiciales de los artistas.

Según entiendo, el doctor Trejo considera que lo que hicieron los artistas contribuyen a hacer apología del narcotraficante, a solicitud y bajo la supervisión del propio criminal o haciendo uso del interés que los populares artistas tienen en el personaje. Su análisis es interesante, considera otras cosas sobre la manera en que se han puesto “al servicio” del narcotraficante y mete a discusión el asunto de la ética periodística. Retoma un artículo que escribió en el mismo tono sobre la entrevista de Julio Scherer al Mayo Zambada hace 6 años. Su propuesta es que se hace necesaria una nueva regulación en los medios.

Si se considera que el trabajo de los artistas configura un delito, incluso desde la perspectiva legal actual, como sería la de incitar o promover la violencia o el crimen en general como consecuencia de la visión apologética que se hace del narcotraficante, creo que no sólo los medios estarían metidos en esta cuestión, sino también la industria editorial, la literatura, la música y muchas otras actividades y sectores de la vida social y económica actual.

Quizá por eso creo que el doctor Trejo está viendo el árbol y no el bosque de la manera en que el narco se ha metido en la sociedad. En ese sentido el affaire de los artistas sólo sería una nimiedad frente a esa apabullante y copiosa realidad en la que la narcocultura, en su más amplio sentido, florece y se desarrolla en la sociedad actual, y no sólo en México, aunque bajo diferentes matices y profundidades.

Si reconocemos la falta cometida por los artistas se engrandece el hecho por ellos cometido porque no han sido los únicos que se han puesto “al servicio” del narco. Existe una economía que el narco ha desarrollado bajo la complacencia de las autoridades, básicamente porque han sido omisas, o bien sus investigaciones no han obtenido muchos resultados ante dichas actividades ilícitas, como lo es el lavado de dinero o su participación en los procesos electorales.

Tiene razón Raúl Trejo cuando señala que lo más interesante del trabajo de los actores fueron las peripecias que pasaron para lograr la entrevista con el Chapo. En lo personal pienso que dichas peripecias también exhibieron la complicidad del gobierno o su ineficacia para atrapar “delincuente más buscado del mundo”. De cómo también el gobierno se ha puesto “al servicio” del narcotraficante. Creo que este es el fondo del asunto y no la novatada que cometieron los actores, aunque hayan metido la pata y por lo mismo tenga consecuencias legales.