Los partidos políticos no aprenden y me pregunto si aprenderán. No respetan a los ciudadanos ni a sí mismos. Las actuales campañas no son una competencia por el poder, como se supondría que fuera en una democracia, es una lucha encarnizada e indecente por los cargos públicos, que se usan persistentemente en beneficio personal. Esto no hace más que alejar a los ciudadanos de la política, propicia la falta de participación y reafirma la desconfianza que la población tiene hacia la política y los políticos.

El centro de atención es el Estado de México, por aquello de que se considera el oráculo de lo que ocurrirá con la elección presidencial de 2018. Como los partidos sienten que les va la vida (de lujo) en esta elección, de los comentarios críticos o mordaces hacia los otros partidos o hacia ciertos personajes han pasado a la guerra sucia declarada, las filtraciones, los “descubrimientos” de los esqueletos del contrincante.

La prensa recogió y difundió profusamente la información de que la familia de la candidata panista Josefina Vázquez Mota era investigada por lavado de dinero por supuestamente haber recibido 17 millones de pesos provenientes de empresas bajo sospecha de haber incurrido en ese delito. Ella recibió, además, según se informó y después confirmó la Auditoría Superior de la Federación, 900 millones de pesos del gobierno de Peña Nieto para la fundación Juntos Podemos. De algún modo, Josefina está cosechando una semilla perversa que sembró su partido, pues fue el PAN el partido que hizo un uso nunca antes visto de las campañas negativas y la convirtió en una práctica cotidiana en tiempos electorales.

En las redes sociales circuló un documento en el que aparentemente el PAN daba instrucciones de denostar a Morena con la afirmación de que el partido de López Obrador había recibido dinero de Javier Duarte. No se confirmó la autenticidad de tal documento.

Hoy que es candidato a la gubernatura del Estado de México, se convierte en noticia cómo gastó Alfredo del Mazo los recursos de Banobras cuando fue director de esa institución. Dos años gastó el ahora candidato casi un millón de pesos en entrenadores de yoga, futbol, tenis, voleibol varonil, boliche, tochito bandera y ajedrez. Durante su gestión se otorgaron 33 contratos para fiestas y regalos por más de seis millones y medio de pesos. Bueno, entre los gastos de publicidad está uno a favor de Radiotelevisión de Veracruz (RTV) por más de un millón 200 mil pesos en 2012. Ningún otro medio público. Este contrato se realizó justamente durante la administración de Javier Duarte en Veracruz y la dirección de Juan Octavio Pavón en RTV. Por qué Banobras dio dinero a este medio, sólo del Mazo lo sabe y no lo ha explicado, pero que no fue por haber hecho mediciones de audiencia es seguro.

Ha circulado la especie de que las encuestas, las de verdad, no las que se publican, no auguran buenos resultados para Alfredo del Mazo y que a ello se debe la detención de Javier Duarte, con la esperanza de que la ciudadanía aplaudiera el minucioso trabajo de la PGR que, como un Jack Bauer, podía, en 24 horas, resolver este espinoso asunto de localizar al exgobernador prófugo si un candidato priista estaba en problemas. Es decir, con una lógica retorcidísima, se supone que el electorado mexiquense podría inclinarse a votar por el PRI si el gobierno federal priista era capaz de hacer justicia en el caso del megadesfalco veracruzano cometido por otro priista.

La detención incluyó imágenes humillantes del exgobernador, como la del zape que una mano anónima le propina cuando era trasladado al tribunal o Duarte tirado en la parte trasera de una camioneta, sin poder incorporarse por estar esposado y en una postura grotesca. Hasta los zapatos sucios le criticaron. En las redes sociales y varios “comentaristas políticos” se cebaron, no en las tropelías de este personaje, sino en su sobrepeso resaltado por el uso de un chaleco antibalas que era de una talla menor a la que requería. Váyase a saber a qué mente delirante se le pudo ocurrir esta horrenda estrategia electoral, pero es muy improbable que este circo mediático ayude a nadie y mucho menos al PRI. Claro, después de la detención todo mundo quería colgarse la medalla del mérito.

La campaña negativa dirigida a Morena comenzó precisamente con la vinculación de Andrés Manuel López Obrador a Javier Duarte. Hasta ahora dicha relación ha estado en las afirmaciones de sus contrincantes, pero nadie ha exhibido pruebas contundentes. Entonces aparece un video en el que la ahora excandidata veracruzana a la alcaldía municipal de Las Choapas, Veracruz, Eva Cadena, recibe medio millón de pesos y la donadora anónima le indica que ese dinero es para el dirigente de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Los últimos días ha sido este el alimento de los medios y los opinadores. Se piensa que el descrédito de López Obrador trabajará en contra de todos los candidatos de Morena, no sólo de Delfina Gómez en el Estado de México sino en las nueve entidades donde habrá jornada electoral. Muchos dicen que hay todavía más videos y audios con los que el electorado podrá entretenerse durante las campañas.

No sólo el electorado del Estado de México, sino toda la ciudadanía tiene derecho a conocer esos excesos y actos de corrupción, pero ¿por qué se han guardado esos tesoros para darlos a conocer en temporada de campañas?

Los partidos actúan con tanta inmadurez como si fueran menores de edad. Todavía recuerdo los pleitos de mis hijos. Eduardo, el mayor, si estaba de buenas, se hacía cómplice de su hermano Andrés cuando guardaba trastes sucios debajo de la cama porque le daba flojera llevarlos a la cocina o si escondía sus tareas de matemáticas en los lugares más inverosímiles porque se resistía a trabajar en ellas todos los días, como lo indicaba el programa en el que estaba inscrito. Ah, pero pobre de Andrés si no le prestaba la consola de juegos, si le ganaba la televisión de la sala o no accedía a ver el mismo programa. El cómplice se enojaba, pedía nuestra intervención y revelaba los “pecados” del hermano para reforzar lo razonable de su exigencia. Nosotros, temerosos de que se convirtiera en mercadólogo político, o peor, en político, no le hacíamos caso y eso redoblaba su enojo. “¿Por qué no lo castigas o no le dices nada?” reclamaba. “Porque debiste decírnoslo cuando lo hizo y no en este momento en que estás enojado” le contestábamos. Después, y sin la presencia del delator, le decíamos a Andrés que había hecho mal y le pedíamos no repetirlo. A Lalo, la frustración por no obtener el castigo para el hermano le enseñó, después de varias veces, que intentar obtener “a la mala” lo que deseaba, no era propio de un buen hermano ni un comportamiento decente.

Estoy convencida de que los ciudadanos debemos ser los padres de los chiquillos que juegan a la política, porque juegan muy sucio, enlodan la política y a sí mismos. A estos chiquillos mal portados, tenemos que decirles que haremos a un lado estas “revelaciones” sin ignorarlas. Lo que haremos será revisar el historial de cada candidato, la sensatez de sus propuestas y decidir quién merece nuestro voto. Tratar de que no nos salpique el lodo de estas campañas y no hacerles el juego, porque entonces tendremos un 2018 no con lluvia de lodo, sino con una avalancha que nos arrastrará a todos. Es mejor corregirlos desde ahora y hacer que jueguen limpio. No votar por los que recurran a las campañas negativas.

ramirezmorales.pilar@gmail.com