El pasado 29 de agosto, tuvo lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), una sesión que marcó un cambio fundamental en la manera en la que los políticos deberían de empezar a hacer política en nuestro país. Si bien hay que recordar que la Constitución de la Ciudad de México (CDMX) ya avala la reelección de ciertos puestos de gobierno, el fallo dado por los magistrados, avaló la revocación de mandato para la CDMX.

De acuerdo a lo establecido en la Constitución de la Ciudad, para que el mando de un servidor público sea invalidado, es necesario que al menos 10 por ciento de las personas de la lista nominal de electores presenten la solicitud. Posteriormente, se hará una consulta ciudadana, en la que deberán participar 40 por ciento de los inscritos en el padrón nominal y la votación deberá tener un porcentaje de 60 por ciento a favor de la revocación.

Si bien el primer camino para castigar a aquellos políticos que hicieron un mal trabajo es negarles el voto cuando quieran reelegirse, ahora, para aquellos puestos de elección popular que no entraban en esta categoría, es decir, para la Jefatura de gobierno de la CDMX, esto podría hacerse una realidad.

Si consideramos que la votación total en la CDMX fue de 5 millones 392 mil 887 sufragios, según los cómputos dados a conocer por el Instituto Electoral de la Ciudad de México, la Jefa de gobierno electa sólo obtuvo el 47.05% de los votos, es decir, la mayoría de los habitantes de la capital no votaron por ella y con la nueva regla, y con el voto duro del PRD y el PAN, podrían, en su caso, convocar a un proceso de revocación de mandato y posteriormente solicitar su remoción.

Claro para que esto sucediera, se necesitarían dos cosas: la primera, es que los dos partidos, los azules y los amarillos, terminen sus guerras internas, las cuales se han recrudecido posterior a los resultados obtenidos el pasado 1 de julio, y segundo, que tuvieran la voluntad de aliarse nuevamente.

¿Complicado?, sí por supuesto; ¿imposible?, no, de hecho ya sucedió en las elecciones pasadas, e igualmente podrían aplicar la máxima de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, finalmente ya existe el mecanismo, y a doña Claudia pudiera salirle el tiro por la culata en caso de no hacer bien las cosas en su mandato que está por iniciar.