El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) corre el riesgo de llegar a un punto del que quizá no haya retorno. Con tantos frentes abiertos como los que ahora mismo se observan a lo largo y ancho del país, puede ser tarde para quizá intentar unir a un México que se rompe, que tiene grietas.

 Quienes fueron sus amigos y compañeros de lucha hoy lo llaman a la reflexión, quienes lo han defendido lo alertan del equivocado camino que ha emprendido, quienes le confiaron sus votos hoy le piden que recapacite, y quienes no creyeron en él desde un principio, han decidido no esperar más y han salido a tomar calles para exigir por diferentes medios su renuncia. Probablemente sea el momento de que el presidente desescuche a zalameros que le hablan al oído buscando solo obtener canonjias, y ponga atención a las luces de alerta que se están encendiendo porque quizá hasta para él sea tarde cuando intente unir los pedazos de un México sin retorno.

No son tema menor las crisis que mantiene frente a colectivos feministas, defensores de derechos humanos, defensores de víctimas y desaparecidos, medios de comunicación, agricultores, empresarios, científicos, intelectuales, maestros, ambientalistas, y un largo etcétera, a los que simplemente desestima o incluso descalifica con sus ya acostumbrados calificativos como “neoliberales” y “adversarios”.

El no querer verlos o no darles mayor importancia no quiere decir que no estén ahí y que no le resten credibilidad al régimen que encabeza.

AMLO o no quiere o no puede reconocer las luces de alarma. El caso es el mismo. Lo cierto es que hay un movimiento que está ya muy cerca de las puertas de su palacio, que va tomando fuerza y que en los últimos días ha ganado no pocas simpatías.

Pero no nos confundamos, no es que el denominado “Frente Nacional Anti AMLO (FRENAAA)” tenga el apoyo como tal, no es porque la gente comulgue con sus ideas y no es exactamente porque se simpatice con sus líderes o quienes lo encabezan. Es simplemente porque ven en esa gente a valientes defensores del país que han decidido dejar la comodidad de sus sillones, de sus casas, de su entorno, para expresar su rechazo y su inconformidad con las decisiones y formas que toma el régimen actual.

Y no hay que perder de vista lo sustancial:

El punto no es si los manifestantes inconformes salen en sus automóviles, si estos son de lujo o no, si respetan la sana distancia, si las tiendas de campaña son de alguna marca en particular, si durante la lluvia nocturna dejaron muchas casas vacías para irse a hoteles de lujo, o si como algunos dicen ofrecieron dinero a otras personas para que las ocuparan.

El punto no es pues si estamos a favor de FRENAAA que evidentemente no lo estoy.

El punto es la represión de los gobiernos de Claudia Sheinbaum y el propio López Obrador para impedirles el acceso al zócalo como era su objetivo, aún cuando para el régimen que representan fue tan importante la protesta cuando fueron oposición.

El punto es la actitud completamente contradictoria de López, siendo que en 2006 él mantuvo un plantón durante 47 días en Reforma causando pérdidas por 7 mil millones de pesos, sin que el gobierno en turno lo molestase o le ordenase su retiro.

El punto es la carta que escribió hace unos días el poeta Javier Sicilia, quien acompañó a López como amigo en campaña, que comienza diciendo:

Querido presidente:

“Cada vez me cuesta más trabajo llamarte así. Has promovido demasiado odio, desprecio y agresión como para seguirte queriendo”.

Y tras reprocharle que diera la espalda a sus compromisos con el movimiento que encabeza, y compararlo con sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, le recriminara también el desmantelamiento de instituciones creadas por víctimas.

El saldo es aterrador. Sin contar los cerca de 300 mil asesinados, más de 70 mil desaparecidos y 873 fosas clandestinas que heredaste como deuda de Estado y que ese día en Tlatelolco te comprometiste a resolver, tu traición nos ha costado ya 53 mil asesinados más (hombres, mujeres y niños), más de 5 mil desaparecidos, masacres en todas partes de la República y un absurdo intento por normalizar el horror. Dejo a un lado tu desprecio por los niños que mueren de cáncer y por las decenas de miles de muertos por la pandemia”.

“El Estado mexicano que hoy encabezas es, por su podredumbre, incapaz de juzgarse a sí mismo. Requiere de ese acto de humildad y grandeza. Lo han vuelto a gritar las víctimas y las feministas desde la CNDH y la desmantelada CEAV. Eso implica abandonar tu odio, llamar a la unidad y aceptar comparecer también ante la verdad. Pero no lo harás. No tienes esa grandeza. Eres, pese a tu pregón de honestidad –nunca he visto a un ser humano pregonando que es un ser humano–, igual que los otros”.

“Nada será más doloroso que al final de tu mandato, sobre más ruinas, más fosas, más cadáveres, más mujeres violadas y asesinadas, más venganzas y linchamientos reales y virtuales; en medio de la violencia que crece y propicias, tengamos que decirte lo que ya desde hoy te decimos como una advertencia: “te lo dijimos, presidente”. Entones pasarás a la historia no como el gran reformador que pretendes ser, sino como uno más de la larga cadena de traidores que destruyeron la patria”. (Proceso 20/09/20).

El punto, de igual forma, es la columna del periodista Jorge Zepeda, quien comulga con el actual régimen y con grandes esfuerzos continuamente lo intenta redimir, aunque en su más reciente columna “Un país de indignados”, escribe:

“Sostener su popularidad mediante la crispación política puede traducirse en una multiplicación de los focos de conflicto. Lo mismo que propicia un aumento del fervor de los suyos provoca la frustración creciente de los que no están de acuerdo con él. Y la frustración y la molestia, aguijoneada por las provocaciones del Presidente, pueden conducir a la exasperación movilizante”.

“Hay mucho de manipulación en la toma de presas o en el bloqueo de vías férreas, y ciertamente hay agendas impresentables en las protestas de grupos que han perdido privilegios (Antorcha Campesina, por ejemplo), pero también es cierto que cada vez hay más personas enojadas, convencidas de que la razón de su enojo es legítima. Una cosa es una desaprobación de 40% entre la población y otra, muy distinta, que dentro de ese 40% muchos estén cada vez más enfurecidos. Son cifras que no modifican los resultados electorales y no ponen en riesgo el dominio de Morena, pero potencialmente pueden condenar al país al estancamiento y, eventualmente, a la ingobernabilidad”.

“Un Presidente que da rienda suelta a su indignación indignando a sus contrarios, terminará entrampado en la polarización. Nos estamos convirtiendo en un país de indignados, sea cual sea el bando, y eso está a un paso de la inestabilidad”. (Sin Embargo 20/09/20).

El punto también es el desplegado firmado por 650 miembros de la comunidad cultural y científica que advierten que bajo la gestión de AMLO la libertad de expresión está bajo asedio y que con ello está amenazada la democracia.

“El presidente ha despreciado la lucha de las mujeres y el feminismo, ha despreciado también el dolor de las víctimas por la violencia, ha ignorado los reclamos ambientalistas, ha lesionado presupuestalmente a los organismos autónomos, ha tratado de humillar al poder judicial, ha golpeado a las instituciones culturales, científicas y académicas, y ahora pretende socavar la libertad de expresión”.

“Recordemos, por último, que no se estigmatiza a personas físicas o morales desde el poder presidencial sin ponerlas en riesgo. No se alimenta el rencor desde esa tribuna, sin que el odio llegue al río alguna vez”.

El punto es pues, la represión. El punto es el enojo de la gente. El punto son los tomatazos al diputado Gerardo Fernández Noroña. El punto es el reclamo. El punto es la División y la confrontación. El punto es el miedo y la desesperación que moviliza y que quizá ya no se pueda parar.

El punto es saber ¿Cuál es el punto del presidente?

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

...