Más que un adelantado, Andrés Manuel López Obrador es un especialista en el espectáculo político. El tabasqueño visitó al Papa, cuatro meses antes de la llegada de Francisco al país, y lo hizo con la única intención de ganar votos.

Hasta antes de la exitosa candidatura independiente del Bronco, López Obrador era un ?llanero solitario? en la disidencia. Nadie, además de él, encabezaba la rebelión en contra del orden establecido. Hoy, sin embargo, se le ha puesto enfrente un peligroso competidor. Jaime Rodríguez, gobernador de Nuevo León, se ha convertido, cuando menos en el discurso, en su principal rival.

La necesidad de remontar en las encuestas ha obligado al tabasqueño a imitar los métodos que tanto ha criticado a sus adversarios y lo ha hecho cometiendo dos pecadillos.

El primero de ellos es que está utilizando los recursos públicos de su partido, Morena, para hacer proselitismo en el extranjero. Y el segundo es que, siendo juarista ?como siempre ha presumido serlo?, se monta en la religión para obtener beneficios políticos.

A nadie escapa que su presencia en Europa, especialmente en París, donde hablará de las bondades de su movimiento, se debe a que el austero y pobretón exjefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, vive nada más ni nada menos que en París. Y que, por estar señalado como autor del multimillonario fraude en contra de la línea 12 del Metro, decidió autoexiliarse en una de las capitales más caras del mundo.

¿Haciendo qué? Lo que siempre ha hecho: conspirar. Es decir, Ebrard busca, desde la France, catapultar la candidatura de López Obrador a la Presidencia de la República con la ayuda, seguramente, de los ?cuates? que tiene en las ONG con sede en Europa.

Cuates que no deben ser tan poderosos e influyentes porque no logró revertir, en instancias internacionales, la decisión del Tribunal Federal Electoral que le impidió ser diputado por incumplir con el procedimiento de registro.

El propósito de la gira de López Obrador no tiene mayor ciencia. Va a defender las mismas tesis de siempre. ¿Para qué repetirlas? Aunque viéndolo bien, su viaje es muy atinado, porque le va a dar oportunidad a un público políticamente evolucionado de conocer lo que es el primitivismo latinoamericano de un mesías.

Un mesías que, de tener oportunidad, le hubiera dicho al papa Francisco: ¡arrodíllese¡ porque aquí, en mi persona, tiene usted al nuevo Jesucristo.

Sí, sin duda. Un Jesucristo que, fiel a su prédica contra la corrupción y a su condena permanente a la ?mafia del poder?, incurre en todo tipo de prácticas despóticas. Él, que es la representación misma de la pureza moral, nos da un ejemplo de ética pública al impone a su chofer, Nicolás Mollinedo, como director de Recolección y Tratamiento de Residuos Sólidos en la delegación Cuauhtémoc.

Un cargo para el que, cuando menos, se debe tener experiencia en la materia y desde el que, seguramente, se pueden hacer lucrativos negocios con la industria de la basura. Nico llega a un cargo donde además de basura se pueden recolectar otro tipo de papeles.

López Obrador es un maestro en el ?malabarismo de la ley?. Sabe cómo caminar siempre en el filo de la navaja para que, como en este caso, la autoridad electoral no lo acuse de hacer proselitismo en el extranjero y actos anticipados de campaña.

Y, ¡ay de aquél que lo acuse de algo!, porque entonces se subirá al ?madero? para crucificarse y victimizarse, en lo que, por cierto, suele dar cátedra.

López Obrador tiene, al igual que Jesucristo, varios apóstoles. Uno de ellos es, precisamente, el delegado en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal quien, siguiendo las enseñanzas de su maestro, hizo dos cosas: primero, presentó el ?decálogo del servidor público? como si fueran los diez mandamientos de la ley de Dios ??no robarás?, ?no grillarás?, ?no extorsionarás??? y luego montó un show para decir que había sido víctima de un intento de soborno.

Los especialistas en transparencia y rendición de cuentas que participaron esta semana en dos foros internacionales, para denunciar los elevados costos que paga la sociedad por el desvío y mal uso de recursos, podrían decirle a Monreal que, en lugar de sus diez mandamientos y baños de incienso, promueva una reforma administrativa para acabar con las estructuras corruptas que han construido los gobiernos de izquierda en la Ciudad de México, entre ellos y de manera prominente el de López Obrador.

Como verá, lector, se trata de todo un cristiano que hoy busca la bendición papal para llegar al poder.

@PagesBeatriz