Se les han ido encima con todo a @JohnMAckerman e @Irma_Sandoval, en una campaña mediática sin tregua. Vamos, hasta @SanAmilcar lo han metido con calzador en esta conspicua acción. La iniciativa de desprestigio se nota de manera burda. Se busca destrozar sus derechos de la personalidad porque defienden sus convicciones, con independencia de que uno pueda estar o no de acuerdo en todos y cada uno de sus planteamientos. Veamos.

Primero. Esta campaña de desprestigio pone de relieve un reducción drástica de los casos de corrupción en la presente administración. Tengo la certeza de que los detractores de la 4T y en particular de las convicciones que defienden Irma y John se han sobredimensionado generando con ello una afectación al derecho a la información de la sociedad. En efecto, si en el pasado inmediato, los temas de corrupción se centraban en conductas que llamaban a indignación colectiva, ahora ya no encuentran esos casos, de haberlo hecho estarían en la agenda de la discusión de los medios. Si ayer se cuestionaba la Casa Blanca de Peña, el presunto robo en despoblado de César Duarte, las compras de televisores para hacer frente a la transición de lo analógico a lo digital, ahora las ocho columnas se centran en el modesto patrimonio de dos colegas universitarios que distorsionan y hacen esfuerzos por inocular en la agenda pública un clima de opinión negativo hacia ellos.

Segundo. El caso de Reforma de ayer fue escandaloso por darle ocho columnas al delegado de programas sociales en Guerrero, @SanAmilcar, donde la “nota” es una propiedad modesta de menos de 400 metros cuadrados en una zona no privilegiada de Acapulco, que supuestamente había sido omitida en su declaración patrimonial lo cual resulta falso. En la misma lógica, Denise Maerker en el noticiario estelar de Televisa presentó ayer como información de interés público datos no verificados, dando por buenas afirmaciones circunstanciales que, en modo alguno pueden probar un nexo causal entre @SanAmilcar y quienes - aseguran sin pruebas- se presentan “en su nombre” para presuntamente promover al delegado con recursos del erario. La verificación de las fuentes, la contrastación, fue tirada por la borda para dar espacio a dichos sin ofrecer el contexto en una nota que carece de los requisitos que reclaman los mínimos estándares éticos. Bien hizo el delegado en presentar una denuncia de hechos para deslindar las responsabilidades que conforme a derecho resulten.

Tercero. En el caso de Irma y John se ha seguido a la letra la técnica del pánico moral (Stanley Cohen. Folk devils and moral panics. Routledge Classics, NY, 1972) de la comunicación política, que consiste en presentar a una persona o grupo de personas como amenazas a lo políticamente correcto, lo que se hace mezclando una dosis de verdad, dos dosis de mentiras y otra dosis de manipulación informativa que buscar crear percepciones en el imaginario colectivo de que Irma y John son un pasivo social. En efecto, ese es el propósito para presentarlos en la percepción de la gente como millonarios y poseedores de una inexistente fortuna “mal habida”. Por supuesto, de la intención a que lo logren hay una gran distancia. Lo que sí han podido hacer es lastimar severamente sus derechos a la vida privada, al honor y a la propia imagen, en un caso inédito de cómo las fakenews en perjuicio de estos reconocidos universitarios, son utilizadas como un ajuste de cuentas. Su “pecado” es ejercer su derecho humano a la libertad de expresión, por atreverse a decir su verdad. No había visto tanta inquina con tan pocos datos duros. La información contrastada es suplida con hechos no probados y con la evidente consigna de pegar en su línea de flotación. Es lamentable que el rigor periodístico se sustituye por la consigna que mina la credibilidad de esos medios.

@evillanuevamx

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