Según los datos que ya oficializó el INEGI, estamos viviendo un inicio de año con bastante inflación; incluso es el más alto desde 1999. Al cierre de la primera quincena de febrero, el dato anualizado reflejó una inflación de 4.71 %, lo que es una barbaridad en un país que tiene lustros sin tener un crecimiento económico sostenido siquiera mayor a 3.0 %, y en donde los salarios del grueso de la población son minúsculos. Así, la pérdida de poder adquisitivo es la constante para el 80 % de la población, cuando menos.

Al observar los componentes del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), destaca que este crecimiento inflacionario se derivó por la fuerte alza que tuvieron los precios de los energéticos y de los servicios de transporte, principalmente.

Vaya, el gasolinazo tuvo sus consecuencias, la liberalización del precio de las gasolinas nos obsequió una inflación no vista desde 1999. Sin duda que se trataba de un escenario previsible, pues muy pocas cosas de la actividad económica se pueden llevar a cabo sin combustibles y servicios de transporte; así se escribió y difundió por todos lados desde que se anunció la medida. 

Desde el inicio, solo hubo una voz discordante que aseguró que nada tenía que ver una cosa con la otra y que no se generaría inflación en el país: la de José Antonio Meade Kuribreña, nuestro Secretario de Hacienda y Crédito Público. Y bueno, su escribidor considera que el Dr. Meade tiene razón, pues difícilmente habrá inflación de las puertas de Los Pinos hacia adentro.

Suponemos que el titular de la SHCP también estará de buenas porque el dato sobre el crecimiento económico en el país cerró el 2016 en 2.3 %, cifra superior al 2.2 % que el propio gobierno había pronosticado. Por supuesto que lo escribo de manera irrisoria, pues nuestros funcionarios gustan de convertir en grandes noticias, cifras históricamente mediocres y totalmente lejanas de lo que el país verdaderamente necesita.

México no podrá facilitarle un mejor nivel de vida a su población mientras la economía no alcance tasas de crecimiento sostenido superiores al 5.0 %. Sobra decir que durante la administración del presidente Peña Nieto, no promediamos siquiera un 2.5 %. Además, este promedio es el más bajo para una administración federal en los últimos 25 años.

Y la perspectiva para el cierre de sexenio es aún peor, pues según la calificadora Moody´s, durante 2017 nuestra economía crecerá solo en 1.4 %, porcentaje que si nos apegamos a la costumbre, habrá de ser reducido -“revisado a la baja” dicen estas empresas- con el paso de los meses.

Claro que nuestras autoridades económicas dicen que creceremos entre 2.0 % y 3.0 %, pero debemos de tomarles el dicho con reserva, pues recordemos que ellos no viven en el mismo país que nosotros. Su columnista apuesta doble a sencillo que para el cierre de junio próximo, la realidad demostrará que Moody´s está en lo cierto.

Se lo he compartido en textos previos: en materia de finanzas públicas y de desarrollo económico, con todo y reformas medio bien hechas, la administración del presidente Peña Nieto será una de las más incompetentes de esta época; los niveles de ineficiencia e indolencia son del tamaño de su fracaso.

Y mire que es hasta paradójico, pues cuentan con buenos cuadros en lo técnico, lo que pasa es que el compromiso con el país es nulo, lo mismo que su nivel de responsabilidad ética, política y social.

 Pero bueno, diría el clásico popular que esto es lo que hay, que así nos tocó. Y su opinador vuelve sobre lo andado: ¿Qué vamos a hacer como sociedad? Ya veremos en 2018 si nos atrevemos a algo.

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.