Los políticos no tienen llenadera. Una cosa es el discurso y otra muy distinta los hechos. No puedo decir que todos los políticos, pero sí la mayoría, tienen la fijación de enriquecerse, primero que nada. Y esa realidad nos está pudriendo por dentro como país.

Acabo de escuchar al coordinador de Morena en la Asamblea Legislativa, César Cravioto, denunciar que la Comisión de Gobierno de ese órgano legislativo dilapida más de dos millones mensuales. Los 19 diputados integrantes de esa comisión reciben, mensualmente, montos que van de los 200 mil al millón de pesos para que se los gasten en lo que se les pegue la gana. Reciben ese dinero sólo por integrar esa comisión.

Nadie les pide cuentas. Nadie supervisa el trabajo que hacen. ¿Quién los va a supervisar si todos son iguales? Han crecido en la misma casa corrupta.

Que ya dejen de mamar de la misma vaca flaca. Esos diputados del PRI, PAN y PRD que integran esa comisión están callados. Sólo escupen sus palabras mamilas cuando están ante el electorado, a quien le piden el voto a cambio de un trabajo honesto. Acaba el mitin y se cagan de la risa.

Así son.

Los conozco.

Los puedo reconocer a kilómetros de distancia. Porque caminan como si en verdad fueran lo que dicen. Parecen gente de bien. Hablan bonito. No se comen las palabras. Se avientan unas buenas frases que han ensayado ante el espejo. Y eso sí: visten de traje. Tratan de parecer gente decente.

Los conozco porque en la noche vienen a este Casino a gastarse los dineros que han ido a sacar del cajero automático, y que fue depositado por manos igualmente corruptas con la firma grande de quien se lleva su parte.

Los conozco.

Los he visto en las primeras planas de los periódicos. Parecen gente seria, pero en el fondo dan miedo.

Con gente así aplica, más que nunca, la palabra austeridad. Que les bajen el sueldo hasta lo mínimo, para ver qué hacen. Que los esculquen cuando salgan de su oficina porque se pueden llevar el papel de baño. Ya nada más eso falta. Si por ellos fuera, se llevarían todo. Las delegaciones las dejaron en banca rota, las dejaron como chiqueros. Hasta las sillas se llevaron.

Que los castiguen donde más les duele: en los bolsillos. Si quieren dedicarse a la política van a ganar poco, si quieren, si no que le busquen por otro lado, a otro lado a dilapidar el dinero.

Los tiempos del ?político pobre es un pobre político? ya se acabaron. El país no da para más corruptelas. Ahora, deberán llevar a la práctica sus discursos color de rosa. Sí, en campaña dicen ?todo lo hago por el bien del pueblo?. Pues órale. El bien para el pueblo es que tú no sigas robando. Porque recursos públicos sin sustento es equiparable a un robo en despoblado.

Ya me tiene harto estos pillos caras de buenos.

Convocan a conferencias de prensa para decir que ya no tendrán celular, que renuncian al seguro de gastos médicos. Pero después de la conferencia se van al cajero automático a sacar el dinerito que les corresponde por integrar la Comisión de Gobierno. Se compran un celular chingón y si es necesario acuden al hospital ABC y le huyen al ISSSTE.

Son los diputados dos caras.

Es un billetazo lo que se llevan. Imagino ver tantos billetes juntos. Los imagino aquí, junto a mí, en la ruleta después de pegarle al gordo.

Pero son puras imaginaciones. La realidad es que el dinero tosco está en el quehacer político.

Esto que denuncia César Cravioto debería ser un escándalo.

Cuántos años han pasado y siguen las mismas prácticas. Los discursos dobles. Este país es hijo del doble discurso.

Sólo un hombre grande y honesto lo podrá sacar adelante.

Estoy de acuerdo, la corrupción es mundial y está en todos los gobiernos. Pero en México ya ha tocado fondo. Basta de tecnocracia. Queremos honestidad.

En México la chamba de diputado es sinónimo de porvenir. El sueldo mensual es lo de menos. En los recursos por afuera está el pan, en las prerrogativas, en el tráfico de influencias, en los moches.

En México está de moda ser político. Le buscan por donde sea los hombres y las mujeres para llegar al poder. Puede ser mediante la bandera de un partido o mediante la bandera del independiente. El chiste es llegar a donde brotan los recursos.

Como diputados o como servidores públicos saben que nadie los va a castigar si actúan por encima de la ley. Porque la ley la aplica el superior jerárquico. O sea, el cuate que los colocó en ese puesto para emprender la cadenita de la corrupción.    

Estos destapes de estas cloacas siempre suceden en este país. Lo mismo en la Cámara de Diputados que en la de Senadores, se han denunciado gastos personales excesivos.

¿Y qué pasa? Pues nada. Nunca pasa nada.

 Se ha vuelto en este país un lugar común traficar con el dinero de todos.

Y además, los políticos son los primeros en saber que la corrupción ha tocado fondo, y por eso usan el discurso de la honestidad. Porque saben que vende. Pega.

La honestidad no debería estar en los discursos, porque debería darse por hecho.

Son tan deshonestos que se atreven a usar la palabra honestidad.