Comencé a escribir estas líneas mientras escuchaba un poco de la conferencia mañanera del presidente López Obrador. Justo me tocó, y sorprendió, enterarme de que el gobierno lanzó una convocatoria para contratar a los choferes de las nuevas pipas que trasladarán los combustibles en algunas zonas del país. Se informó que llevarán a cabo un proceso de reclutamiento para seleccionar a los candidatos, y que una vez elegidos, serán trabajadores con un sueldo de $25,000 pesos mensuales, más prestaciones. La noticia causó sorpresa entre los reporteros de la fuente, pues al parecer le hicieron saber al presidente que ellos ganaban un sueldo inferior.

Más allá del detalle con los reporteros, no podemos negar que se trata de una noticia polémica, de un aviso que obliga a la reflexión: ¿En verdad es el mejor camino? ¿Es la forma correcta de ser más productivos como país? ¿Tener más pipas nos hará más competitivos? ¿Esa es la tendencia de la industria a nivel mundial, los demás países también están utilizando menos tecnología y cada vez más pipas? ¿La eficiencia de la empresa petrolera, y por ende la del país, se fortalecerá aumentando el número de vehículos cisterna? ¿Es un tema de nivel presidencial, es el presidente del país quien debe de conocer y estar informando detalles sobre las pipas y sus conductores?

Creo que nadie en su sano juicio, podríamos negar que se trata de una solución óptima para los años setentas. Es muy costoso y muy poco productivo este proyecto del presidente, es un balazo en el pie para la competitividad del país.

Sin embargo, creo entender que lo hace porque no tiene más opciones. Vaya, pareciera que está privilegiando un mal menor sobre un mal mayor. Supongo que el monstruo de la corrupción y del crimen de cuello blanco al amparo del poder, es mucho más grande de lo que cualquier nos podemos imaginar. Quizá es incluso mucho más poderoso de lo que el propio presidente imaginaba.

Tal vez el mismo presidente esté dudando sobre cuánto tiempo le tomará, vencer a ese sistema de décadas que se defiende con todo para no ser desarraigado. Es una posibilidad. Empero, de lo que no me queda duda, es de que el presidente no tiene la menor intención de dar un paso atrás, de dejarse vencer por ese régimen endémico que le opone resistencia diariamente.

Tenemos un presidente decidido y sin un pelo de cobarde, comprometido con su proyecto y echado para adelante. A estas alturas, ya nadie podemos tener dudas sobre el talante de sus decisiones.

Es muy interesante ver cómo la sociedad apoya al presidente a pesar de las molestias sufridas por la crisis de distribución del combustible. Los sondeos muestran que la gente está dispuesta a aguantar con tal de que cambien las cosas, con tal de que se vayan desterrando la corrupción, el abuso, la impunidad y la burla del sistema que antes gobernaba. Desde luego, don Andrés Manuel se alimenta y se nutre de ese apoyo social, es su esencia política, y por ende su proyecto de vida.

Claro que también hay un guerra fuertísima en su contra, principalmente en los medios de comunicación y en las redes sociales, alimentada por quienes no simpatizan con su proyecto y/o por quienes prefieren que nada cambie en este país.

Creo que como sociedad habíamos perdido ya la capacidad de asombro, nos habíamos acostumbrado a vivir con esa humedad que es la corrupción. El proyecto de la impunidad se implementó durante décadas, poco a poco fuimos dando por hecho que así funcionaban las cosas, que era parte de nuestra vida cotidiana. Muchos ciudadanos despertaron primero, y salieron a votar por nuestro hoy presidente en julio pasado. Supongo que mucho otros que no lo apoyamos entonces, hemos tardado más en procesar nuestra dudas.

En lo que a su columnista toca, pasados estos meses desde su triunfo, considero que tenemos un presidente honesto, valiente, lleno de buenas intenciones, pero, sobre todo, respetable. Y digo que principalmente respetable, porque creo que está luchando por las razones correctas.

Es imperante cambiar el estado de cosas, es urgente desinstalar ese sistema de vicios con el que nos habíamos acostumbrado a convivir. Esas son las razones correctas del presidente, sin duda que lo son. Y por eso nunca se queda callado. Y por eso tenemos que apoyarlo.

No se me mal interprete, pues no busco pecar de idealista. Claro que es necesario impulsar esas razones correctas, pero aún no sabemos si será posible ganar las batallas. Eso todavía está por verse.

No me queda duda de que el presidente tiene las razones correctas, pero sí conservo, todavía, muchas inquietudes sobre las soluciones que aplica. Una cosa es que su proyecto luche por lo correcto, pero otra muy distinta es que implemente las estrategias adecuadas para resolver los problemas. El diagnóstico es impecable, pero la solución aún no lo sabemos.

Tampoco debemos de comer ansias, pues estamos a unos meses de distancia para saberlo. El paso de las semanas nos disipará, o nos confirmará, las inquietudes que podamos tener. De darse, el éxito será en el mediano plazo.

Ojalá que salga victorioso.

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted. 

Con gusto recibo sus comentarios en Facebook: @OHvaloragregado