Luego de varias semanas de volatilidad monetaria, sustentada en el deterioro de dos de los factores más importantes en una nación: la economía y la credibilidad política, las autoridades monetarias se vieron acorraladas y no tuvieron más remedio que elevar las tasas de interés en medio punto porcentual, por lo que el costo promedio de dinero pasa de 4.24 por ciento a 4.75 por ciento.

No haberlo hecho habría disparado la inflación a tasa superiores del 5 por ciento en el presente año y habría descarrilado cualquier previsión presupuestal para 2017, además de que habría sido un tema argumental en el debate anticipado para el gato público deseado para la Ciudad de México, que ve casi perdido el Fondo de Capitalidad con el que, dicen, Mancera financiaría su campaña por la presidencia.

Como sea, el Banco de México anunció que el incremento de la tasa de interés se decidió para poder hacer frente a las presiones inflacionarias y, sobre todo, la depreciación del peso frente al dólar que ha rondado las 20 unidades.

Desde mediados de 2009 los réditos no habían llegado tan alto. Aunque en junio ya se había decidido un incremento debido a la depreciación de nuestra moneda a causa del voto en favor del Brexit y que ese factor presionara sobre los precios y que la pérdida del poder adquisitivo impulsara nuevos brotes de descontento social, que de cualquier manera está latente.

El argumento del Banco Central para justificar este aumento es el de “mantener a la inflación y a sus expectativas bien ancladas”, con lo que se inducirá en favor de la estabilidad financiera del país, sobre todo cuando el costo de la deuda externa es cada día más gravosa y las calificadoras internacionales desconfían del modelo económico.

Aunque los técnicos no quedan ahí, advierten que nuestra moneda ha mostrado una alta volatilidad entre las divisas de naciones similares a la nuestra y que es real la posibilidad de que se presente otro desplome en los precios del petróleo.

Para evitar esas posibilidades que alejarían la meta inflacionaria de 3 por ciento, con un punto porcentual hacia arriba, como límite, es que el Banco Central decidió encarecer el costo del dinero para evitar que los capitales busquen refugio en mercados más estables y arraigar a los nacionales en el país, lo que no se ve fácil en una economía recesiva y dependiente.

Sin duda que en esta decisión influyó el hecho de que la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos decidiera la semana pasada de no mover sus tasas, lo que le dio a México la posibilidad de premiar a la inversión en pesos.

No obstante, el golpe a la credibilidad en el manejo de la política nacional ya no se lo quita nadie. Es, otra rayita al tigre.

@lusacevedop