A la luz de las inquietudes que campean en la sociedad mexicana de nuestros días, respecto de las tendencias y las propuestas del grupo que está por asumir el poder político nacional en México, sobre temas tan importantes como lo son la reforma educativa y la continuación de las obras del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, considero obligado reflexionar sobre los pros y los contras de las consultas. Cuando las consultas se llevan a cabo entre expertos, especialistas y conocedores, es de esperarse un resultado útil, como paso previo a la toma de las decisiones que se requieren para la concreción de los proyectos; pero cuando las consultas se realizan entre gente que ignora o que desconoce los temas, aquello se vuelve inútil aunque envuelto en un oropel de apariencia democrática, en aras de un ardid publicitario que haga lucir bien a quienes la promueven, que por cierto les importa muy poco saber que se trata de una flagrante manipulación, con la consecuente pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero, además de caer en la simulación y la demagogia más notables y rampantes.

Tal es el caso de las pretendidas y  anunciadísimas consultas, a cielo abierto, sobre el citado aeropuerto, más la que ya está en marcha, en la que aparentemente participan maestros y padres de familia, respecto de la reforma educativa.

Es lamentable que personalidades  serias y con prestigio, como lo son los futuros titulares de la SCT y de la SEP, Ingeniero Javier Jiménez Spriú y Licenciado Esteban Moctezuma Barragán, respectivamente, insistan en el tema, y hayan caído en el burdo juego de llevar agua a un molino pernicioso, que dividirá a la sociedad, y que demostrará que es un mecanismo nocivo para el país, pues está sustentado en ocurrencias, odios, afanes de terquedad y de insistencia necia. Llama la atención positivamente la consulta que llevan a cabo sobre seguridad y pacificación, pues se percibe buena fe, libertad de los participantes y madurez para aceptar gritos, protestas y cuestionamientos. Alfonso Durazo está sentado, metafóricamente, en un depósito de uranio, pero él es hombre derecho y de buena fe.

No es mi pretensión hacer una defensa ciega y a ultranza del nuevo aeropuerto y de la reforma educativa, pero sí una defensa razonada, y me pregunto: ¿Acaso en el futuro equipo de gobierno consideran que las obras del aeropuerto se pensaron e iniciaron sin haberlas planeado, sin consultar a expertos, y sin la conclusión de los estudios técnicos y especializados indispensables, y más aún sin las forzosas correcciones que ordenara la más elemental mecánica de suelos, para el tratamiento del terreno fangoso donde se están edificando las pistas?

 Es de suponerse que todo eso se cumplió al pie de la letra, previamente y con rigor. Y si no hubiese sido así, y quedarán detalles y riesgos peligrosos insalvables, sin atender, pues adelante con la suspensión de la obra. Pero este no es el caso.

Incluso, si en el proceso hubo o hay fallas, pues que se corrijan de inmediato; y si en las licitaciones y en las asignaciones de los contratos hubo opacidad o actos de corrupción, desvíos y actitudes indebidas, pues que se ponga orden, se castigue a los responsables y se enderece lo que esté chueco; pero que no por ello se abandonen, -tiradas, enterradas o inutilizadas-obras en proceso cuyo inversión rebasa los cien mil millones de pesos, y su financiamiento provino, en su mayor parte, de recursos  propiedad de los trabajadores, por medio de algunas Afores. Sobre el caso de la reforma educativa, que está en marcha y ya está dando resultados positivos, pregunto si en el equipo de colaboradores de AMLO consideran que dicha reforma es absolutamente negativa y no cuenta con elementos positivos y útiles; pues  esa impresión están dando al ser tan tajantes y definitivos en su propósito anunciado de echarla abajo.

¿Acaso creen que se concibió, promovió, aprobó y ejecutó sin pensar bien, sin consultar a los que más saben, y sobre las rodillas; como si ésta no hubiera obedecido a resolver necesidades urgentes tanto del ramo educativo como en el laboral, que estaban erosionando al sistema educativo nacional?

La urgencia de cambiar el estado de cosas para corregir vicios y para impulsar una educación de más calidad, para lograr la formación de mejores ciudadanos, era y es una necesidad inaplazable e indiscutible; lo mismo que lo prioritario e ineludible que era que el Estado recuperara la dirección de la educación pública, ante los excesos ancestrales manifiestos.

No es mi intención calificar los desempeños de autoridades y de dirigencias sindicales; pero pregunto:

¿Por qué se percibe tanta saña contra la reforma educativa? Tal parece que el presidente electo y quienes colaboran con él en su proyecto educativo ciertamente consideran que el contenido de la reforma promovida por el gobierno que está próximo a concluir, sus métodos y estrategias son negativos para la niñez y para la juventud mexicanas; y la verdad es que eso no me parece justo pues muchas virtudes tiene esta reforma, aunque no niego que pueda tener defectos, pero todo es corregible. Quizá hayan existido y existan fallas o imperfecciones en la concepción, aplicación o en la metodología para la instrumentación, y hasta en los acuerdos asumidos para ponerla en marcha, pero no es correcto que se piense que todo es inservible e inútil; pues algo bueno y no poco ha de tener la reforma educativa de Peña Nieto, ya que quienes la concibieron bajo su mandato, y la organizaron son personas de alto nivel intelectual.

Una evaluación rigurosa concluirá en qué hay mucho de aprovechable y poco de desechable, por lo que no es pertinente cancelarla, más aún cuando la mayoría del magisterio y de los padres de familia del país están de acuerdo con las mejorías que la reforma educativa implica.

¿!Tanto esfuerzo para nada !? No conozco servidores públicos que tengan como propósito pasar a la historia como ineptos. ¿Querrán o querremos, en sano juicio, el presidente Enrique Peña Nieto y quienes lo acompañaron como Secretarios de Educación Pública, Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño y Otto Granados, y más aún los legisladores que aprobamos la reforma, pasar a la historia como nefastos y retrógradas impulsores de una reforma educativa nacional negativa e inútil?

Por supuesto que no.

Y, aquí también, es válido  cuestionar y pensar respecto de lo ya hecho y lo avanzado de la reforma, en sus costos y en la aceptación magisterial que ha tenido, con excepción de los que forman parte de la llamada Coordinadora del magisterio y de los partidarios de la maestra Elba Esther Gordillo, quienes se oponen abiertamente a la misma, sin otorgarle un ápice de utilidad.

Actitud que, de suyo, me parece  sectaria y enfermiza. Ni la reforma es mala, aunque seguramente es perfectible, y los reclamos de quienes la detestan debieron y deben de ser escuchados y atendidos en la medida de lo posible, pues como dice el refrán “hablando se entiende la gente”.

Pero es muy grave y triste es que  los opositores a la reforma educativa consideren que es absolutamente negativa y que carece de elementos positivos.

No se puede ser tan absolutista.

Por supuesto que todas las reformas son susceptibles de cambios, de evoluciones y de mejoras, como la esencia de todo proceso reformista lo sustenta; pueden y deben preverse adecuaciones, ajustes, correcciones, rectificaciones, enmiendas e innovaciones, pero decidir cancelarla de manera total, nada más porque sí, en una actitud vulgarmente conocida como chicharronera; revertiendo una reforma tan substancial e importante para el presente y para el futuro de la patria, me parece lamentable, desastroso, penoso y muy dañino; y es menester decirlo a los cuatro vientos, sin temor, con valor y con verdad, pero sobre todo con la esperanza de que la mesura se apodere de la reflexión, y que la prudencia se imponga en las decisiones políticas fundamentales, por encima de los caprichos, la necedad, el coraje o el odio, de quienes quieren agitar y complicar más que conciliar. Y, sinceramente, no creo que ese sea el ánimo de Andrés Manuel López Obrador, no obstante que en campaña se auto calificó como hombre terco y necio, y habida cuenta de que, recientemente, teniendo a su lado al presidente Enrique Peña Nieto reiteró, formalmente, su propósito de cancelar la reforma educativa.

Por supuesto que los ideólogos y  los operadores de ésta y de todas las reformas son seres humanos falibles e imperfectos por más brillantes que sean, -con virtudes y con defectos-; de allí que lo más recomendable sea consultar a los expertos que más sepan de los temas y, entonces sí, seguramente que la sociedad en su conjunto saldrá ganando, si se decide hacer ajustes pero no cancelar ni suspender lo que se ha iniciado con éxito aunque sin unanimidad.

Estoy convencido de que son más  los aciertos que los defectos de las reformas estructurales emprendidas por el gobierno actual, y que lo mismo sucede con la edificación del aeropuerto internacional. Luego entonces, “sin pretender tapar el sol con un dedo”, propongo que se hagan las consultas pero entre las personas que más saben, y no ante toda la sociedad en general, pues la inmensa mayoría ignoramos temas tan específicos.

No me explico por qué el señor presidente electo ha sido tan tajante y tan definido, sin concesiones, al anunciar, reiteradamente, la cancelación de la reforma educativa, y por qué pretende someter el nuevo aeropuerto al escrutinio de una inmensa mayoría que no sabe de esta materia. ¿Por qué tanto interés en una consulta general, con una mayoría ignorante respecto del nuevo aeropuerto de la CDMX, cuando bufetes especializados emitieron, desde tiempo atrás, sus dictámenes a favor? ¿Con quiénes se tienen compromisos de tales envergaduras como para revertir los procesos en estos asuntos tan importantes?

Con todo respeto: Actúese con prudencia y con madurez, y transítese con seriedad y sin fobias

¡Que no se engañe ni manipule al futuro Presidente de la República!

Pues hacerlo conducirá a resultados nocivos, muy graves y  peligrosos para la nación. En la vida para tener aciertos y éxitos en todas las actividades, pero sobre todo en las de mayor trascendencia para un país, lo más recomendable es tomarle parecer a quienes más saben respecto de cada tema que se debata.

Tan malo es no consultar como consultar mal o de más, pues por una parte si no se consulta a los expertos y especialistas se corre el riesgo de caer en decisiones ocurrentes e interesadas, excluyentes, caprichosas, propias del atroz autoritarismo; pero por otra parte, si se cae en el exceso, también caprichoso y manipulador de consultar de más y a gente que no conoce de los temas que se debaten, pues se llegará a un mero consenso a modo, mismo que puede lograrse con base en manipulaciones, y ello no significará, precisamente, que la sociedad se manifieste con certeza.

Ahora bien, si se obra de buena fe  y con las mejores intenciones se llegará a un buen final de los procesos en discusión, pero no se debe perder de vista que es imposible condescender con todas las opiniones, y más aún, es insensato pretenderlo.

Es preciso ser serios, y abandonar  todos los espíritus de encono, odio, belicosidad, divisionismo y paranoias que pudieran existir.

Se requiere ser estrictos,  honrados, exigentes, precisos, rigurosos, equilibrados, visionarios, decididos, pero también se requiere, ser sensatos, realistas, prudentes y maduros.