Integrarse a la vida laboral por primera vez no es fácil. Uno entra al tianguis de la oferta y la demanda de trabajo casi a ciegas, no importando si se llega con muchos o pocos estudios en el currículum. Como en todo, la primera vez siempre requiere más esfuerzo.

Los beneficiarios de “Jóvenes Construyendo el Futuro” tendrán la fortuna de estar arropados en su primer trabajo por el gobierno federal, que les otorga una beca de un año para obtener experiencia laboral y que después les sea más fácil encontrar un empleo formal bien remunerado en el sector de su preferencia. Esto es lo ideal. Lo interesante será ver las primeras evaluaciones tanto de becarios como de empleadores y constatar el cumplimiento de los objetivos planteados.

Una publicación del Banco Interamericano de Desarrollo titulada Millenials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar? describe indirectamente el perfil de los jóvenes que serían los beneficiarios de este programa y menciona, que si bien en su mayoría tienen una buena autoestima y una visión de futuro positiva, carecen de ciertas habilidades socioemocionales y “habilidades blandas” que son un factor decisivo en el momento de buscar un empleo, un ascenso o incluso la permanencia en un trabajo.

Estos jóvenes entonces, aumentarían sus probabilidades de insertarse en el mercado laboral formal con un esfuerzo de Luisa María Alcalde desde la STPS y Esteban Moctezuma desde la SEP, de proveer capacitaciones para desarrollar estas habilidades blandas que en ninguna escuela enseñan y que quienes las poseen, es por suerte de haberlas aprendido en casa o a punta de trancazos que uno se va llevando en la vida. No creo que se necesite demasiado presupuesto para añadir al programa algo tan básico. El secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, sabrá entenderlo.

A quien lea esto y piense que las habilidades de este tipo —saber saludar, cómo contestar una llamada y conducirse apropiadamente en el lugar de trabajo, etcétera— son accesorias y superfluas, lo invito reflexionar sobre si le gusta que alguien le robe su almuerzo de la cocineta de la oficina, si le agrada que cuando va a solicitar un servicio a donde sea lo traten mal, o si no le afecta trabajar junto a alguien que claramente no se ha aseado. Es más, todo esto lo trata la Cartilla moral distribuida por la 4T. De forma muy abstracta, pero lo trata. Lo juro porque ya la leí completa.

Ahí va un dato escandaloso en cuanto a las habilidades blandas: En una encuesta de la CONAPRED mencionada también en la publicación del BID, el 33% de los jóvenes atribuye la falta de oportunidad para tener un empleo a su apariencia. Estoy segura que más allá de una discriminación por rasgos físicos (que no niego que exista), se trata en parte de una falta de atención al cuidado personal que se puede corregir y solventar fácilmente. Pero esto tampoco lo enseñan en las escuelas y muy pocos empleadores tienen la visión de apoyar a su personal en estos temas que además, está demostrado impactan de forma directa en la productividad de cualquier organización.

Valdría la pena que tanto Luisa Alcalde como Esteban Moctezuma dedicaran un mínimo de atención a capacitar a los muchachos en algo tan simple, al mismo tiempo tan complejo, como saber presentarse y sobre todo comportarse en una primera —y atemorizante para muchos— entrevista de trabajo. El poeta y matemático/economista Urzúa les entenderá.