“Por sus pensamientos, palabras, obras y omisiones los conoceréis”, reza una frase bíblica. También la expresión: “...mira cómo habla y cómo actúa; observa cuáles son sus sueños y sus miedos, y te diré quién es...”, constituye otra idea en la cual se conecta lo que se dice con lo que se hace o proyecta, a efecto de identificar la personalidad del ser. Si esto lo llevamos al nivel de la vida pública, el orden del discurso político es ese conjunto de lenguajes-decisiones-acciones que un grupo de funcionarios de gobierno o legisladores muestra en las estrategias, las palabras y en los hechos, para definir el trazo y la orientación de determinadas políticas públicas.

En el caso de la educación en México, me parece que se observa un proceso de transición generacional en la orientación y el rumbo de las políticas públicas, y esto se da a través de un movimiento que va del “Reformismo Conservador” (periodo 2000-2018) al “Reformismo Progresista (Moderado)”, que inicia en estas fechas: 2018-2019. Si en verdad se concreta un cambio de régimen, “de raíz”, entonces estas etiquetas cobrarán sentido. Trataré de argumentar en lo que sigue, sobre ambos conceptos, en un primer ejercicio de reflexión en torno a las Reformas Educativas recientemente ensayadas en nuestro país.

Desde hace algunos años, Michael Apple se ha referido al “Reformismo Conservador” en Educación (1) como aquella corriente de pensamiento pedagógico y político que tiende a preservar los privilegios de ciertos sectores económicos y a mantener el estado social y cultural de dominación o hegemonía. Una especie de “reproducción” social concertada, que tiene lugar o se apoya en la red de instituciones públicas educativas. Para ello, esta clase de reformismo, se sustenta en los valores institucionales y en las prácticas sociales más conservadoras de un momento histórico; es decir, en la ideología de la acumulación de la riqueza, de la concentración de los privilegios, del control, del orden y del mantenimiento de las tradiciones en instituciones simbólicas y preservadoras de la “conciencia”, como la escuela, la iglesia, el ejército y la familia. Dos ingredientes adicionales (y no menos interesantes), que se ha sumado a la tendencia ideológica del “reformismo conservador” en la educación pública durante las últimas tres décadas, tiene que ver con la apropiación de modelos gerencialistas en la gestión educativa y, más específicamente, en la gestión de los conocimientos y los aprendizajes, por una parte. Y la implantación de esquemas evaluadores y de búsqueda de la “calidad”, por otra. Paradójicamente, en tales circunstancias, el movimiento político conservador del siglo XIX giró, durante los siglos XX y lo que va del XXI, hacia valores sociales e ideológicos cuyo cuerpo discursivo reivindica lo mismo al “liberalismo económico” que al fundamentalismo de la “apertura comercial y la globalización” a toda costa. Es ese discurso que está convencido en aplicar la fórmula irreductible: “menos Estado y más mercado”; todos ellos elementos sustantivos del llamado “Neoliberalismo” capitalista.

A diferencia de esa clase conservadora de reformismo educativo, podríamos decir que el “Reformismo Progresista” busca apartarse de los términos abiertamente conservadores para adoptar otros valores, otras banderas, como el de la “transformación” (moderada) de la sociedad. Ya no se habla de “Revolución social”, puesto que el “reformismo progresista” (casi como la “democracia cristiana”), parte de otros supuestos: Combate a la corrupción, lucha en contra de las desigualdades (con un enfoque de equidad), o buscar acciones para preservar o asegurar derechos-garantías individuales y sociales, pero sin desmontar la estructura, (hegemónica), económica, política y cultural de la sociedad. 

¿Por qué afirmo que este relevo es moderado? Así lo dije de manera superficial hace algunos días, en algo que denominé: La Ruptura Paradigmática de “lo Educativo”, (SDP Noticias, 7 de diciembre, 2018): “Como parte de una hipótesis propia, afirmo que Esteban Moctezuma y su equipo cercano de colaboradores no están dispuestos a dar un giro radical en materia de políticas públicas educativas. No hay intención por parte de los responsables de la SEP (2018-2024), para provocar una ruptura del paradigma educativo dominante centrado, entre otras cosas, en “alcanzar la calidad de la educación”. Para ello, pongo sobre la mesa algunos argumentos, valiéndome de una analogía relacionada con el estudio socio histórico de las revoluciones científicas. Parto específicamente de las ideas sugeridas por Thomas S. Kuhn, autor del célebre libro: “La Estructura de las Revoluciones Científicas”, en el que éste aborda la noción de “paradigmas”.” Y esto aplica para las intenciones de la 4T en su conjunto.

Por otra parte, también en un texto reciente, afirmé que aún quedan muchas dudas acerca de la supuesta ruptura entre la Reforma Educativa emprendida en el pasado reciente (2012-2018) y la que se pretende echar a andar a partir de este sexenio que inicia (ver, por ejemplo, mi reflexión que lleva por título: “Iniciativa sobre Educación ¿Cuáles son las Diferencias?” (SDP Noticias, 14 de diciembre, 2018).

Para entender al Reformismo Conservador, conviene retomar los textos de M. Apple, quien analiza la agenda de la modernización conservadora que se ha intentado aplicar a la educación pública en los Estados Unidos y en otras naciones (que ocupan el centro de los poderes económicos, políticos, científicos y tecnológicos mundiales). El autor antes citado desglosa el debate sobre la concepción de libertad que hay detrás de ese tipo de “reformismo”; las acciones orientadas a “mercantilizar” el mundo; acerca de cómo la derecha política ha pretendido restablecer el “orden cultural”; sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado; la Economía y la Religión; el “Gerencialismo”; así como las consecuencias escolares que ha generado el proyecto de la modernización conservadora, puesto en operación a través de las Reformas Educativas. También disecciona al llamado “populismo autoritario en educación” (“la enseñanza que quiere Dios”); al neoliberalismo metido en la escuela, las elecciones y la democracia; examina al neoconservadurismo y a la nueva clase media directiva y profesional (aquella que acepta la lógica de que debe haber más exámenes y con más frecuencia)”.

Todo parece indicar que, en materia de investigación y análisis profundo de las Reformas Educativas impulsadas en México, durante los últimos 30 años, aproximadamente, tanto sobre la que va de salida como la que viene, es necesario no solamente describir sus conceptos centrales o sus dispositivos discursivos e ideológicos, sino también mirar más allá, es decir, observar los procesos que sugieren tales tendencias, así como los resultados que producen dichas políticas (y sus contenidos) en términos de las necesidades educativas de la sociedad.

Sobre la tesis que en esta oportunidad esbozo, esto es, sobre la aparente confrontación entre el Reformismo Conservador versus el Reformismo Progresista (moderado) en la instauración de políticas públicas educativas en México, quizá convenga también reconocer que estas tendencias aún están sujetas a revisión; a un examen minucioso y profundo sobre sus intencionalidades y finalidades; a una indagación más extensa sobre sus causas y consecuencias; sobre su sentido de pertinencia y legitimidad tanto en las ideas como en las acciones; así como una rigurosa búsqueda sobre sus argumentos y sustentos teóricos y metodológicos; o qué tanto impactan en el rediseño de las instituciones y en las prácticas educativas cotidianas. De ello nos ocuparemos en varias entregas a lo largo de las siguientes semanas.

(1) Michael W. Apple. “Educar “como Dios manda”. Mercados, niveles, religión y desigualdad, (traducción al castellano por Paidós, en 2002, del original: Educating the “Right” Way), en el que el educador norteamericano señala lo siguiente: “Las escuelas estadounidenses, y en general las de todo el mundo, están experimentando un espectacular giro hacia la derecha…” A través de su texto, Apple “examina minuciosamente los planes de esta conspiración y nos muestra la amenaza que plantean las reformas derechistas a la democracia en la enseñanza pública. Desde los exámenes obligatorios hasta el control del currículo a escala nacional… (el autor) ofrece un penetrante análisis de algunas de las cuestiones más importantes a las que se enfrenta la educación de hoy…”.

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