No es fácil ser parte de la comunidad LGBT dentro de las Fuerzas Armadas. Pero tampoco las Fuerzas Armadas Mexicanas son el típico nicho machista y de poses hipermasculinas. Las Instituciones Armadas son una amalgama, un microuniverso de la propia sociedad mexicana porque en una sola Unidad tipo corporación conviven personas de varios estados de la República.

Empecé diciendo que no es fácil porque como en cualquier lado de este país, en esta cultura, salir del closet, en la jerga militar le dicen “salir del locker”, en un cuartel puede ser una liberación o traer consecuencias indeseables. No voy a tocar el tema de la prostitución de militares en las inmediaciones del centro comercial Pericentro ni de los locales de la colonia el Molinito, en Naucalpan de Juárez, ya lo tocaré en su momento.

No es difícil expresar una sexualidad “disidente”, lo que no es fácil es expresar ciertos rasgos que se contraponen contra la idea fría, dura e inquebrantable de lo que es ser soldado: decir que te gusta un compañero se toma como una afrenta al honor propio y ajeno. Decir sin pelos en la lengua que tu pareja es una persona de tu mismo sexo es tomada como un comportamiento débil, falto de carácter, de confusión de tibieza o de no saber qué se quiere: eso lo toman como la afrenta al honor institucional. Por ello muchos homosexuales prefieren esconder su orientación sexual.

La existencia en las filas de las Fuerzas Armadas de personas HSH’s, gays, lesbianas y hasta travestis y transgénero es un secreto a voces. Muchos prefieren guardar su opinión si el implicado no lo dice directamente. Y es aquí donde se topa uno con el verdadero problema de la comunidad LGBT uniformada: la invisibilidad claramente voluntaria y como consecuencia la impunidad ante agresiones verbales o físicas por su orientación o identidad de género, algunas veces expresadas a modos de chistes, como si las humillaciones chuscas fueran una broma.

La carrilla militar (como se le llama al acoso por los compañeros del mismo grado o superiores) traen a menudo una serie de agresiones a la dignidad personal que no pueden ser denunciados sin toparse con la incomprensión, indolencia y hasta complicidad de las autoridades castrenses ante este tipo de abusos. Lo que igualmente trae como consecuencia la desunión entre los soldados con una orientación sexual diversa y así evitar meter las manos o solidarizarse ante las agresiones que reciben los compañeros LGBT.

Desde mi experiencia como militar en activo, fuera de closet y en una batalla legal por la visibilidad, la No Discriminación por orientación sexual e identidad de género, puedo decir que el camino es largo para abrir a las Instituciones Armadas a hablar libremente del tema de sus elementos homosexuales en un lenguaje inclusivo, sin hostilidades ni violencia. Yo la he padecido, no sólo de parte de compañeros con su propia educación ya traída desde su familia de origen, sino de los estereotipos de masculinidad castrense que se inoculan con el adoctrinamiento y que no sólo refuerzan estereotipos entre algunos compañeros heterosexuales y homofóbicos ya de por sí, sino entre los mismos elementos LGBT que terminan tragándose el discurso de los estereotipos del soldado macho, discreto o sumiso, llegando al extremo no únicamente de la indiferencia ante ataques verbales contra otros miembros LGBT civiles y militares, sino de una homofobia explícita que incluso les inculca sentimientos de culpa, vergüenza, desconfianza, odio a sí mismo y tristeza permanentes por ser quienes son.

Desde dentro, como soldado homosexual, he acudido a mi Comunidad Diversa para solicitar el apoyo para que quienes luchamos contra la No Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, de que no seamos callados ante semejante aberración.

Por otro lado, es necesario aclarar que sí, que por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional ha habido grandes esfuerzos para fomentar la inclusión y no violencia de género contra las mujeres compañeras de armas, pero ha guardado un silencio sepulcral ante un hecho que ha estado en todos los ejércitos del mundo y de todas las épocas y por lo cual denuncias y exigencias de respeto a la vida privada de los militares diversos son simplemente ignoradas. Caso relevante el hecho que el año 2017 en el Día Internacional Contra la Homofobia, mientras en Los Pinos el presidente se reunía con activistas, organizaciones civiles y autoridades en materia de Derechos Humanos y las secretarías de Estado ponían la bandera del arcoíris en sus portadas y perfiles, la SEDENA no hizo siquiera un comentario sobre el asunto.

Espero poder seguir compartiendo mis experiencias, valoraciones y activismo desde las entrañas de las Fuerzas Armadas por y para mis compañeros de armas LGBT y contar con su apoyo y comprensión estimado lector. Si esto le ha ofendido lo lamento por usted, pero no me disculparé por romper su idea estereotipada de las Fuerzas Armadas no sólo de nuestro país, sino de muchos otros.

Antes me decía que ojalá un día pudiera caminar en la Marcha LGBTTTI de la Ciudad de México con mi uniforme, doblemente orgulloso, de mi trabajo y de mí mismo como ya lo hacen soldados en Canadá, Países Bajos, Inglaterra o Nueva Zelanda y otros, y lo hice, sufrí agresiones por internet de parte de compañeros homófobos, pero también apoyo por parte de otros.