El discurso o línea central de pensamiento del Modelo Educativo 2016 (SEP), está instalado sobre la base de una educación de calidad ¿Qué significa eso? ¿Cómo está referida la calidad de la educación en los círculos de la alta burocracia educativa? ¿Es el mismo sentido que se da a la “calidad de la educación” en los pasillos de la SEP, que en las lujosas oficinas de las cúpulas empresariales; en los debates de las organizaciones sindicales o los comentaristas de los medios de comunicación? ¿Es la misma noción de calidad educativa la que viven los docentes de distintas regiones del país: en las ciudades es igual que en las zonas marginadas, en las comunidades rurales o indígenas? ¿Cuáles son las expectativas sobre la calidad de la educación que tienen las familias mexicanas, cuyos hijos son alumnos de la escuela pública?
Tal como lo mencionamos en una colaboración anterior, la “calidad de la educación” está definida legalmente en nuestro país, desde 2013, en el texto constitucional; sin embargo, la comunidad académica internacional aún no llega a un consenso acerca de este término. La definición de la calidad de la educación es un término dinámico y puede cambiar según el contexto cultural e histórico de cada sociedad, de una región a otra, o en cada país o grupo de países.
Lo mismo sucede con el término “desarrollo de competencias clave”, que a su vez está relacionado con el concepto de “aprendizajes clave”. Dice el texto del Modelo Educativo 2016 que “El currículo nacional debe fomentar el desarrollo de competencias para la vida que son fundamentales. Una competencia clave que estructura a otras es “aprender a aprender”, que significa aprender a pensar, a cuestionarse acerca de los diversos fenómenos, sus causas y consecuencias, a controlar los procesos personales de aprendizaje, así como a valorar lo que se aprende en conjunto con otros”... Una segunda competencia clave que está relacionada con el desarrollo de las habilidades socioemocionales de los niños y los adolescentes es “aprender a convivir”, ya que se trata de un fin que en nuestra época debemos enfatizar.” (pp. 46-47).
Efectivamente, el desarrollo sistemático de las llamadas “competencias educativas clave” y los aprendizajes que van unidos a éstas, constituyen piezas centrales en el diseño curricular actual en la educación de los niños y los jóvenes, en distintas latitudes del mundo. Pero el problema que presenta esta concepción, (que por cierto no es muy novedosa, ya que la OCDE ha propuesto, desde el año 2001, la idea de las llamadas “key skills”), no es tanto su definición o caracterización, sino su pertinencia y sentido de uniformidad.
Como lo escribí hace algunos años: “Es importante considerar que el enfoque de planificación didáctica y diseño de ambientes de aprendizaje de los expertos de la OCDE, cuyo fundamento es el enfoque curricular basado en el desarrollo de competencias, no es el único ni el más completo de los existentes en la literatura internacional de la investigación educativa, pero sí es uno de los más influyentes hoy como soporte técnico-metodológico de los programas indicativos internacionales, así como de las políticas públicas en educación nacionales, sin que ello necesariamente impacte en la cultura y las prácticas docentes de las naciones que las han adoptado, sobre todo en aquellas sociedades donde se han iniciado procesos de reforma curricular de la educación formal o escolarizada (superior, media y básica, en ese orden) desde el año 1990, aproximadamente, a la fecha, como es el caso de México (SEP, 2009 y 2011)” (Ver un análisis más amplio en: Revista Iberoamericana de Educación, 2014, No. 61/4).
Aunque ya expresamos nuestras dudas y cuestionamientos, en una entrega anterior, en torno al sentido de oportunidad y actualidad de la metodología de la gestión educativa y escolar que sugiere el “Modelo Educativo” (la llamada “planeación estratégica”), de manera semejante comento, con respecto al sustento teórico que eligió la SEP acerca del diseño curricular, que éste no es el más vigente ni el más adecuado.
Acerca del diseño curricular para la educación básica, principalmente, conviene abrir la mirada hacia otros horizontes y establecer, en todo caso, una ruta crítica para lograr mayor dinamismo y diversidad en la plataforma pedagógica que da lugar a la selección de los contenidos, ya que una matriz genérica, única o uniforme (basada en el “desarrollo de competencias clave”), agota las opciones creativas y cierra toda posibilidad de flexibilidad y de plasticidad que necesita la educación contemporánea, esto, en función de la diversidad cultural, étnica, lingüística, política y económica de las distintas regiones de México. Para ello, es de suma importancia retomar otros modelos de diseño y, sobre todo, escuchar las voces de las figuras educativas: los maestros, las maestras, los directivos, asesores, etc., así como de las figuras del aprendizaje: los niños, las niñas y los jóvenes que son los protagonistas de la transformación educativa.
*Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro. jcmqro3@yahoo.com