En las elecciones del año entrante por vez primera los presidentes municipales y diputados podrán optar por la reelección inmediata en el cargo, sin tener incluso que separarse de su encargo para hacer campaña (hay jurisprudencia del 2017).

Se trata de un cambio determinante. El poder soberano pasará de los partidos a los ciudadanos. Por lo menos esa es la idea del legislador implícita en la nueva ley.

Me explico: en el ciclo de las grandes reformas electorales, un arco largo que va de 1977 a 2014, los partidos fueron los grandes ganadores. Convertidos en caciques electorales.

Hasta hoy los partidos siguen siendo los entes que concentran todo el poder emanado de los ciudadanos. La soberanía nacional concentrada en unas cuantas cabezas, en particular del partido en el gobierno.

Nadie puede acceder a ningún puesto de elección popular que no sea a través de los partidos. De presidente de la República para abajo, hasta el alcalde más modesto.

La elección por usos y costumbres (sin partidos) aprobada en el Estado de Oaxaca (1998) para aquellos municipios mayoritariamente indígenas no se ha traducido en mayor poder de decisión de los ciudadanos, sino en el reforzamiento de las antiguas castas locales.

El caso de la indígena Eufrosina Cruz Mendoza, cobró fama nacional en 2007, cuando luego de haberse postulado para presidente municipal de su pueblo, Santa María Quiegolani, Oaxaca, y haber ganado la elección, la asamblea del pueblo integrada por hombres determinó que, por usos y costumbres, no podía protestar el cargo por ser mujer.

En las elecciones pasadas cobraron fuerza las candidaturas independientes, de los sin partido. El modo ideado por el legislador para restarle contrapeso a la hegemonía de los partidos en favor de los votantes. Fue como en Nuevo León el “Bronco” (Jaime Rodríguez) se convirtió en gobernador, y nueve diputados locales. (En la elección de 2018 se prestó de comparsa).

También fueron electos por esa vía Manuel Clouthier Carrillo, en una diputación federal; en Jalisco protestó por esa misma vía el joven político José Pedro Kumamoto Aguilar.

Pero en ningún de esos casos, y particularmente en Nuevo León, el origen de los nuevos gobernantes se tradujo en mayor poder para los ciudadanos y tampoco se redujo la influencia de los partidos políticos en prácticamente ninguno de los ámbitos de la política.

Los partidos, ya se sabe, cruzan por el peor periodo de su historia (Morena no es López Obrador). De acuerdo con estudios de opinión pública, su aprobación se encuentran por debajo de un policía de crucero.

La teoría política enseña que los partidos son la base de la democracia representativa, más aún tratándose de sociedades complejas, y divididas como la nuestra, en la que todos los grupos y sectores exigen representaciones política y voz en los órganos de decisión.

Chayo News. Volvamos al tema inicial y veamos la ventajas y desventajas de la reelección inmediata en casos concretos como son dos municipios intermedios en la Sierra Norte de Puebla, Huauchinango y Xicotepec. Ambos con población rural, y una cultura política poco sofisticada, y poca influencia de las redes sociales.

En el primer caso gobierna Morena, el partido en el poder en el nivel federal y estatal. Se encuentra al frene Gustavo Vargas Cabrera, un político formado en los viejos usos del PRI, con ideas fijas. No buscó el puesto, le llegó con el tsunami López Obrador. Es la primera vez que en Huauchinango gana un partido vinculado con la izquierda. Las expectativas fueron tan altas como en los ochenta cuando ganó por vez primera el PAN.

En el otro extremo tenemos a Laura Guadalupe Vargas. Surgida de las filas del PRI, un partido en la oposición y con una fama nacional que no ayuda. Frente al otro que viene de los viejos moldes, Laura Guadalupe representa el relevo generacional, en una población en la que los jóvenes son actores decisivos, por encima de los viejos. Laura Guadalupe No ganó de chiripa, no obstante su relación familiar. Ganó desde la oposición y con un discurso contrario al predominante hace dos años.

Ninguno de los dos ha dicho en público que quiere reelegirse, pero todo indica que en la soledad ambos actúan en esa dirección. Aquí entran las variables locales determinantes. Vargas Cabrera apostará a Morena y a la eventual inercia que pueda despertar entre los electores la mención de AMLO. Amén de que su aprobación ciudadana no es nada halagüeña. No ha remontado el problema de la basura; y la pandemia ha complicado su relación con la población, de la que por sí era distante.

Laura Guadalupe, volverá apostar desde la oposición, que en su caso de nuevo se traduce en una relación de desventaja. Pero puede estar de su lado la frustración de grandes sectores que no han visto satisfechas sus esperanzas fincadas en Morena.

Pero habría un determinante más. A diferencia de lo que ocurre en las ciudad, las elecciones locales se traducen en una especie de cara-cara entre contrincantes. La fama pública (la buena y la mala) de unos y otros es conocida, y debatida de boca en boca entre la gente.

Estarán muy presentes las promesas de campaña no cumplidas, gobiernos hechos no con los mejores, los eficientes, los comprometidos con el bienestar de la gente, sino con la familia, los compadres, los cómplices y dos que tres amantes para demostrar la hombría.

No son los partidos y las proclamas, entonces, son los hechos probados los que al final del día orientarán el sentido de la boleta antes de meterla en la urna. El año entrante será más determinante que nunca. Porque la gene los tendrán cara a cara.