Así como en la película de Luis Estrada, El infierno, este lugar de tinieblas y horror no se encuentra en algún punto imaginario sino en la vida cotidiana de los mexicanos bajo la guerra de Felipe Calderón, así en el caso de López Obrador, la chingada no es en absoluto un edénico rancho al cual deba retirarse sino su diaria lucha en México por establecer la visión política y económica en la cual cree con convicción y la cual ha sido respaldada en 2006 por aproximadamente 15 millones de mexicanos y en 2012 por 16 millones. La chingada encuentra su lugar, pues, en todo el país.

La chingada y la chinga de López Obrador tienen que ver con su batalla contra aquello que le ha impedido llegar a la presidencia de la república. En 2006 a través de un fraude electoral y en 2012 por medio de la manipulación y la práctica de los viejos usos de la compra del voto en su versión actualizada, corregida y tal vez aumentada. Esa batalla es lo suyo y en ella continuará; la batalla de la chingada en la chingada que es la vida política nacional.

Y contra quienes proponen una falsa disyuntiva al futuro de la izquierda: o se alinea o quedará relegada en el congreso de las decisiones políticas siendo desplazada por el PAN como posterior a 2006 fuera supuestamente sustituida por el PRI; o incluso contra quienes proponen el dilema de la calle o el cauce institucional, López Obrador ha reiterado y avanzado en su protesta y su propuesta formal a pesar de la parcialidad que los órganos electorales han mostrado en el pasado y el presente; ayer a favor del PAN, hoy del PRI. En ello radica que hasta el momento la izquierda no se fragmente.

La falsa disyuntiva: La izquierda no fue desplazada por el PRI en 2006 ni lo será en 2012 por el PAN porque independientemente del “juego” y/o los conflictos internos de la izquierda, el PRI y el PAN tienen una agenda común vastamente conocida como la agenda del PRI-AN y que se reduce fundamentalmente al impulso de las ya célebres “reformas estructurales”. Muy aparte de lo que la izquierda haga o deje de hacer, el PRIAN actuará básicamente de acuerdo tal cual lo ha hecho durante los últimos decenios.

El falso dilema: La expresión política en la calle,  con independencia del curso institucional de los procesos, es una dimensión válida en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Así que más allá de las resoluciones del tribunal electoral y no solo o necesariamente en relación a este tema, la calle siempre será un factor de lucha política. El desempeño en 2008 de la oposición a la privatización de Pemex es un claro ejemplo, otro, el proceso de desafuero contra AMLO en 2005.

Así que ni López Obrador ni el conjunto de la izquierda están obligados a seguir una ruta exclusiva, una línea sugerida, trazada, por los analistas políticos y económicos “expertos” en las diferentes materias del país (y ya conocemos muy bien a esos expertos; son los mismos de siempre), quienes demandan una “normalidad democrática” como si de veras ya se hubiera alcanzado con el mero acto del voto y por lo tanto hubiera de renunciarse a toda protesta de cualquier orden.

El político mexicano con mayor convocatoria social (no, no se trata de Peña Nieto), deberá continuar en su labor, en su chinga cotidiana, pues ésta no es una que se empeñe exclusivamente en los cargos públicos coyunturales sino, sobre todo, en la transformación democrática del país. Se trata de ir más allá de una mera democracia electoral y procurar una con justicia económica y política, porque, contrario a lo establecido por los “analistas expertos”, la democracia sí debe suscribir adjetivos. Particularmente cuando se trata de países carentes de una normalidad en todos los sentidos, como México.

 

P.D. Ahora resulta, de acuerdo a la versión de los expertos y los periodistas objetivos, que la víctima, el insultado, el malquerido del proceso electoral 2012 es Peña Nieto, cuando no ha habido nadie tan apoyado por los medios como él ni nadie tan atacado como López Obrador. ¿Hay necesidad de refrescarles la memoria?