“Chayotero”, “vendido”, “agachón”, “traidor”, fueron durante años previos a la cuarta transformación, adjetivos calificativos con los que la oposición describía a los medios que no criticaban las decisiones del gobierno que ellos consideraban malas.

Hoy día, en pleno ejercicio del poder, solamente un hombre se desempeña en las labores de la comunicación, es decir, de vocero del gobierno a través de las famosas “conferencias mañaneras”, y exige, a esos comunicadores a los que antes criticaba, una aduladora docilidad y presta sumisión, lo que le permite contestar, no contestar, enredar, señalar y lo más peligroso, evadir el justo cuestionamiento y el derecho a saber de la sociedad.

Este juego maquiavélico con el que el presidente “marea” a la opinión pública, no sería posible sin la obediente complicidad de los comunicadores que asisten, “todavía medio dormidos”, a las famosas “mañaneras”, quienes en su afán cuasi periodístico de cuestionar, se enredan, se copian, divagan, pero sobre todo, hacen preguntas que le ofrecen la oportunidad al “vocero” de escabullirse sin contestar, y sobre todo, callan ante el cinismo de los comentarios presidenciales al estilo de las “fake news”; acusaciones sin fundamento, señalamientos inverosímiles y sobre todo, en el mayor de los casos, cuestiones que no abonan a la unidad y solución de problemas reales, sino que siguen dividiendo a la sociedad, aunque el discurso sea otro.

Que diferentes serían las conferencias mañaneras, si los comunicadores presentes cuestionaran de una pregunta a la vez, y posteriormente, cuando esta no es respondida de manera eficiente, concreta y clara, el siguiente comunicador repitiera la misma pregunta y exigiera su respuesta. Esta acción, representaría la unidad inédita en los medios de comunicación que antepondría a la nación antes que la búsqueda idílica y lamentable de “la nota”, y los alejaría de ser señalados como periodistas chayoteros al servicio del clientelismo que siempre ha exigido “el de Macuspana”.

Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de cuestionar, exigir respuestas, indagar,  pero sobre todo, de comunicar con verdad, negándose a ser partícipes de noticias falsas. Este cuarto poder exige una gran responsabilidad a los medios, mismos que, en estos tiempos, se vuelven más imprescindibles que nunca.

“Chayotero”, “vendido”, “agachón”, “traidor”, fueron durante años previos a la cuarta transformación, adjetivos calificativos con los que la oposición describía a los medios que no criticaban las decisiones del gobierno que ellos consideraban malas.

Hoy día, en pleno ejercicio del poder, solamente un hombre se desempeña en las labores de la comunicación, es decir, de vocero del gobierno a través de las famosas “conferencias mañaneras”, y exige, a esos comunicadores a los que antes criticaba, una aduladora docilidad y presta sumisión, lo que le permite contestar, no contestar, enredar, señalar y lo más peligroso, evadir el justo cuestionamiento y el derecho a saber de la sociedad.

Este juego maquiavélico con el que el presidente “marea” a la opinión pública, no sería posible sin la obediente complicidad de los comunicadores que asisten, “todavía medio dormidos”, a las famosas “mañaneras”, quienes en su afán cuasi periodístico de cuestionar, se enredan, se copian, divagan, pero sobre todo, hacen preguntas que le ofrecen la oportunidad al “vocero” de escabullirse sin contestar, y sobre todo, callan ante el cinismo de los comentarios presidenciales al estilo de las “fake news”; acusaciones sin fundamento, señalamientos inverosímiles y sobre todo, en el mayor de los casos, cuestiones que no abonan a la unidad y solución de problemas reales, sino que siguen dividiendo a la sociedad, aunque el discurso sea otro.

Que diferentes serían las conferencias mañaneras, si los comunicadores presentes cuestionaran de una pregunta a la vez, y posteriormente, cuando esta no es respondida de manera eficiente, concreta y clara, el siguiente comunicador repitiera la misma pregunta y exigiera su respuesta. Esta acción, representaría la unidad inédita en los medios de comunicación que antepondría a la nación antes que la búsqueda idílica y lamentable de “la nota”, y los alejaría de ser señalados como periodistas chayoteros al servicio del clientelismo que siempre ha exigido “el de Macuspana”.

Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de cuestionar, exigir respuestas, indagar,  pero sobre todo, de comunicar con verdad, negándose a ser partícipes de noticias falsas. Este cuarto poder exige una gran responsabilidad a los medios, mismos que, en estos tiempos, se vuelven más imprescindibles que nunca.