La “entrevista” de Pepe Cárdenas a Andrés Manuel López Obrador solo puede considerarse como otra agresión, sin trascendencia pero agresión. Pepe, más protagonista que Andrés Manuel, y desde una ética periodística insulsa, incumplió con el periodismo, interrumpió y calló a su entrevistado y se pretendió digno. Exaltado, no tomó en cuenta la recomendación de serenarse. López Obrador había sufrido una acometida, una más, y a Pepe le importó más la “relación” del Peje con Elba Esther Gordillo.

Pepe nunca dejó que Andrés Manuel explicara, al final de la entrevista, sus argumentos, no dejó de incordiar. ¿Andrés Manuel se propasó al hablar de calumnias y que había que realizar un periodismo verdaderamente independiente? No. ¿Andrés Manuel se equivocó al señalar que fue el gobernador Miguel Ángel Yunes quien ordenó el ataque? Sí, porque no tiene evidencia, no mostró pruebas más allá de su acusación.

 Después del “huevazo”, sin embargo, López Obrador andaba de buen talante, así se oyó en la primera parte de la entrevista. Pepe quiso someter a Andrés Manuel con la supuesta corrupción de la maestra Delfina Gómez. Andrés Manuel lo atajó con lo más simple, ¿dónde vive Delfina y dónde vive Alfredo del Mazo? Una ciudadana que, empujada, se mete a la política y sus vaivenes por elección propia, mientras Alfredo, empujado por su dinastía, se pretende no elección, sino destino.

Hasta ahí todo bien. Cárdenas entonces toma el tema de Elba Esther y, sin demostrar ni mostrar evidencia de un acuerdo entre López Obrador y la ex dirigente del SNTE, desliza comentarios que se pretenden reales, veraces. Andrés Manuel habla de calumnias y, casi iracundia, la voz de Pepe crece apelando a una dignidad sacada de quién sabe qué chistera periodística. Lo demás es anécdota, no historia. Pepe se pretende mancillado y decide cortar por lo insano: acabar la entrevista. Insania periodística, desde luego. Un periodista exaltado deja de ser periodista: se convierte en protagonista. Ya no importa la nota, la noticia.

Para Tomás Eloy Martínez el periodismo es, sobre todo, un acto de servicio, un servicio al lector, al auditorio, al televidente. Pepe, por desgracia, se sirvió a sí mismo y no a sus escuchas: su protagonismo lo desubicó. No pensó en su auditorio, pensó en sí mismo y no obtuvo ninguna noticia.

 “Mi definición favorita sobre el periodismo es la siguiente: su función es informar a las comunidades de manera que puedan practicar mejor sus derechos y responsabilidades ciudadanas”, dijo Richard Gingras, vicepresidente de Google News. Pues bien, ¿qué servicio ha dado Pepe a los ciudadanos? Ninguno. ¿Y qué tiene que hacer Andrés Manuel? Escoger mejor sus escenarios.