La semana pasada iniciaron las precampañas presidenciales para la elección federal del siguiente año. En las últimas semanas se han definido las precandidaturas y cada día vemos cómo el panorama se va clarificando.
Este año hubo elecciones en Nayarit, Coahuila y Estado de México, en donde el PRI obtuvo victorias significativas. Y quiero retomar este último caso para intentar dar un poco de luz sobre el proceso electoral que estamos comenzando.
Cinco meses antes de la elección la candidata del PAN encabezaba las encuestas, seguida de los contendientes de Morena y en un lejano tercer lugar se encontraba el postulante del PRI. A medida que las campañas se desarrollaban las posiciones de los candidatos en las encuestas se movían de acuerdo con la encuestadora que presentara sus estudios. Semanas antes de la elección, la mayoría de los resultados demoscópicos pronosticaban una contienda cerrada entre el PRI y Morena. Finalmente el candidato del PRI, Alfredo del Mazo, obtuvo la victoria con casi el 3 por ciento arriba de la candidata de Morena, mientras que la contendiente por el PAN se fue a un lejano cuarto lugar.
Si hoy revisamos las tendencias de las principales encuestas para la presidencia de la república, AMLO está en primer lugar (obvio tras doce años) mientras que el Frente y la alianza del PRI se disputan el segundo lugar. Sin embargo, si tomamos en cuenta lo que pasó en el Estado de México nada está definido: el PRI pasó del tercer al primer lugar. Esa es la importancia de las campañas electorales en la democracia; no hay nada escrito porque el resultado es incierto y las encuestas no definen quién ganará.
Durante esta semana hemos escuchado y leído algunos posicionamientos de los precandidatos. Por ejemplo AMLO ha comenzado con traspiés en la selección de sus candidatos, en sus declaraciones y en alianzas que sus propios seguidores le critican, lo que hace pensar que las equivocaciones seguirán durante la campaña e influenciarán en los resultados. Esta ha sido su historia, pareciera que él es su peor enemigo.
Anaya por su lado, se aseguró para sí la precandidatura de su partido y de los que van coaligados a él, pero todavía falta por definir cómo se habrán de repartir las 3 mil 415 candidaturas restantes. Y más tendremos que estar atentos y ver si las militancias de los partidos que conforman el Frente están dispuestos a aceptarlos porque no parece haber ninguna coincidencia política ni ideológica entre ellos.
Pero también la campaña política de Anaya sólo se hace en el tiempo que tiene en los medios porque parece que cada vez tiene menos seguidores, incluso, el inicio de su campaña fue con pocas personas y no lo acompañó ni su familia (seguramente estaban en Atlanta).
Por último, el PRI tendrá que decidir si buscará perfiles ciudadanos para sus candidaturas o si sus militantes encabezarán el proyecto de gobierno para los próximos años.
De ser la primera, la pregunta sería: ¿cómo integrarán a la militancia para que se sientan parte de un proyecto, de un futuro que no les debe ser ajeno y que represente las ideas de justicia social que el partido enarbola? Si fuera la segunda, deberán ser perfiles muy competitivos (que hay muchos) que fortalezcan las propuestas del PRI y sobre todo las del candidato Meade. Los priistas no tienen opción: ¡El candidato Meade debe ganar!
De los independientes valdría la pena preguntarse sobre sus perspectivas reales o si solo serán un mal ejemplo sin importancia ni aporte al proceso electoral.
Todavía faltan 190 días para la elección. Todos los ciudadanos, sin importar nuestra preferencia o afinidad electoral, debemos estar atentos a los posicionamientos y propuestas de los candidatos. Tenemos que decidir y discutir cuál proyecto de país es viable y cuáles otros sirven para solo atraer votos, pero que en realidad son anacrónicos e inviables. Recordemos que las elecciones se ganan con votos, no con encuestas, y será el 1 de julio, no el 22 de diciembre.