Pena ajena, nada más vergonzoso que soportar a Nino Canún en una mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador quien, cortés, se alejó del vituperio de la alabanza. No sé si sea un periodista, pero Nino ha sido un comunicador, viene más del periodismo del espectáculo que del periodismo político, en todo caso. Catch on, atrapó el balón , no lo soltó hasta verse promocionado nacionalmente. Cachún, Canún.
La comunicación matutina la ha ejercido Andrés Manuel como un director de orquesta, nada desafinaba, hasta ahora, cuando un músico quiso tocar sus propias notas. Nino demostró que la diarrea verbal se constituye en protagonismo. ¿Realmente qué preguntó? Pagado de sí mismo echó a perder la mañana. Sus denuncias a posteriori sobre Vicente Fox, Radio Centro, Juan Francisco Ealy Ortiz y Raymundo Riva Palacio son chismes que buscan la victimización. ¿Tiene pruebas de todo ello?
Una cosa es el veto y otra la censura y la autocensura. Las redes sociales nos dan espacio libertario, que se use o no se use es ya otro asunto. Nino no es Carmen Aristegui ni Pepe Gutiérrez Vivó. Su estatura moral y periodística no le da para tanto. ¿Qué investigación profunda, qué reportaje de fondo construyó Canún? En un país donde los reporteros se juegan la vida, lo suyo es un insulto. Y lo peor, lamebotas, le endosa su “regreso” a Andrés Manuel. Advenedizo de la Cuarta Transformación, Nino tiene derecho de expresarse, lo que no se vale es usar la tribuna profesional mañanera para darse baños de pureza y de autopromoción.
Qué bien que Ricardo Rocha y Nino Canún asistan a las mañaneras, nomás bájenle un poquito. Asistir no los convertirá en recipientes del gasto publicitario gubernamental que, tal parece, ha puesto nerviosos a muchos dueños de medios. Nino olvida algo esencial escrito por Camilo José Cela: “Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada sino el eco de todo”.
Hay que alejar al periodismo del espectáculo del sereno, y aún noble, periodismo político. El “yoísmo” es un mal consejero. La libertad de expresión es una cosa, el libertinaje protagónico, otra. No jodan a nuestros desmañanados reporteros, no, no lo hagan. Echarse porras a sí mismo es casi, escribo casi, un delirio.