Cambió su temperamento con la luna llena del 24 de Diciembre.

Pasó de ser El mar para convertirse en La mar. Con su cadencia suave que va calmando, que restablece la caricia llegando hasta el latido que fluye en las venas. Ya no retumba contra la orilla ni levanta sus olas crecidas de puntas blancas amenazando desde el horizonte.

Furia conocida El mar. El que arrastra, el que traga, el que destruye si penetra alebrestado en la planicie propicia.

Origen, Plasma, Ente domado por las fases lunares. Al arbitrio de su fondo volcánico y movedizo entre placas tectónicas. Oscuras nubes lo acechan embate en espiral lo azota. Inclemente se hincha y enloquece El mar.

No cabe duda que fundidos vamos sobre la Madre Tierra y una sola sacudida de su grandioso volumen significa la aniquilación de la especie humana.

Pero, volvamos a sentir a La mar.

Admiremos a las ballenas jorobadas y a sus ballenatos que se deslizan jugando sobre la superficie apaciguada; ventilan a ras del agua sus exhalaciones divisadas de pronto desde lo alto del cerro. Traspasemos la transparencia sosegada de los tres azules que en el litoral occidental también los hay no sólo en el Caribe.

La temperatura del agua extrañamente templada. Igualmente anómala la temporada de precipitaciones este año. Sequía en el verano. Comienza a llover en Octubre, las lluvias se extienden hasta fin de año despidiendo al 2015 con la foresta verdísima además de La mar tranquila que tiende a relajar aún más su vaivén. Reemplazados los vientos fríos del norte que otros años obligaban a abrigarse por una leve brisa fresca que apenas remueve los penachos de las palmeras, las copas de los árboles.  

Primer año, en este invierno del 2015, que se experimenta cerca del trópico de Cáncer mexicano el sobrecalentamiento del océano Pacífico con sus consecuencias futuras irreversibles para su flora y fauna.

Así ha quedado anotado en la bitácora.