Pocas mujeres han tenido la ocasión de visitar el Vaticano en funciones oficiales, ya sea como titulares de Estado o cómo esposas de aquellos. Sólo una ha podido hospedarse en los santos aposentos por un periodo considerable y fue Carlota de Habsburgo, la Emperatriz de México.

En la novela “Noticias del Imperio” de Fernando del Paso, se describe a una esposa de Emperador que “Amó a México hasta la locura”, casi como Maximiliano, “que lo amó hasta la muerte”; y entre tanta locura, la mujer fuerte y decidida que tomó gran parte de las decisiones durante el Segundo Imperio, terminó en la biblioteca del Papa Pío IX pidiendo posada para convertirse en la única mujer que había dormido en aquel lugar. Paralelismos extraños y asimétricos sobre el amor al país pensando en la pareja presidencial.

Sirva la referencia evangelizadora que el segundo imperio dejó a México después de la intervención francesa para aludir a la carta que Beatriz entrega al primer Papa latino de la historia, esa en la que Andrés Manuel López Obrador pide a Francisco Bergoglio disculparse por la imposición violenta de la religión católica durante la conquista española. Y es que en un primer momento, poco sentido tendría exigir una disculpa por acontecimientos que sucedieron hace más de 100 años y menos exigirlo a un mandatario que en sus funciones papales, se consolida como la resignificación del catolicismo institucional: Argentina sufrió también una conquista que implicó violaciones, sometimiento pero llevó al sacerdote más popular y generoso del barrio a la silla gestatoria en Roma.

Difícilmente el Papa podrá pedir disculpas porque la Iglesia haya llevado el catolicismo a toda América Latina siendo él mismo fruto de la evangelización. Pero nada puede compararse con validar el sistema de explotación indígena, dominación violenta, castigos inquisidores, acoso y abuso sistematizado. Su propio pueblo merece esa disculpa y la petición no es menor ni imposible. Apenas en 2020, inéditamente Bergoglio nombró a 6 mujeres para la supervisión financiera. Algo impensable para la iglesia en manos de europeos.

Si hay algo en común entre Francisco Bergoglio y López Obrador es que ambos llegaron para revolucionar la historia de las instituciones más rancias pasando por las costumbres más arraigadas.

La visita de Beatriz Gutiérrez Müller a Paris y Roma ha sido casi perfecta. Pero hay un gran detalle: ella eligió no ser una “primera dama” por tener el mismo valor que todas las mujeres del país. Ella eligió asumir las labores de preservar la memoria histórica y ser el motor intelectual de Palacio en vez de ocupar espacios simuladores de compasiones gratuitas. ¿Por qué elegir renunciar a la autonomía y pertenecer a alguien?

La vieja tradición de utilizar adjetivos posesivos ha sido superada. Las propias esposas que deciden dejar de utilizar sus nombres, omiten el posesivo para simplemente asumir el apellido matrimonial, como Melania Trump (aunque ese borrado sea peor).

Beatriz renuncia a renunciar a ella misma y qué bueno que así sea. Ella es Beatriz Gutiérrez Müller, historiadora y escritora, mujer del pueblo y esposa del presidente.

Pero quiso llevar presente a López Obrador en su nombre porque sin ser canciller, llevó la representación de su marido a Roma. No renunció a la autonomía desde la nomenclatura oficial.

Renunció al borrado de las razones que le permitieron estrechar una charla histórica entre latinos desde el Estado Vaticano: la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Y es por esa misma razón que la firma fue apropiada aún en términos gramaticales: López Obrador no es apellido compuesto pero Beatriz no firmaba anunciándose propiedad de un hombre, sino que firmaba un agradecimiento extendiendo palabras en representación del presidente. (De su marido y no del país, facultad constitucional del canciller).

La presencia de Beatriz en Europa ya es un hito en la historia de las esposas de presidentes mexicanos:

  • -Llevó la cultura prehispánica a Francia
  • -Pidió respeto por la memoria latina en Vaticano
  • -Disertó un poema del mexicano Amado Nervo
  • -Llevó el mensaje del presidente sin aludir en su visita su rol de madre
  • -Hizo mucho más que sus anteriores homónimas quienes se habían limitado a ser la compañía de sus esposos en su rol familiar más que oficial.

Todos los presidentes que han acudido al encuentro papal, han aprovechado para llevar a sus familias completas. Beatriz hizo un viaje austero y oficial, sin turismo innecesario ni hijos. La diferencia.

Aunque no negaré la nostalgia de la cátedra mundial pendiente, en la que la no-primera dama pudo comunicar sus razones para rechazar aquella categoría y enaltecer a la mujer que lleva la palabra del presidente sin pertenecerle. Ninguna mujer es objeto de apropiación ni de conquista. Es sujeto de poder, ciudadanía y de Estado, visión que seguramente la historiadora compartirá.

@fridagomezp