Esta imagen no es nueva, pero eso no le quita dramatismo. En pretender verla como algo normal está la enfermedad. Basta ver los rostros, la actitud de la muchedumbre que rodea la fogata donde se están incinerando dos cadáveres, para entender que se está ante una escena de patología social donde la ignorancia, el deseo de venganza y la ausencia de autoridad y justicia se conjugan para hacer posible un crimen.

Se trata de una escena repulsiva por todo lo que significa. Si sólo aparecieran los cuerpos, la fotografía no sería tan patética. Lo ominoso está en el asesinato, en un linchamiento, pero también y sobre todo en la placentera morbosidad, en la satisfacción o indiferencia que aparece en los rostros de varios de los presentes.

La normalidad ante el delito y las muestras de triunfo ante la ilegalidad es lo que asusta.

Nadie, salvo algunos medios de comunicación, se ha preocupado por destacar el hecho: dos encuestadores de la empresa Marketing Research & Service llegaron a la población de Ajalpan, Puebla, para aplicar una encuesta a la comunidad sobre el consumo de tortillas. Un rumor, salido de algún rincón del pueblo y del surrealismo de Pedro Páramo, de Al filo de la navaja o de Cien años de soledad, los acusó de ser secuestradores? y la población decidió lincharlos.

Esta imagen muestra la realidad del México profundo. De esa entraña que nadie ha querido ni podido cambiar.

El ?holocausto de Ajalpan? como el ?holocausto de Ayotzinapa? tienen su origen en la pobreza y el abandono secular. En el vacío que dejan gobiernos, como el de Rafael Moreno Valle, que privilegian el proyecto personal, la inversión en obras y negocios que puedan asegurar su candidatura presidencial hacia 2018.

Ajalpan no tendría por qué interesarle a nadie. Como tampoco interesaba Iguala? hasta que sucedió lo que sucedió. Se trata de uno de los municipios más pequeños y rezagados de Puebla perdido en la sierra de Zongolica. No sirve, obviamente, para satisfacer la vanidad política de ningún funcionario. Sin embargo, ya se convirtió en otro icono de la violencia y brutalidad.

Diferentes casas encuestadoras firmaron un comunicado para pedir justicia en el caso de los jóvenes linchados y se dijeron preocupadas por las consecuencias y significado que tienen este tipo de sucesos en la industria.

Quienes arrojaron gasolina y prendieron fuego a los cuerpos tendrán que ser castigados, pero, ¿y los otros? ¿Quién se va a encargar de combatir, de extirpar la barbarie? Y, obviamente no sólo en Ajalpan sino a lo largo y ancho de la república, donde hacer justicia por propia mano y utilizando los métodos más inhumanos y salvajes se ha vuelto una costumbre.

¿Acaso ése no debería ser uno de los objetivos más importantes de la reforma educativa?

@PagesBeatriz

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