Con Baillères compartiendo el pan y la sal

Ha dicho Carlos Mota, en El Heraldo de México, que la reunión de AMLO en casa de Alberto Baillères es “la piedra angular” que faltaba para que los inversionistas durmieran tranquilos. No es poca cosa que los dueños del dinero estén en paz con el presidente de México. Ello significa inversión, que se traduce en crecimiento y desde luego en empleo, esto es, en bienestar sobre todo para quienes menos tienen.

Pero para la mayoría de los analistas, incluso los del círculo de “negocios”, ha pasado desapercibida la presencia de Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia, en la comida que sostuvo AMLO con el sector empresarial en pleno, en casa de Baillères.

La salida de Carlos Urzúa de la secretaria de Hacienda fue el “banderazo” —insisto, no provocado ni buscado por Poncho Romo— para que este empezara a construir una nueva etapa de la relación de AMLO con tan destacado empresario y con los otros grandes hombres y mujeres de negocios en México.

El coordinador de gabinete ya encontró su rol específico —y fundamental— a desempeñar para la 4T: promotor de la inversión y generador de confianza, particularmente con destacados inversionistas privados mexicanos.

La comida en casa del presidente de Grupo Bal y del ITAM —sí, de la universidad que desprecian algunas pequeñas mentes que se han afiliado a la 4T— fue solo el primer gol decisivo anotado por Romo. Buena noticia que Poncho Romo haya encontrado su posición en la cancha de la 4T.

La otra comida, la de Palacio

El segundo gol de gran impacto, producto también de las ideas de este funcionario/empresario, fue la comida que sostuvieron Carlos Slim Helú y el presidente López Obrador hace dos días en Palacio Nacional.

Sigue especulándose de qué hablaron durante las más de dos horas que duró el encuentro. Muy probablemente del rol que tendrá el dueño de Telmex y Telcel en reactivar la economía e impulsar desarrollo y empleo en el país, ya que él mismo dijo hace unos días que el gobierno de López Obrador “está a tiempo” para enfrentar dichos desafíos.

Claro, lo realmente interesante será conocer a cambio de qué estuvo dispuesto el poderoso empresario a desempeñar tal papel, pero esa es otra historia…

El que no asoma la cola

Los dos empresarios mencionados son, por mucho, los más representativos y hasta simbólicos del ámbito de los negocios honestos en México; honestos, sí: conviene subrayarlo en tiempos de tanto resentimiento social, que por cierto a AMLO le urge combatir.

Sin embargo, quien de plano se ha rehusado a dar una oportunidad a que el esquema gubernamental funcione y que también opere en beneficio del sector empresarial es José Antonio El Diablo Fernández, de Femsa. Este importantísimo hombre de negocios poblano disfrazado de regio, quien podría completar la tercia de ases empresarial —en sentido simbólico claro está—, se ha negado a estar presente con sus colegas de Monterrey cuando estos se han reunido con AMLO. Y todo por no saber o querer superar rencores ideológicos y hasta personales; personales, en efecto, por triste que parezca.

En Monterrey dicen que Fernández envidia el rol social y político de Poncho Romo, quien ha dejado a un lado los negocios para apoyar a México, lo que es de aplaudirse; y envidia, también, a su ex subordinado Carlos Salazar, quien se ha ganado no solo un lugar en el aprecio de Andrés Manuel, sino en el historia del actual sexenio. 

Cuando los tiempos lleguen y se narre lo que pasó en México entre 2018 y 2024, los textos históricos dirán que Baillères y Slim se la jugaron con México; que Romo fue fundamental para orientar hacia los valores liberales al primer gobierno de izquierda en México; que Salazar aportó cuanto pudo para que los rivales ideológicos se entendieran, y que El Diablo, por simples problemas de personalidad, se quedó al margen. Muy al margen, pecado mortal cuando se tiene todo para ayudar.