¡Premio mayor, premio mayor, avión presidencial! Dos, cero, nueve, siete….

El viernes pasado el presidente López Obrador anunció el regreso del avión presidencial a territorio mexicano, después de que no se logró concretar la venta en conjunto con la ONU. En la conferencia mañanera se anunciaron 5 opciones para su venta: la venta a un particular (se anunció un comprador que ofreció menos que el precio del avalúo); hacer un intercambio con el gobierno de los Estados Unidos por equipo médico con un precio equivalente; venderlo a 12 empresas en partes iguales; que se rente por hora y una rifa, la cual sería llevada a cabo por la Lotería Nacional.

Aunque la propuesta de la rifa sólo es una de las cinco que se presentaron, fue la que desató la mayor cantidad de comentarios, memes, y recomendaciones de qué hacer con el avión. De una manera muy particular, al estilo mexicano, las propuestas alocadas se contaron por montones. Van desde que el avión sea utilizado como un museo itinerante contra la corrupción, hasta convertirlo en un hotel boutique o en un hostal; rentarlo para eventos VIP (al estilo Javi Noble) o como avión turístico, entre otros. Fueron tantos los comentarios en las redes que incluso presentaron la cumbia del avión presidencial.

Fuera de todo lo que se ha publicado en redes sociales queda claro que el presidente no lo va a utilizar, por un tema de valores y principios. El avión presidencial es un transporte lleno de lujos innecesarios, nada más alejado de la imagen que ha proyectado el mandatario desde sus inicios en la política. El folleto del avión describe el Boeing 787 Dreamliner como el pináculo de la aviación empresarial del mundo, la aeronave más emblemática del continente y el orgullo de la nación, normalmente reservado para jefes de Estado.

Recordemos que el avión presidencial fue una compra que realizó el expresidente Felipe Calderón, a su salida, para que fuera utilizado por Enrique Peña Nieto. No obstante, aún queda la duda de si la compra fue a cambio de algo. Lo cierto es que el avión fue muy costoso, un gasto inadmisible y que, a diferencia de una posible venta, al momento de su compra se generó muy poco interés; y cuando Peña Nieto vio el gran avión que tenía a su disposición no puso ninguna objeción, ni siquiera cuestionó su compra.

El proceso de venta ya lleva un año y aún no se ha concretado y es que tiene varios problemas, no sólo por el elevado costo, sino por el mantenimiento, por la dificultad que representan las modificaciones y porque se requiere de un hangar lo suficientemente grande para poder resguardarlo. Por ello, la pregunta que se debe responder es, ¿cómo utilizar el avión a favor del desarrollo del país?

La respuesta más sencilla es que se tiene que usar, aunque por todo lo que significa, vamos a descartar que el presidente lo haga. Por ello propongo que -en lo que se vende- se le entregue a las Fuerzas Armadas y que ellas lo administren, debido a que puede ser utilizado para las misiones internacionales o para apoyar en la aplicación del Plan DN-III-E. También se podría utilizar para transportar a los mexicanos que nos representan dignamente en el extranjero, como el personal diplomático y ganadores de competencias internacionales, esto como un premio a su esfuerzo.

Este episodio del avión nos deja dos lecciones. La primera, es la importancia de las consultas populares, ya que de haberse hecho una consulta con una respuesta positiva de la población, el presidente incluso lo usaría. La segunda es que los gastos ostentosos en un país con tantas necesidades nunca son bien recibidos.

… cuatro, seis, cinco, ¡premio mayor, premio mayor!

* Arturo Ávila Anaya, presidente IBN/B Analitycs y experto en Seguridad Nacional por Harvard (NIS).

@ArturoAvila_mx