La reacción expresa su inconformidad usando diversos canales. La pérdida de privilegios de la élite económica y política de México se ve forzada, cuando se encuentra en situaciones que le generan intranquilidad a defenderse de manera natural como una bestia.
Y es la comunicación uno de los brazos más acabados, donde genera interpretaciones y crea visiones para incidir en la vida pública del país.
El discurso de odio, como la expresión más antidemocrática del viejo régimen, muestra resistencias.
Y busca en la sociedad a través de la comunicación; generar empatía, enojo, y movilización.
La apología del odio exacerba los ánimos e induce a rechazar y negar al otro. Así el insulto, las vejaciones, el oprobio y la mentira sistemática son propagadas en los medios tradicionales, como a través de Internet.
Los límites de la libertad de expresión son transgredidos y el odio dirigido, amenaza en convertir espacios de compartimiento como las redes sociales en verdaderas fuentes de control que beneficien los intereses más inconfesables de las élites.
La alabanza del odio en repetición constante es capaz de llevar a una sociedad a la división y movilización, como a tener consecuencias indeseables.
Hacen apología del odio, la justifican y a alimentan para conservar el status que aún tienen; el odio y su discurso irracional, son contra la creciente popularidad del Presidente y contra un amplio sector de la sociedad que está movilizado con él; es para crear un clima adverso al Presidente y lo que este representa.
En nuestras manos está no permitir, que se nos sujete la normalización del odio. ¿Podemos contrarrestar esta perversa práctica del poder?
Lo principal está en no alimentar los insultos y contestar con información. El poder se democratizó, pasamos de una teledictadura a la socialización de los medios de comunicación. Se van ganando espacios a pasos certeros. Cada uno de nosotros puede evitar que avance la estrategia de desinformación y odio. ¡Claro! Hagamos una apología de la información.