“Para los políticos que gobiernan en España es un criminal; para los que le apoyan es Robin Hood, robando de supermercados y redistribuyéndolo entre los pobres”.

Eso lo he leído, este domingo, en la portada de la edición dominical del Financial Times.

El poderoso diario británico habla  del alcalde de Marinaleda y diputado de Izquierda Unida en el Parlamento de Andalucía, Juan Manuel Sánchez Gordillo, quien hace unos días, acompañado de unos 200 de sus seguidores, “expropió” un supermercado, de la cadena Mercadona, para surtir un comedor que atiende a los pobres.

Aunque es ilegal, y por lo tanto reprobable, la acción emprendida por Juan Manuel Sánchez Gordillo, no deja de ser más decente, infinitamente más, que la de algunos corruptos alcaldes mexicanos que, como Fernando Miranda Torres, de Tepeji del Río, Hidalgo, con dinero público destinado al drenaje se compró una camioneta de lujo.

Sigue siendo válido el chiste que se puso de moda, con toda justicia, por cierto, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: algunos políticos, no tantos, son como Robin Hood (le quitan a las ricos para beneficiar a los pobres), mientras que otros son como Hood Robin (roban a los pobres para apoyar a los ricos).