Seis meses después de que desapareciera como por arte de magia, Javier Duarte aparece ya esposado y capturado por las autoridades de Guatemala. Para él se trata sin duda de ir de Guatemala a guatepeor.

Los delitos por los que se le acusan son de esos de los que no hay escapatoria. Delincuencia organizada y operaciones con recursos ilícitos. O sea que por este lado tampoco hay mucho sobre lo cual especular. 

Si Veracruz hace inventario de lo que se llevó la lista de delitos crecería bastante. La camada de gobernadores a la que pertenece Duarte han hecho historia por lo insaciables, descarados y desvergonzados que resultaron. 

Lo que no sabemos es el por qué de pronto las prioridades del Gobierno Federal cambiaron y los mismos que lo dejaron desaparecer tras una partida de golf ahora lo atrapan y pedirán su extradición para juzgarlo en México.

Cuando ocurre un hecho así de insólito, me refiero al de su captura que francamente nadie esperaba, lo primero que hay que dilucidar es si es una especie de chiripa, o se trata de un cambio importante en la política del Gobierno Federal. Solo él caerá o seguirán de frente contra otros. No lo sabemos porque no podemos leerles la mente a quienes quitaron el freno y metieron el acelerador.

Sin embargo, lo que sí tenemos a la mano para ayudarnos entender son una serie de eventos importantes que tienen precisamente por su importancia y trascendencia una capacidad no anticipada ni prevista para empezar a generar eventos como este que entran a la categoría de pequeños milagros.

El principal cambio por su influencia sobre nuestro país tendríamos que adjudicárselo a la elección sorpresiva y contra todos pronósticos de Donald Trump. Claro como hecho aislado no cuenta tanto, pero concatenado con otros que le han seguido ya tienen un peso nada despreciable.

Trump antes de cien días está demostrando que no se toca el corazón para tratar de imponer su orden, a la buena y a la mala. El veto a extranjeros, la madre de todas las bombas, y su confrontación con Siria y Rusia y quizá con Corea del Norte, está mandando un mensaje muy claro de que como dicen ellos “hay un nuevo sheriff en el pueblo’.

Ese sheriff tiene ahora el acceso a la información que nunca tuvimos los mexicanos respecto a lo que aquí sucede. Me refiero por ejemplo a la entrega de El Chapo. Esto le ha dado al Gobierno vecino una nada despreciable cantidad de estiércol empaquetada y lista para ser detonada en contra de las autoridades cómplices que hicieron grande al chaparrito de Sinaloa. Y ahora seguirán confesando a Yarrington, a quienes ellos y no nosotros capturaron en Italia. Luego seguirán con otro capturado apenas hace dos días, Heraclio Osorio Arellanes —asesino del agente fronterizo de Arizona, Brian Terry— de quien tiene los americanos hasta pruebas de ADN para incriminarlo.

Entonces, la hipótesis más fuerte sobre la captura de Javier Duarte tiene que ver con un Gobierno Federal tratando de salvar su propio pellejo. Todas estas capturas se enmarcan en un ánimo de demostrar que México sí tiene un gobierno o cuando menos puede funcionar para mantener un poco de credibilidad. 

O sea, aquí no hay manera de pensar que Duarte cayó porque el Gobierno Federal cumple su chamba. Si así fuera, no lo hubieran dejado ir. La motivación más fuerte que existe en este momento es el miedo, por no decir terror, a que Trump suelte un tweet de esos que causan escozor a más de tres. Solo que en este caso estaría cuestionando la falta de gobernabilidad en México.

Por otra parte, también podemos suponer que la verdad es que el PRI y Peña Nieto ya no tienen nada qué perder con volteársele a los gobernadores que se fueron al baño con la lana pública en forma nunca antes vista. Total que parte de la culpa empieza con Fox, por ejemplo el caso de Yarrington, y también con Felipe Calderón, como lo sería el caso de Humberto Moreira. Claro, que hay estiércol para que coman todos.

No puede negarse que en un pueblo sediento de justicia y en un país en el que la corrupción es la preocupación número uno de los ciudadanos, la detención de Duarte es un respiro; si es chico, grande o mediano, no importa. No creo que se trate de que el PRI crea que con esto puede remediar el desprestigio que lo tiene en el sótano electoral entre los partidos principales, pero cuando menos de algo piensan que podrá servir. El PRI es de esos que nunca la brincan sin huarache. Veremos que tan grande resulta el brinco.

(javierlivas@prodigy.net.mx)