Al hablar de corrupción, tenemos que trasladarnos a Egipto, año 1100 a.C, donde algunos historiadores cuentan que fue el primer hecho documentado durante el reinado de Ramsés IX. En ese tiempo, Peser, funcionario del faraón denunció en un documento los negocios sucios de otro funcionario que se había asociado con una banda de profanadores de tumbas.

En Grecia, Pericles, conocido como el Incorruptible, en el siglo V a.C, fue acusado de haber especulado sobre los trabajos de construcción del Partenón, templo dórico construido por Fidias, Ictino y Calcícrates.

En el año 324 a.C. Demóstenes, “el rey de la oratoria”, acusado de haberse apoderado de las sumas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro Magno, fue condenado y obligado a huir.

Inclusive en Roma, Escipión, más conocido como El Africano, (cuya trilogía está muy de moda y recomendada en México), fue acusado de encubrir a su hermano Lucio Cornelio en un delito de estafa contra el estado.

Se considera que en las sociedades teocrático-militares prehispánicas, difícilmente pudo existir una cultura de corrupción, puesto que tenían una sociedad perfectamente trazada, donde incluso un guerrero derrotado entendía que debía servir como esclavo y no tenía reproches.

El primer acto de corrupción documentado en México, según el historiador Antonio de Herrera, “fue durante el periodo de Hernán Cortes, en 1521, cuando este se fue a Centroamérica y Nuño de Guzmán se quedó al frente del gobierno; se tomaron nueve mil pesos de las arcas del Rey”.

Hoy, 3118 años después del supuestamente primer acto de corrupción evidenciado de la historia; en México estamos agotados de tocar ese enquistado, odioso, sucio y maloliente tema que por generaciones nos ha mantenido irritados.

Los débiles esfuerzos que se han hecho contra este flagelo en el gobierno, solo son demostraciones carentes de eficiencia y buena voluntad, más bien parecen actitudes de simulación y eso alimenta nuestro agravio.

Son muchísimos años sin limpiar esa suciedad de nuestro camino. Terminar con esa neblina moral que opaca nuestro futuro, ha sido la propuesta permanente de los gobernantes. Eliminar a ese viejo perro cojo con colmillos retorcidos, pero igual de mordelones que hace muchos años, que ha hecho que nuestro país compita en el carril cuatro en la carrera mundial entre los más corruptos.

Algunos solemos percibir a la corrupción como un mal endémico, tan nuestro como el cacao, el pulque y el tequila y tan arraigado como el consumo de la tortilla de maíz. Otros, la ven como un problema de todos los países y en muchas ocasiones, un tema de carácter cultural.

Quizá sea endémico o cultural, no lo sabemos, lo que, si nos consta, porque es una realidad, es que cuestionarla y confrontarla, ha resultado totalmente infructuoso.

María Amparo Casar, presidenta ejecutiva de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI)., señala: "Los mexicanos perciben que la corrupción es un problema tan grande incluso por encima de la pobreza y el desempleo, que uno pensaría que son los dos problemas que más nos afectan directamente. Pues no. El primero es, desde luego, la violencia, pero el segundo es la corrupción. Y muy dramáticamente pensamos que en cinco años vamos a estar peor. Ese es el tamaño de la deslegitimidad de nuestras instituciones". Ahora están las campañas electorales, que son verdaderas disputas entre grupos, candidatos, partidos y proyectos políticos. Los aspirantes, sobre el tema del combate a la corrupción, poco o nada pueden ofrecer. En nuestro país, más que combatirla parece se ha oficializado.

Si tomamos en cuenta las estimaciones del Banco Mundial, “la corrupción le cuesta a México 9% del PIB cada año, es decir, casi 100 mil millones de dólares”.

Sí optamos por las estimaciones del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, la cifra alcanza el 20% del PIB, en otras palabras, la quinta parte de él entero que producimos se disuelve, se cuela y trasmina en corruptelas.

Esto solo es un detalle: “cerca de 200 millones de pequeños actos de corrupción se registraron en México durante 2015”, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

A pesar de que la corrupción es un cáncer cuya metástasis ha abarcado la mayor parte de los órganos de México, los ya candidatos, ofrecen radioterapia y quimioterapia para combatirla.

José Antonio Meade propone ser "implacable en el combate contra la corrupción" al asegurar que ésta ofende la dignidad de los mexicanos; propone confiscar dinero, propiedades y bienes a quienes hayan cometido un acto de corrupción.

Meade plantea una certificación patrimonial obligatoria a funcionarios públicos, que autentique su evolución, además, endurecer las sanciones económicas y de inhabilitación a servidores públicos que hayan cometido actos de corrupción, así como a personas físicas y morales.

Ricardo Anaya promete “combatir los tres tumores de ese cáncer que hoy agobia a nuestro país: la corrupción, la violencia y la desigualdad". También manifestó: “Combatir el crimen organizado, pero empezando por el organizado desde el escritorio de los políticos corruptos, que, coludidos con contratistas, saquean el erario y se enriquecen en la misma medida en que empobrecen al pueblo”.

El tercero, que en las encuestas es el primero, López Obrador: ofrece combatir la corrupción actuando con “necedad, perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada”. Esto suena a medicina alternativa.

AMLO dijo: “Soy terco, es del dominio público, soy necio, obcecado, perseverante o como suele llamarse a los que defienden ideales y principios por alguna causa. Con esta misma convicción actuaré como Presidente de la República, con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”.

“El tema es “peliagudo”. Tal parece, que el candidato; el perseverante y necio, por la forma de sumar y de acercar a algunos personajes a su causa, su propósito sea descubrir el revulsivo para combatir este maligno flagelo de la corrupción”.

“Los postulados del químico bacteriólogo Luis Pasteur, son probablemente, su fuente más importante de inspiración”.

“Al parecer se pretende trabajar con argumentos químicos, bajo la lógica de que: así como de las serpientes se extrae el veneno para elaborar el suero antiviperino para luchar contra su mordida; de los alacranes la ponzoña para el suero antialacránico y de las arañas el antídoto contra sus picaduras. Así se podría elaborar el suero anticorrupción”.

“Si el propósito es así, los pasos se están dando; por eso suma corruptos a la causa, solo para tenerlos como conejillo de indias; cerca, a la mano, como materia prima para obtener el suero antiofídico y embestir a esa epidemia”.

“Creo que “ya saben quién” merece se le ofrezca una disculpa; lo hemos estado satanizando. Esa estrategia parece genial e infalible; la idea es tener mucho material para elaborar ese contraveneno”.

“La disculpa va acompañada con la certeza de que, por fin en México, así como se erradicó la oncocercósis y poliomielitis, con este suero, el cual urge aplicar, también se podrá exterminar la toxina de la corrupción.”

Por último, ya hablando en serio. No basta prometer combatir los tres tumores; ni ser terco y obcecado; tampoco necio y perseverante para atacar la impunidad, violencia y pobreza extrema; se requiere ser sensato en la búsqueda de soluciones; la nación no está para dislates.

En el caso de la corrupción: solo es necesario que los tres hagan un examen de conciencia; el que la libre y no existan dudas ni señalamientos públicos, es el que México precisa.