La sucesión de Mario Marín Torres al frente del gobierno, se vio acompañada por el fantasma de las redes internacionales de pederastia, que sumarían a la protección generosamente brindada por éste, la que extendiera el cardenal primado al padre Nicolás Sánchez, quién, ante la acusación de abuso a múltiples menores, fuera remitido a la diócesis de Los Ángeles con la anuencia del propio cardenal Mahoney.

El 1974 Leonardo Sciascia dio a conocer la novela “Todo Modo” , en cuya trama, uno de los jerarcas de la política y la banca italiana que asiste a un centro de retiro espiritual es asesinado, mientras los asistentes al retiro se entregaban a las prácticas de introspección establecidas por el propio Ignacio de Loyola, sin que el autor y las circunstancias del crimen fuesen jamás desentrañadas.

En sus tramas, Sciascia escudriñaría en diversas causas criminales sonadas, no sólo en el ámbito de la crónica policial sino en los más elevados de la ciencia forense italiana, estando varias de ella relacionadas con la directa participación del abogado Francesco Carnelutti; no en balde, la opinión pública en su conjunto dirigiría a él sus miradas en el señero año de 1978, al considerar que la trama de “Todo Modo” había anunciado con meridiana visión profética sucesos como el atentado de las “brigadas rojas” contra el primer ministro Aldo Moro, así como la sucesión de tres papas en el trono de San Pedro, dada el sospechoso deceso de Albino Luciani, acaecido al siguiente año.

El domingo previo a que el tribunal electoral fallara a favor de la entronización de Martha Erika Alonso a la gubernatura, sujetos vestidos como militares atentaron contra el domicilio del cardenal emérito de la diócesis metropolitana, abriéndose una serie de interrogantes que muy bien podrían ser narradas por Sciascia.

Muchos años atrás, al ser ungido como obispo de Tehuacán, fue expulsado del país un sacerdote de origen ecuatoriano llamado Gonzalo Hallo del Santo, quien oficiaba su ministerio en dicha diócesis y que fuera señalado ante las autoridades federales por el entonces novel obispo, como cabeza de un levantamiento guerrillero en el poblado de Azumbilla; guerrilla que a un cuarto de siglo de su supuesta irrupción, encierra una incógnita mayúscula sobre los derroteros de su acontecer en el tiempo, al menos, claro está, de que en realidad… jamás hubiese existido.

Hallo del Santo era un hombre culto, formado bajo la impronta preconciliar y que más bien, al igual que en Durango lo habría sido Norberto Rivera, se había erigido en un dique a la expansión de la “teología de la liberación” en el seminario existente bajo su dirección y rectoría en la región.

Investido del nombramiento de “ecónomo” de la diócesis en los términos del Derecho Canónico, ya para entonces bajo la legislación expedida en 1983 por el Papa Juan Pablo II, contaba con la plena confianza del obispo Rafael Ayala en el gobierno eclesial y sobre todo, para los efectos que nos conciernen, había sido designado tesorero de la conferencia episcopal latinoamericana, cuyos secretos contables, bien ameritaban que se le endilgara la etiqueta de “guerrillero”, a un hombre que, entre sus antecedentes, contaba con el de haber sido confesor de la madre del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

La protección del sacerdote Nicolás Aguilar enviándole a Los Ángeles, tras haber sido señalado como abusador de un menor, se sumaría, ya en su calidad de primado metropolitano a la denodada defensa pública que hiciera de la “Legión de Cristo” bajo la férula de su fundador el Marcial Maciel.

La cercanía del cardenal emérito con el también emérito prelado de Ecatepec, resultaba por demás significativa, dado el hecho, de que el sospechoso detenido por la tentativa de atentado tuviese en dicha demarcación su domicilio.

Siendo el retirado obispo de Ecatepec, un hombre dotado de un especial refinamiento cultural, dado incluso a incursionar en el sofisticado negocio de subastar colecciones de arte, resulta por demás curioso recordar que el padre Hallo del Salto hubiese sido, asimismo, profundamente conocer del arte sacro.

Los despachos informativos de las agencias noticiosas señalaban que los autores del atentado contra el domicilio del cardenal “vestían como militares”, y ha de suponerse que ello obedecía al simple hecho de en efecto lo eran, en tal caso, la actividad desplegada por ambos prelados en la conformación de las capellanías del ejército y la marina durante el pasado reciente, habría conformado una pista digna de desentrañarse a cabalidad.

“Todo modo” de accionar está a la mano de quien sitúa su poder más allá de toda consideración humana o acaso incluso también divina, habría sugerido hace ya muchos años el novelista Leonardo Sciascia, sobre todo, cuando se está en pleno ejercicio del poder, como lo llegó a estar en su momento Rafael Moreno Valle; así, el pujante contendiente por suceder a Mario Marín Torres, se entrevistaría en la época con un personaje por demás interesante, Emiliano Salinas Occelli, hijo de un poderoso ex presidente, quién se involucraría, con los andares del tiempo, en una secta sexual de alcance continental, aun cuando, claro está, tal circunstancia se ignoraba en aquellos momentos, o al menos , eso puede esgrimirse con algún grado de verosimilitud.

En las luchas por el ascenso al poder político, la búsqueda del control total extiende sus tentáculos a un sinnúmero de actividades, tanto, que la gama puede resultar mucho más variada de lo que pudiera imaginarse cualquiera a simple vista, incluidas, claro está, las que sutilmente se tejen entre actividades tan aparentemente lejanas y deshilvanadas entre sí, como podrían serlo, el trasiego de arte sacro y la tarta de menores, conectadas, eso sí, en el sórdido e insondable mundo del delito.

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