Contra lo que se piensa, el asunto de la guerra contra las drogas no es muy viejo. De hecho, el gobierno de los Estados Unidos a la caída de la cortina de hierro necesitaba un asunto en su agenda que le permitiese seguir con su vocación de estado.

La llegada de George Bush padre  hace de la guerra contra el narcotráfico prioridad en su agenda. Noam Chomsky en su libro Lo que realmente quiere el tío Sam diría:

“A principios de septiembre de 1989, una gran campaña gubernamental en los medios fue lanzada por el presidente. Ese mes los cables de Associated Press transmitieron más noticias acerca de drogas que acerca de América Latina, Asia, el Medio Oriente y África juntas. Si se miraba la televisión, cada noticiero tenía una gran sección sobre como las drogas estaban destruyendo nuestra sociedad, convirtiéndose en la mayor amenaza a nuestra existencia, etc.

El efecto en la opinión pública fue inmediato. Cuando Bush ganó la elección del 88, la gente decía que el déficit presupuestario era el mayor problema que encaraba el país. Solo un 3% mencionó las drogas. Después de la campaña de los medios, la preocupación por el presupuesto estaba mucho más abajo y las drogas se habían elevado hasta el 40-45%, lo cual es altamente inusual para una pregunta abierta (en la cual no se sugieren respuestas).” 

Es allí donde comienzan a incubarse los muertos por la guerra de Calderón. Nuestro presidente solo siguió las pautas de Estados Unidos sin ponerse a reflexionar si existían las condiciones para una acción de esa envergadura. Las tradicionales rutas marítimas dejaron de ser opción para irse por su cauce natural, México. 

Se calcula que el 60% de los ingresos del narcotráfico en México provienen de una sola droga, la marihuana. Ha habido pocos intentos por debatir de manera amplia  su legalización. En Estados Unidos es cuasi legal. En California solo se necesita una carta del doctor para obtener una tarjeta que permite ir a las tiendas de marihuana medicinal. Es un experimento que al parecer ya ha arrojado los primeros millonarios en este negocio, pero por la vía legal.  Aunque la  leyenda negra de la marihuana tiene antecedentes bastante terrenales. Durante la prohibición del alcohol su sustituto natural era la cannabis. No fue sino hasta que un personaje llamado Harry J Aslinger fue designado director del Buró Federal de Narcóticos y Drogas Peligrosas que la campaña en contra de  la marihuana cobró relevancia. Se creó la percepción de que la marihuana era el enemigo número uno del público norteamericano, beneficiando a las compañías productoras de alcohol y de tabaco, que empezaban a tener poderosas agendas. Y sus efectos siguen hasta hoy.

Lo que en realidad debería estar a discusión son los límites del estado  en cuanto a que debe hacer cada ciudadano con su cuerpo o que se mete o no se mete. Libertad positiva- libertad negativa es el trasfondo, aunque pensarlo de esta manera lo limita.

La cultura de la marihuana  en nuestros vecinos del norte está bastante difundida. El inicio en su consumo viene desde la adolescencia. Sus antecedentes históricos tienen que ver con uno de los mitos fundacionales de su sociedad, la afirmación del individuo frente al sistema, su primer paso hacia la independencia.

Por eso está tan arraigado su consumo. Y no se vislumbra una disminución en el corto o mediano plazo. Los norteamericanos ya lo entendieron y decidieron soltar la rienda de poco a poquito. Las drogas no solo son un excelente negocio para los distribuidores y sembradores. Lo es también para los abogados, jueces y todo el sistema penal en estados unidos. Por eso no se prohíbe el alcohol que es la causa número uno de accidentes.

Los mexicanos seguiremos poniendo los muertos y los norteamericanos la diversión:

 “No existe una muerte documentada entre sus 60 millones de consumidores” dice Chomsky más adelante. Curiosamente los muertos los ponen los que la trafican.

Una simple medida de excepción haría más por reducir la violencia que todos los planes gubernamentales juntos. Una sobreoferta de la cannabis colapsaría el precio. Que se legalizara.

Eso sí sería actuar con imaginación.