Cada tres años cambian las estructuras eclesiásticas a nivel episcopal, una de las dimensiones que integran la organización es la Pastoral de Movilidad Humana (es decir: migrantes, exiliados y desplazados). Hace unos años apareció en escena pública el sacerdote Alejandro Solalinde, denunciando a diestra y siniestra los excesos contra los migrantes, marginados por considerar que su actuar es ilegal (aunque más ilegal es un sistema económico cruel que obliga al desarraigo en busca de mejores oportunidades de trabajo).

 

Este profeta, sencillo, que usa camisa blanca y una sonrisa amable no ha guardado silencio en temas polémicos. A diferencia de muchos jerarcas, ha señalado la ineptitud para gobernar por parte del PAN, alertó sobre lo terrible que sería el regreso del PRI. En una palabra, es un hombre valiente.

 

Después de un exilio obligado a raíz de las amenazas del crimen organizado, sigue sereno y tranquilo respondiendo que no teme a la muerte. Su peor escenario, indica el misionero, sería traicionar el trabajo que Jesús le ha encomendado.

 

Es una figura pública que no se sujeta a los cánones institucionales y, según el Obispo de Tehuantepec (Diócesis a la que pertenece Solalinde), solamente busca protagonismo. Se le ha pedido suspender las actividades en el albergue donde atiende a los migrantes e incorporarse a una parroquia. Curioso que antes no era un personaje incómodo, antes cuando no denunciaba a Calderón ni a los priistas.

 

En fin, el futuro de Solalinde es un tanto incierto. No piensa sujetarse a la tarea administrativa que involucra una parroquia y lo confirmó cuando dijo "Prefiero ser laico que ser parte de la burocracia (...)" entonces una posibilidad es que al desobedecer al obispo Óscar Campos Contreras sea reducido al estado laical y siga sirviendo a los migrantes. Sin embargo, no toda la jerarquía se encuentra en la misma línea. Otro obispo importante, Raúl Vera O.P., obispo de Saltillo ha implementado una pastoral para migrantes muy fuerte (generó una red entre casas de atención para migrantes) y puso a la cabeza diocesana de esta pastoral al padre Pedro Pantoja (otro gran activista pro migrantes aunque un poco menos conocido que Solalinde). La opción para el Padre Solalinde sería incardinarse a la diócesis de Saltillo. Al menos durante el tiempo que Mons. Vera siga allí, podrá seguir ayudando a los migrantes y desarrollar su misión.

 

Si el futuro de Solalinde es incierto, el de los migrantes en México es un Páramo abandonado. Las reformas jurídicas, los escollos en el Instituto Nacional de Migración y las estructuras del crimen organizado siguen creando el holocausto que se ha denunciado: el holocausto de los migrantes.

 

Esperemos se decida seguir apoyando institucionalmente a Solalinde, de otra forma su muerte puede pesar sobre la conciencia de quienes le han tachado de "protagonista". América Latina necesita activistas, no mártires provocados.