Tegucigalpa, Honduras, en Julio de 1969, se disputaba un partido clasificatorio por el único boleto disponible al campeonato mundial a celebrarse en México, en 1970. Partido de mucho interés en Centroamérica, de vida o muerte en los dos paises participantes, El Salvador y Honduras, y de nula atención para el resto del mundo; los medios de comunicación se habían encargado ya de enrarecer el clima, volverlo hostil causando la triste costumbre, aún hoy viva en la CONCACAF, de invadir las afueras del hotel de concentración del equipo rival, para imposibilitarles el sueño durante toda la noche, mediante gritos, insultos, cuetes y demás aberraciones anti deportivas.
Un delantero hondureño, de apellido Cardona, anotaba el solitario gol de último minuto, que daba la victoria en ese primer juego a los locales, hecho que dió una insolita reaccion por parte de una jovencita de 18 años, de nombre Amelia Bolaños, que ante el gol del rival, abrio un cajón donde su padre guardaba un revolver, suicidandose de un disparo en el corazón, convirtiéndose así en martir, con encabezados en diarios salvadoreños como "JOVEN NO SOPORTA LA HUMILLACION PATRIA". A los funerales asistio gran parte de los pobladores de la Ciudad capital, San Salvador, encabeados por su presidente, Fidel Sánchez Hernández, su gabinete en pleno, y cargando el feretro, cubierto por el lábaro nacional, y cargado por miembros de altísimo grado del ejercito, escoltado el cortejo por otras docenas de militares en activo, desfilando de igual manera los seleccionados salvadoreños, recien llegados de Honduras y que salieron de ese pais escoltados por militares y en un avión oficial salvadoreño. Al domingo siguiente, el partido de vuelta se celebró en El Salvador, dónde las circunstancias que se respiraban eran ya más cercanas a una guerra que a un simple partido de fútbol a nivel selecciones; mientras sonaba el himno hondureño, este se opacaba por miles de aullidos, sobresaliendo mantas con el nombre de la heroína nacional en ciernes, Amelia Bolaños; en lugar de su bandera, los hondureños soportaron que se mancillara su honor nacional, viendo cómo se izaba una sábana sucia y agujerada en el estadio. Ese partido, El salvador lo gano por tres a cero.
Terminado este encuentro, la selección de Honduras sólo logró llegar al aeropuerto con una fuerte escolta militar blindada, pero el caldo de cultivo para que esto escalara a un conflicto mayor, estaba dado, ya que además de todo, dos aficionados hondureños
fueron asesinados en El Salvador mas unos 50 heridos, varios de ellos de gravedad y hospitalizados, esto sumado a más de cien automoviles hondureños quemados y vandalizados; a las pocas horas, se cerraba la frontera entre ambos paises.
Lo que siguio fue la escalada a un enfrentamiento armado entre ambas naciones, comenzando por aviones salvadoreños bombardeando Tegucigalpa y un par de localidades más, sumado al avance por la frontera de tropas de infanteria, respondiendo El Salvador a las hostilidades, atacando por aire algunos objetivos estratégicos hondureños; ambos gobiernos exhortan a su población a defender su Patria, mientras la comunidad internacional exhorta a la ONU a su intervención para el cese al fuego. Al tiempo que personas de ambos paises levantaban barricadas en las calles, y tambien cavaban trincheras, preparándose para una guerra y los temidos asedios enemigos, dónde sólo la incertidumbre prevalecía.
En bardas de las principales Ciudades de ambos países se leían pintas con consignas de "HONDUREÑO, TOMA UN LEÑO Y MATA A UN SALVADOREÑO", o "¡EEH, PAISANOS, SIN TEMOR, DEGOLLAR AL AGRESOR!". Ya pára esas horas, corresponsales de todos los rincones del mundo cubrían los hechos,
que a pesar de lo dramático y grave en sus inicios, se circunscribia a las zonas fronterizas entre ambos países. Por esos días, un hecho noticioso e histórico daba cuenta de las abismales diferencias entre distintos pueblos de la humanidad: El lanzamiento,
desde los Estados Unidos, de la nave espacial APOLO 11, que tenía como misión llevar al hombre a la luna; mientras el ser humano se acercaba a las estrellas, tambien se asesinaban por un juego de pelota.
Al final del conflicto bélico, que no llegó a durar ni una semana, tuvo como saldo más de seis mil muertos y 20 mil heridos, y terminó gracias a la intervención de varias Naciones latinoamericanas; el fútbol fue el detonante, ya que las tensiones eran añejas, y tenían su origen en territorios hondureños invadidos por aldeas completas de gente de El Salvador (el pais mas pequeño, en tamaño, de la región), en ese año sumaban cosa de 300 mil campesinos instalados en tierras de Honduras, y por la actividad de instalaciones de la tristemente celebre empresa trasnacional yanqui UNITED FRUIT, temian ser obligados a volver a El Salvador buena parte de esta gente afincada en Honduras. La guerra, conocida cómo "del futbol" terminaba sin un vencedor ni un vencido, y las tensiones fronterizas continuarían por décadas, aunque si, El Salvador contaba con un ejercito mucho mas poderoso.
En cuánto a lo estrictamente deportivo, en lo futbolistico, se optó por un tercer partido definitorio, que se disputaría en Ciudad e México, en el flamante Estadio Azteca, cancha neutral, pero a donde la tensión de la guerra fué trasladada, y fue evitada violencia alguna con más de cinco mil efectivos de la policía capitalina, que resguardaron las gradas del coloso de Santa Úrsula, y que mantuvieron por separado a las hinchadas de ambos paises vecinos. El ganador fué El Salvador, que con un resultado de 3 a 2 se clasificó al mundial Mexico 70, y dónde compartió grupo con México, la Union Sovietica y Bélgica, y en el cual perdió sus tres compromisos.
Bien, America latina se ha caracterizado por llevar el fútbol fuera de sus límites, hasta el paroxismo la pasión por este tan popular deporte, con ejemplos como el llamado "partido del siglo", en el mundial México 86, donde argentinos llevaron a la cancha el fervor patrio, recien mancillado por la guerra de Las Malvinas, donde Maradona paso de ídolo a símbolo nacional al anotar los dos goles con los que Argentina venció a Ingleterra; tambien es sabido el uso de este deporte por algunos gobiernos en turno con pocos o nulos escrupulos, como la junta militar que gobernaba Brasil en 1970, año en que gano el mundial celebrado tambien en Mexico, donde los rotativos aseguraban que "Jesús Cristo ayudaba a Brasil en las canchas", o el caso de la invasión por fuerzas federales, en el año 2009, de la sede del SME (Sindicato Mexicano de Electricistas) en el gobierno trágico de Felipe Calderón, con la finalidad de su extinción, de dudoso apego a la legalidad, aprovechando que el pais entero celebraba la victoria, por 4 a 1, contra (precisamente) El Salvador, y que otorgaba la clasificación a México al campeonato mundial de Sudáfrica 2010.
De hecho, en el extraordinario libro "La Guerra del Fútbol", del icónico periodista polaco Ryszard Kapuscinsky, narra cómo durante los álgidos días de guerra y el cómo corresponsal, llegado de México, cómo un recluta hondureño, oriundo de una zona rural y de pobreza extrema, no tenía ni una idea de los motivos de la guerra; pára el sólo importaba una sola cosa: el poder quitarle las botas a un grupo de soldados muertos, pára así poder cambiarlos por calzado pára sus nueve hijos. Así, este 2020 se conmemoran 50 años del mundial México 70, que además de sus historias de glorias deportivas, tiene historias en el extremo opuesto, cómo la ya relatada en el presente texto.
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