Siempre he tenido interés por la relación entre el intelectual y el Estado en general. En particular, a partir del análisis político desde 2006 para explicar y procurar cambiar la realidad en México; tal cual llegaría a suceder en julio de 2018.

El reciente Desplegado firmado por más de 650 escritores, científicos y periodistas (conceptualmente tendrían que ser agrupados como “intelectuales”) contra el presidente López Obrador en que lo acusan de poner bajo asedio la libertad de expresión y con ello amenazar la democracia, entre otras mentiras y calumnias, evidencia en realidad un punto de quiebre entre un pasado de privilegios y de legitimación de gobiernos extintos y fracasados, y el presente que procura un cambio, se combate la corrupción y los presupuestos han sido o bien reducidos o reprogramados para atender programas sociales (Adultos Mayores, Becas a Estudiantes, Sembrando Vidas, Jóvenes Construyendo el Futuro, etcétera) y realizar grandes obras públicas (Tren Maya, Refinería Dos Bocas, Corredor Trans Ístmico, Aeropuerto “Felipe Ángeles”, puentes, carreteras, escuelas, presas, etcétera).

La firma del Desplegado, “En Defensa de la Libertad de Expresión”, deriva de la incomprensión y la franca irracionalidad de muchos de los firmantes que poseen sillas y plazas definitivas de tiempo completo en distintas instituciones culturales y de educación superior que son públicas y cuyos altos sueldos son intocables; su desprecio por el estilo de gobernar de López Obrador; pero sobre todo, de la instigación de algunos de los firmantes. A saber, Krauze Kleinbort, Aguilar Camín y X. González Guajardo. Todos ellos de larga militancia contra el hoy presidente, incluso conspiradores; de uno de los responsables de la publicación ni se diga, Roger Bartra, que se la ha pasado los últimos lustros entre el elogio al panismo de Fox Quesada y Calderón Hinojosa, y el lodo contra López Obrador.

En la presente videocolumna aclaro el concepto “intelectual orgánico”, que es utilizado de manera errónea tanto por el presidente como por los periodistas y medios en general (asimismo erró Salinas de Gortari cuando acusó de ello a Krauze y Aguilar en 2010 y 2011; porque lo habían traicionado, ellos lo acusaron a la vez de ser el “intelectual orgánico del PRI”). AMLO, Salinas y la izquierda hoy en México otorgan una connotación negativa al término. No la tiene en realidad. Cada Estado, organismo o entidad de poder alimentan a sus propios intelectuales orgánicos que se identifican con la estructura del organismo de que se trate y le procuran un discurso, una ideología, una explicación de su condición y sugerencias de acción. Puede haber intelectuales orgánicos de izquierda o derecha. Del PRD lo fueron en su momento Muñoz Ledo y López Obrador; del PAN, Castillo Peraza y Gómez Morín; del Estado Mexicano, algunos muy brillantes como José Vasconcelos en la Educación, Alfonso Reyes en la Diplomacia, Jaime Torres Bodet en ambas.

El error viene de solamente considerar que el “intelectual orgánico” vive del presupuesto del Estado, que eso lo define (así, AMLO relaciona a Krauze y Camín como intelectuales del llamado neoliberalismo como sistema). En realidad, de acuerdo al concepto gramsciano, “orgánico” es todo intelectual que ejerce el poder o lo procura conquistar para ejercerlo. En cambio, el “intelectual tradicional”, es el que se pretende o se dice “independiente” y en realidad es más dependiente del erario que los “orgánicos”, porque succionan el presupuesto y pueden llegar a legitimar o tolerar malos gobiernos, atrocidades, crímenes pero siempre se consideraran distantes, independientes. Siempre callarán mientras el presupuesto continúe llegando a sus empresas editoriales o personales. Tal como ha sucedido por cuatro décadas con los directores de Letras Libres, Clío, Cal y Arena y Nexos. Ante este fenómeno estamos.

Y está bien que individuos dedicados al exclusivo cultivo del pensamiento (ya que toda persona y cualquier actividad requieren de cierto desempeño intelectual, de otra manera serían robots) critiquen, reclamen, pero que lo hagan sin mentir ni manipular. Nunca hubo democracia en México en el tiempo en que gobernó el PRIAN; casi un siglo. Nunca había habido tanta libertad de expresión como hoy en que se llega al grado de la calumnia y el insulto al presidente y aun su familia. Hoy que se procura un acceso a una verdadera democracia viene bien debatir y discutir con argumentos todos los campos de actividad del país. Se requiere una revisión del pasado, el escrutinio exigente del gobierno presente, de sus funcionarios, para así sentar las bases y condiciones de un mejor futuro con justicia y democracia.

Aquí mi videocolumna: