Las vacaciones de Eugene Finney en una playa de California en compañía de su hija, Temple, de 10 años, pintaban de lujo hasta que sufrió el ataque de un tiburón que le dejó una enorme cicatriz en la espalda.

Mientras jugaba en el mar con Temple, notó que una ola particularmente grande se acercaba y decidió sumergirse para dejarla pasar. Sin embargo, Eugene sintió un rasguño, su visión se nubló y sólo pudo pensar en proteger a su hija en brazos.

Luego de sobrevivir al depredador, el padre de familia visitó al médico para un chequeo con relación a su cicatriz, pero la visita se convirtió en un diagnostico terrible; le detectaron un tumor cancerígeno tras realizarle un escaneo de rayos X.

?Ese tiburón o algo diferente me golpeó. Recibí un mensaje de la madre naturaleza. Si no me hubiera atacado el tiburón, no hubiera ido al hospital, y nunca hubieran detectado el tumor, hasta que hubiera sufrido metástasis y, para entonces, hubiera sido demasiado tarde".

Afortunadamente Eugene se encuentra en tratamiento y los doctores han comentado que está a tiempo de controlar la enfermedad.

Con información de El Comercio.