Ahora me sumerjo a los laberintos del "Aleph" de Jorge
Francisco Isidoro Luis Borges. Para quienes no lo conozcan era un argentino
nacido no solo el milenio pasado sino dos siglos anteriores a éste y que apenas
falleció hace un par de décadas. Sus textos están llenos de palabras que para
muchos hoy resultan incomprensibles no solo por su calidad literaria como por
su narración de tiempos que hoy ya no vivimos tan tangiblemente. Sus gauchos,
lo que para nosotros los mexicanos podríamos encontrar semejanzas con nuestros
charros.
Borges y sus laberintos subliman en cada una de sus letras, integrando
en sus palabras un ritmo y cadencia que de pronto se torna vertiginoso con
finales casi siempre inesperados.
Pero mi afán no es hablar de Borges. Mi afán se reduce a hablar
de una sencilla frase que me repercutió hasta la locura, enseguida la comparto:
Hay quien busca el amor de una mujer, para olvidarse de ella, para no pensar más en ella. Casi puedo escuchar estaspalabras de su boca, como de un abuelo que me consuela.De pronto es terrible encontrarse con esa experiencia, tesiguen, de brindan, te quieren, para que de un momento a otro, sin saber cómo,ni por qué, el eje de la carreta que dirigía a un estupendo romance, serompiera.Es maravilloso como una frase en un libro viejo (perdidoentre el polvo de mis libreros, un libro que pensé ya extraviado) brinquenuevamente a mis manos como ese amante olvidado, como esa mujer que amaste unavez y corriste tratando de olvidarla o como ese hombre que pasó por tu vida,formó parte de tu memoria y de pronto se introduce nuevamente avasallándolapara después solo irse, a formar parte de un nuevo recuerdo.Borges, convertido en mi abuelo sabio, del cual carecí (a unose le ocurrió ser héroe en una explosión en Pemex evitando que volara medioAzcapotzalco y el otro su identidad me es desconocida del mismo modo como la demi abuela. Así que solo crecí con una abuela.).Mi querido abuelo de líneas literarias, me hace ver en dieciochopalabras, lo terribles y cobardes que podemos o pueden ser las personas. Escomo el fuego fatuo, bolas de fuego que de pronto surgen en la tierra, porquesi, se cree que una serie de elementos lo generan, pero éstos se desconocen.Así, un amor llega y de pronto se hunde en el silencio, generando dolor ytristeza.A veces buscan un encuentro sexual y eso es todo, pero otrasveces sus necesidades están ligadas con algunos elementos que no comprendo enrealidad, pese a mi aguda observación, no logro entender. Tal vez porque no esnecesario entender, tal vez mi abuelo literario adoptivo, solo trata de decirmeun hecho. Hay quien busca el amor de una mujer, para olvidarse de ella, para no pensar más en ella. ¿Por qué? No losé. Tal vez solo porque necesitan saber que una mujer puede amarlos y es todo,entonces pueden dejar de pensar en ella.Creo que es una advertencia, el amor es una serie depeldaños como de una escalera. Al subir el primero pensamos que amamos comonunca, pero tenemos que ir subiendo de uno en uno, con paciencia. Cuando pasael tiempo y creemos que llevamos subidos demasiados peldaños, veremos queapenas vamos en el inicio, entonces miramos hacia arriba y vemos queindependientemente del tiempo y la edad, cada pareja sube esa escalera adistinto ritmo.Borges me alerta diciéndome que existen personas que nopueden subir más allá del primer peldaño, así de simple; tal vez desea que lasreconozca y después desista en mi afán seguir subiendo al lado de ésa persona.Mejor me dedico a subir mis propias escaleras en espera de algún día estarpreparada para subir exactamente esa. Ni hablar, no todos pueden correr lamaratón. Pero me queda la esperanza de intentar subir nuevamente esa escalera,algún día. Porque hay quienes buscamos el amor de un hombre o mujer, paramantenerlo en nuestro corazón, aunque hayan decidido olvidarnos o meternosdentro de su ser.