No hay palabras para comenzar a narrar una historia en la que los perpetradores de odio tienen forma colectiva y más de un nombre, comenzando por un vecino agresor que hostigó a Luz Raquel Padilla, madre activista y cuidadora de su hijo del espectro autista, hasta la muerte. Los últimos meses de Luz retratan que el machismo es ignorante y que la ignorancia es letal, desnudan a un Estado cómplice y omiso, incapaz de tomar las denuncias de mujeres como un asunto serio.

Luz Raquel Padilla dejó un hogar violento y arrendó un espacio en Zapopan, Jalisco, en donde pudiese brindar un espacio seguro a su pequeño diagnosticado con padecimientos dentro del espectro autista. Su hijo ha requerido cuidados permanentes y ayuda para cada función vital como alimentarse, dormir y hacer rutinas que faciliten su desarrollo. En algunos momentos, podía tener crisis en las que lloraba o gritaba. El “ruido” desarrolló fobia entre sus vecinos y particularmente, a uno de ellos.

El sujeto amenazó a Luz Raquel en múltiples ocasiones: colocaba mensajes en la pared, pintaba su puerta, llegó a colocar vísceras en bolsas y en su entrada. No había paz para Luz Raquel ni en su propio espacio, cada entrada o salida era hostilidad. Las amenazas y agresiones fueron subiendo de tono. Cuando Luz Raquel salía de casa, el vecino y sus compinches callejeros podían gritarle o lanzar cosas.

Luz Raquel Padilla acudió al Centro de Justicia para las Mujeres de Jalisco e intentó levantar una denuncia por los hechos que estaba viviendo. Intentó proteger a su hijo en cada momento, pero la Fiscalía fue omisa. Entorpeció cada momento de la declaración desviando la petición urgente de auxilio que hizo Luz Raquel. Si era un asunto vecinal, si tenía que acudir a la vía civil, si no era violencia machista porque el agresor no era su pareja, si mejor regresaba a su casa y hacía las paces con su vecino, si no era para tanto y entre la torpeza o la indolencia, el agente del Ministerio Público indicó que a lo mucho, podría denunciar el delito de amenazas.

Sin embargo, al no existir un responsable directo al cual notificar, decidió no otorgarle medidas de protección. Quedó levantada una denuncia de hechos a quien resultara responsable, sin aplicación de la Leu de Acceso a una vida libre de violencia para las Mujeres. En Jalisco, existe el “pulso de vida”, un dispositivo con geolocalización que moviliza unidades policiacas cercanas cuando la persona protegida lo oprime. El pulso de vida le fue negado y con ello, la vida.

Luz Raquel fue atacada a unas cuadras de su casa con cloro industrial por parte del vecino que, según el agente del Ministerio Público, no le haría nada. Luz Raquel Padilla, activista que también participó en colectivos feministas como “Me cuidan mis amigas Guadalajara”, denunció en su cuenta de Twitter lo que acababa de vivir: su seno izquierdo estaba dañado, su piel ardía. Y finalmente, la comunidad enardecida de ignorancia, machismo y misoginia prendió fuego dañando el 80 por ciento de su cuerpo. Fue feminicidio pero, dicen, no la asesinaron por ser mujer sino por crimen de odio contra el autismo de su hijo.

Hasta el último momento, Luz Raquel Padilla fue revictimizada y aún sin tener vida, la Fiscalía de Jalisco se enmaraña necia en reconocer que sus omisiones negligentes fueron parte del ataque en que asesinaron a Luz. Su hijo recibió todo el tiempo las mismas amenazas de muerte, ni el interés superior del menor ni la condición del espectro autista fueron suficientes para que Jalisco interviniera y les brindara protección.

Desde 2019, Luz Padilla sobrevivió a una relación violenta, hizo aquello que la sociedad juiciosa y misógina le ordena a las víctimas hacer: dejar su hogar, dejar de soportar abusos y violencia, no permitir ni un golpe más y abandonar al agresor a tiempo.

Luz Padilla acató uno por uno los mandatos que la misma sociedad juiciosa y misógina le ordena a las madres autónomas que se hacen cargo de sus hijos: dedicó su tiempo a cuidar a su pequeño, atenderlo de la manera más integral que podía permitirse, dedicarse a generar recursos apenas básicos trabajando, maternando, rentando un espacio propio y luchando.

Luz Padilla acudió a las instancias legales como la sociedad juiciosa y misógina ordena a las víctimas que denuncian en redes sociales, acatando también su insistencia por tener un proceso legal abierto y denuncia interpuesta ante la Fiscalía bajo la mirada discriminatoria que tienen las autoridades hacia las víctimas, para que ninguna pudiera decir que fue su culpa por no denunciar.

Cada cosa que a las víctimas se les ha impuesto y exigido, Luz Raquel Padilla lo hizo. El resultado es que su feminicidio comenzó investigado como lesiones y ahora, homicidio. Sus agresores están libres. Su hijo está huérfano. Su caso se había hecho viral, denunció hasta el cansancio: en redes, en MP’s, en organismos de derechos humanos, con las colectivas feministas, con su propia fuerza, con las organizaciones que acompañan a menores con autismo, con todas y con nadie. Tan poquito pudo significar, que hoy está muerta. No se rindió ni “lo provocó”, así como sugirieron los agentes ministeriales. Zapopan la mató con su omisión y Zapopan la atacó con su ignorancia e intolerancia.

Por cierto, no sólo es feminicidio porque Luz sea mujer. Mataron a una mujer por razones de género pues maternar, también, es una razón de género. Hoy matan a las madres por ser madres, por luchar, por resistir, por sobrevivir y ningún mensaje de condena o reparación económica va a sanar el México Feminicida que te mata hasta por maternar.

La palabra JUSTICIA se queda corta, ni quemarlo todo llenará el vacío que deja la ausencia de Luz.