Hace bastante tiempo que no usaba el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, ni como usuaria ni cómo familiar o amiga de algún pasajero para irlo a dejar o a recoger. Ayer tuve que volar de la CDMX hacia Tuxtla Gutiérrez. El flujo de personas es simplemente irreal. Llegó un momento en que pensé que íbamos a colapsar. Un caos total.

Mis respetos y admiración para los trabajadores del AICM, que hacen su mejor esfuerzo para que el flujo de personas sea más veloz para pasar a la sala de abordaje, pero es demasiado estresante para ellos e insuficiente.

Una vez estando en la sala de abordaje, un caos absoluto. (Qué tiempos cuando daba tiempo de leer con calma y comprar un café.) Aquello era una romería.

Primero nos mandaron a la sala 19, bastante lejana, pero bueno. Llegamos con tiempo, pero caminar contra la marea de gente fue bastante estresante y agotador. Una vez llegando ahí, de las pantallas desapareció nuestro vuelo, que fue por Volaris, por cierto. Todos los que nos dirigíamos a Tuxtla andábamos como almas en pena por los pasillos del aeropuerto, literalmente como zombies viviente, sin saber para dónde caminar.

Un hombre con chaleco amarillo, al preguntarle para donde dirigirnos, nomás por “moler” nos dijo “váyanse hasta el final del pasillo, por la puerta G”. El caminar fue eterno. Olas y olas de gente confundida, con cara de angustia, preguntándole a quienes podían x mexicanos, extranjeros, gente discapacitada... Yo empezaba a entrar en pánico.

Una vez llegando a la infinita sala G, nos dicen que ahí no es, que es en la sala 7 y otra vez de punta a punta atravesamos el inmenso aeropuerto.

Llegando a la sala 7, donde salían al mismo tiempo 5 vuelos, no se entendía por donde saldríamos nosotros, tampoco se veía el avión estacionadito como en otras épocas. Y así, con un tumulto de personas, estuvimos todos: niños y niñas, ancianas y ancianos, embarazadas sentadas en el piso; todos apretados durante dos horas... conglomerados. Francamente me pareció hasta maltrato.

Por el altavoz, personal de Volaris nos pedía que “mantuviéramos la calma y nos mantuviéramos sentados”. Me pareció gracioso y solté la carcajada, pues de qué asientos hablaban ¡si no había asiento alguno disponible!... ¡¿En dónde nos sentábamos?!

Ya una vez abordando el avión y yo a punto de entrar en colapso nervioso, otra hora dentro del avión. Nuevamente la voz amable del capitán nos aviso por el altavoz casi llorando que “su culpa no era, que había muchísimo tráfico en la pista”. Estuve a nada de aplaudir como diciendo: “Pues claro! Esto es el colmo”, pero mi hija me tomó de la mano diciendo “cállate mamá por favor cálmate”.

Y bueno, ni al caso platicarlo aquí quizá, pero le tengo pánico a volar. Gracias a toda la gente que me lee en Twitter que me dio sin fin de consejos para atenuar mi pánico a los aviones, encontré un podcast con Martha Debayle del 2019 que habla de las personas que tienen terror a los aviones y cómo controlar el miedo.

Digo no es anuncio pagado ni nada, pero pensé que pudiera serle de utilidad a algunas personas que como yo sí que le sufren en los aviones. Y así después de 6 horas llegué a mi destino. Por supuesto no faltaron por mi mente que pasarán imágenes catastróficas de aviones estrellándose con el mío en la pista. Es inevitable, a la gente le notas el horror en su mirada.

Me alegra que exista ya otro aeropuerto. La verdad no soy una mujer que viaje seguido en avión pero solo espero que ya funcione. Es que urge que funcione y pronto. Muy pronto. Porque sí se ve bastante peligrosa la situación.

Para Azucena Uresti:

He leído lo que ha pasado con Azucena Uresti, y lo que de ella se dice, yo solo quiero agradecerle porque siempre me ha apoyado personalmente para difundir mis solicitudes de ayuda para niños con necesidades especiales, como apoyo para medicamentos o para cumplir sueños a niños enfermos. Siempre me tiende una mano para que se logre esto y solo tengo palabras de gratitud para ella.

Supongo que esto que está pasando es un golpe que los obradoristas están disfrutando, pero esto no se trata de ellos ni de nadie sino de que por favor, dejemos descansar en paz a Debahni. Fue asesinada y eso es lo que no hay que perder de vista.

No merecía morir, y eso es lo que no hay que perder de vista. La Fiscalía mintió desde el día uno, y eso es lo que no hay que perder de vista.

Y hasta aquí mi columna amigos. Gracias por leerme.