Hacer una cosa sin comprenderla era una acción deshonesta, una falsedad.”

León Tolstói

“El conocimiento es problema de la ciencia y ésta no admite ni la menor deshonestidad ni la menor presunción; lo que exige es ciertamente lo contrario; honestidad y modestia.”

Mao Tse Tung

Uno de tantos ejemplos de la deshonestidad de Andrés Manuel López Obrador tiene nombre y apellido, y este se llama Hugo López-Gatell.

Es absolutamente deshonesto mantener a un merolico a cargo de la estrategia para paliar los estragos causados por el Covid-19; doblemente deshonesto que la razón para no sustituirlo sea evitar tener que correr con los costos de aceptar que la Cuarta Transformación se equivocó con él, pero —lo que más importa— de estrategia. Verdaderamente inmoral no aceptar que el mismo político—que no servidor público ni científico— ha estado realizando una pésima gestión.

Ayer, martes, las cifras oficiales (esto es, una de varias oficiales) reportaba más de 3 millones 528 mil contagios. México entre los cinco países con mayor número de muertes por Covid-19; poco más de 269 mil mexicanos. Y en el anexo estadístico del Tercer Informe de Gobierno se menciona que, para finalizar el año, 331 mil 653 mexicanos habrán muerto por el virus. Entonces, en lo que queda del año y de acuerdo con las proyecciones de la Secretaría de Salud, habrán al menos 62 mil fallecidos más producto del letal virus. 574 muertes diarias.

Mexicanos quienes, no debiendo morir, fallecen por una pandemia que ya no debería ser mortal.

El subsecretario ha demostrado ser un campeón de las hipocresías, las cuales no son otra cosa que reflejo de la deshonestidad del primer mandatario. Recordemos, dijo: “la pandemia durará un mes”, ahora esperan sea a finales de este año; “no llegaremos ni a los 39 mil muertos”, se calculan más de 331 mil; “los cubrebocas sirven para lo que sirven y no sirven para lo que no sirven”. Emulando a su jefe, llamó a The Lancet (la mejor revista en materia médica) un pasquín, mas ahora lo cita por un estudio publicado sobre la posible no conveniencia de una tercera dosis. Escondió cifras y llamó complotistas a quienes suplican la vacuna y diversos medicamentos para niños. Sin olvidar la fuerza moral del presidente y una interminable lista de frases donde el médico de profesión muestra su desdén por la salud y vida de los mexicanos.

¿A qué voy con esto?

A que nunca es demasiado tarde para pedirle su renuncia a un servidor público (o aceptársela, da lo mismo). Seguramente si el ejecutivo federal le removiera ahora, tendríamos un menor número de muertos a final de año. Una sola vida salvada habría valido su cese inmediato. Pero la deshonestidad de AMLO como persona le impide quitarlo porque sería señal de que fracasó y le falló a toda la población que confió en él.

Los números pocas veces se tratan de cifras frías. En este caso hablan de personas que no recibieron a tiempo su vacuna, que siguieron las frivolidades de Hugo López-Gatell, que no quisieron o pudieron realizarse una prueba de detección, que no alcanzaron a llegar a un hospital, que no encontraron cabida o la debida atención en los centros de salud.

Hablemos de un par de cosas. De la donación de vacunas que necesitamos por parte del gobierno federal a otros países latinoamericanos. Algunos de ellos ya las emplean para inocular a sus menores de edad; aquí en México la política del zar anti covid lo desautoriza. También mencionemos las más de 18 millones de dosis de la vacuna que siguen desaparecidas y de las que ninguna autoridad se responsabiliza.

Es sumamente deshonesto mantener a alguien en su puesto para uno no decrecer en popularidad; para que sea otro el que cargue con el costo político, social y humano de las malas decisiones de la administración federal, como es el decidir y anunciar de antemano que simple y sencillamente no se requerirá de una tercera dosis. Lo mismo si la razón de mantener a Hugo López-Gatell en su puesto porque lo que acrecienta la popularidad del presidente es polemizar.

La supuesta deshonestidad de los magistrados del poder judicial de la que acusa López Obrador palidece frente al empecinamiento de sostener a López-Gatell al frente de tan importantes asuntos en materia de salud pública. La deshonestidad de saber cómo siguen aumentando el número de muertos y enfermos no tratados de diversas afecciones y que nada de ello le quite el sueño al inquilino de Palacio.

“Mi conciencia está tranquila”, dice, a pesar de que se niegan las vacunas en México a menores de edad, pero se dona a El Salvador (al menos 400,000 de ellas), país donde ya se inicia la vacunación de los menores de edad. No, regalar vacunas no le quita el sueño, pero bien que pierde los estribos, la compostura y su careta de honorable porque una niña de 12 años ganó el amparo para ser vacunada contra Covid-19.

Es deshonesto mantener a un fantoche, ya sea por capricho, parapeto o desidia.¿Será capaz de seguir insistiendo con este cateto con tal de no coincidir con Felipe Calderón cuando este lo corrió por incapaz e ignorante?

Sí, Andrés Manuel López Obrador es el ser más deshonesto; precisamente por eso se ufana de lo contrario. Maestro del cinismo, tiene en su aprendiz otro cínico desvergonzado. Un tipo que no funciona y estorba aunque la cabeza del Estado diga lo contrario.

Así que, respondiendo a la interrogante hecha por Hugo López-Gatell a la entrevistadora del diario La Jornada (”¿Puedo saber qué es lo que estás pretendiendo tratar de querer insinuar?), yo respondo: No, no pretendo, ni trato, ni quiero insinuar nada. Sostengo que tanto él como el presidente de México son deshonestos y miserables al seguir llevando adelante una desastrosa y mortal estrategia contra el Covid-19. Su deshonestidad nos está matando.