Yo no sufro de locura, la disfruto cada momento.
Dicho popular.
Ningún loco está loco si uno se conforma con sus razones.
Gabriel García Márquez.
Todas las flores que le pude comprar
Todas las noches sin final
Creo que perdí la razón
Creo que perdí la razón
Andrés Ignacio Cano.
Peligroso cuando un presidente considera que su voz constituye la única razón de ser del Estado.
Malo cuando desprecia la ley y las instituciones porque le constriñen y no le permiten imponer sus deseos. No se diga cuando dicho líder es adorado por un grupo de fanáticos que le dan facultades o lo tratan como divinidad. Pero tal vez lo peor es cuando él y los otros consideran que la realidad se ajusta a su pensar.
¿Qué sucede en Palacio Nacional para que, ante un evento que se realizó con la presencia del primer mandatario, encabezado por una secretaria de su gabinete, se culpe a la oposición de la falta de solidez de la política pública propuesta?
Delfina Gómez, titular de la SEP, presentó en una de las mañaneras hace unos días un decálogo de acciones para el regreso a las clases presenciales. Entre ellas, una carta compromiso para que la firmaran padres de familia, asumiendo estos la responsabilidad de mandar a sus hijos de vuelta a la escuela.
Ante el clamor popular, en lugar de pedir una disculpa u ofrecer una explicación que sustentara la estrategia educativa y de salud, se tomó la inverosímil idea de culpar a la prensa por compartirla.
AMLO, quien estuvo en la presentación, fue “testigo de honor” en la mañanera, pero igual se lanzó a decir: “es producto de la politiquería. Todos los que le dieron vuelo a la carta son nuestros adversarios… todos”.
¿En serio?, ¿divulgar un documento oficial es politiquería?
Considerar a quienes lo comparten sus adversarios es insano y una descalificación directa a su propia funcionaria. Decir que no se puede tomar en serio a quienes están constantemente atacando a su gobierno es no entender que el trabajo de los periodistas es comunicar, cuestionar, reflexionar sobre lo que sucede. Sea en ocasiones las buenas o malas acciones del gobierno.
Mas no ha sido el único “destello” de demencia. El TEPJF determinó la necesidad de contar los paquetes en un ‘voto por voto’ de la reciente elección a gobernador de Campeche. Sin embargo, como la ganadora —contando con la constancia oficial del TEEC— se trata de Layda Sansores, abanderada de Morena, López Obrador acusa al tribunal de ser “ultrademócrata” al pedir recuento de votos. En un acto de insania olvidó cuando él pedía el “voto por voto, casilla por casilla”.
¿Qué cambió?
Tal vez que en 2006 él perdió y ahora que su protegida es quien está siendo cuestionada, de pronto ya no soporta la democracia. Valdría la pena decirle a Andrés Manuel: “¡Ay, cocol! ¿Ya no te acuerdas cuando eras chimisclán?”
La falta de cordura no termina ahí. Miguel Angel Félix Gallardo, el capo del narcotráfico confeso, todavía recluido le deseó éxito a López Obrador. Resulta extraño que un delincuente anhele el bien a un presidente, pero en fin, las locuras no son potestad exclusiva de AMLO. Pero que el presidente le agradezca el cumplido se vuelve demencial.
El primer mandatario no puede contestar las dudas de quienes claman por medicinas, de los padres con niños enfermos, de los parientes de víctimas de violencia, ¿pero sí los deseos de un malhechor?
Y hablando de criminales, como si no fuese suficiente las amenazas del CJNG pronunciadas en contra de Azucena Uresti, el presidente sumó a estas. También desde la palestra de la 4T, AMLO identificó a la periodista como adversaria por difundir la carta compromiso de corresponsabilidad de la SEP antes mencionada, al asegurar que todos quienes le dieron vuelo son adversarios a su gobierno, Azucena incluida.
¿De que sirvió, entonces, que él también le dijera que tendría la protección del gobierno federal?
Fácil, para lo que sirve todo lo que lleva a cabo el mandatario: montarse en el tema del momento, prometer de dientes para afuera y hacer creer que es bien intencionado. Y sí, ¿quién dice que no puede cohabitar maldad y locura?
Estamos ante actitudes que esbozan un pensar enajenado. Algunos dirán que estos arranques son cortinas —otras más— para evitar hablar de la tercera ola del covid que es mucho mayor que las dos pasadas. O una nueva forma para ocultar las muertes violentas de este sexenio o las más de 250 mil a raíz de la pandemia. Algunos utilizarán esto para impulsar un proceso de revocación/ratificación de mandato; tal vez él mismo. Esa revocación que está siendo detenida, según el presidente, por Carlos Salinas de Gortari…
¡Una extravagancia más! Sobre todo si se considera —ahí sí con toda realidad— que un buen número de sus colaboradores son salinistas, ni más ni menos.
Sin embargo, desafortunadamente, demuestran la vesania de este gobierno; el capitán ha perdido el rumbo y también la brújula.
La locura no es solo hacer cosas disparatadas, en ocasiones significa hacer cosas sin medida, sean estas en un sentido o en otro. Poner todo en la cuerda floja para conseguir hasta el último de los caprichos.
Puede ser una locura permanente o únicamente pasajera. Esa que les deviene a muchas personas que alcanzan poder. En todo caso, poco importa. Es una condición que, mientras dura, enajena los sentidos y altera la conducta (David Owen).
No debemos caer en sus enredos mentales; nos corresponde a nosotros críticos y ciudadanos llamar las cosas por su nombre. Locura permitir que el primer mandatario pisoteé leyes e instituciones. Creer que, por el hecho de haberle favorecido el voto en el 2018, puede saltarse el Estado de Derecho y denigrar a quien le señala sus límites.
Abusar del poder es frenesí. Mentir, amenazar y nombrar enemigos en ‘cada hijo que le dio este país’ es megalomanía.
El presidente ha perdido la razón.